Israel Fernández, cuestión de lealtad
Israel Fernández | cantaor
El cantaor prueba la semana de los Grammy Latinos el nuevo sistema de audio espacial de Apple Music
"Mi gran ilusión es acercar la juventud al templo del flamenco", asegura
Israel Fernández: "En los Grammy Latinos tienen que dar al flamenco el sitio que merece"
Israel Fernández en Sevilla: culto al cante
Apple Music ha incluido en las listas de reproducción de su sistema de audio espacial el reciente disco Pura Sangre, de Israel Fernández, y una Home Session en exclusiva con dos canciones: Bye, me fui, en la que el cantaor recrea respetuosamente esta pieza de Bad Bunny, y Caminos y vereas, que para el disco grabó por tangos y aquí levanta sobre un ritmo de guaguancó de Diego del Morao. En el Espacio Apple Music de Sevilla asistimos junto a Israel a una demostración de cómo la música cobra vida y nos revela detalles de una claridad y profundidad desconocidas con este sonido tridimensional del audio espacial.
Mientras nos acomodamos, le pregunto a Israel si las palabras del nombre de su disco se pueden cambiar de orden; ¿es lo mismo pura sangre que sangre pura? “En este caso sí, porque con pura sangre no me refiero a la pureza de la raza. La sangre pura tiene que ver con la lealtad de la persona, con cómo haga las cosas, con no ser falso; eso es ser puro”. Para cantar flamenco como lo hace Israel hay que ser puro y también libre. “Tienes que serlo; en la música no hay que sentirse obligado a nada; ni a seguir camino alguno ni a nadie. Ahora tenemos tanta información que es fácil perderse; yo a veces lo hago y para encontrarme voy de nuevo a los que me inspiraron desde la infancia: Pastora Pavón, Tomás, Manuel Torre, Juan Talega, la escuela de Fernanda de Utrera; para mí es esencial. Pero no puedes sentirte condicionado por ningún bagaje”.
Tiene algo de temor Israel a esta experiencia, que se produce durante la semana de los Grammy Latinos. “No me gusta escucharme mucho porque me saco muchas faltas”. Pero en cuanto empiezan a sonar los martinetes que abren su disco, Pucheros y sartenes, se le disipan todas las reticencias. “¡Cómo se ha conseguido la atmósfera! Se oyen los golpes de martillo, los pájaros; estás dentro de la fragua. Han recreado la atmósfera que yo había imaginado en la música; se siente uno dentro del espacio”. La sensación resulta increíble, la fragua del martinete de Israel se hace real. En la escucha del flamenco más pop de María José Llergo, que hacemos ahora, vemos cómo han ubicado en el espacio los elementos de Me miras pero no me ves: las palmas de inicio, el golpeo percusivo, la guitarra, la voz que surge; tiene un enfoque mucho más electrónico, que le resulta interesantísimo a Israel. “Mi gran ilusión es acercar la juventud al templo del flamenco, por las vías que sean, pero con la elegancia y afición suficientes; el flamenco merece un gran respeto, pero la juventud es mi premio, mi afán es acercarlos a los grandes genios”. Por eso cuando Israel hace algo como lo de La Niña de los Peines en la gala de El Flamenco es Universal, con su imagen aristocrática, que tiene cien años, la gente lo escucha y va a ella, a la raíz. Israel es el cantaor que más jóvenes arrastra a sus conciertos; que se acercan al flamenco a través de gente como él o la Llergo. “¡Y con Rosalía imagínese! Porque ella ha tenido la virtud de ser muy aficionada al cante y ha acercado muchísimo a él a gente que no lo escuchaba tanto”. Puestos a soñar, Israel y yo acariciamos la idea de que en algún momento los jóvenes vayan a los conciertos de flamenco tanto como a los urbanos. “Me encantaría; pero es difícil, porque el flamenco, como otras músicas de minorías, es tan especial que no todo el mundo tiene la capacidad de disfrutarlo; de escucharlo, sí, pero no de disfrutarlo. Las canciones urbanas tienen tanta dimensión porque todo el mundo se siente identificado con cualquier cosa que cuenten; la temática de sus letras le es más cercana, pero el flamenco tiene otra sensibilidad que requiere un corazón más perceptor”.
No quiero quedarme con el sonido que Apple ha elegido para que escuchemos; pienso en una canción de los 70, grabada con las técnicas de entonces, con efectos espaciales y pido Rocket Man. Lo que han hecho con esta canción de Elton John es absolutamente extraordinario. “Increíble, precioso”, Israel, sentado a mi izquierda, no deja de calificar lo que oye, lanzando oles tras casi cada verso. “Sientes al astronauta al lado, esa es la diferencia con las demás veces que lo he escuchado. Hay una parte emocional que se respira; he estado a punto de llorar, no lo he hecho por vergüenza”.
La escucha sigue en un coche Mercedes, marca con la que Apple Music ha integrado el sistema Dolby Atmos para su audio espacial, montando equipos de Burmester que compensan la diferencia de sonido que habría por la distancia de los altavoces. Nunca habíamos escuchado así las bulerías de Al tercer mundo de Israel. Los toques electrónicos que le ha dado Pional suenan sutiles. “Mire que la he escuchado veces, pero aquí la he disfrutado como la primera vez”, reconoce Israel. “Está todo tan bien mezclado que el sonido es perfecto; lo estoy escuchando sin que haga falta poner atención para ver por donde llega algo, todo está siempre en primer plano”. En el estéreo no se oyen todos los microdetalles porque hay demasiados y es difícil discernir tanta información, pero aquí sale todo perfectamente. “Incluso los detalles mínimos que grabé después de los acordes y de los acompañamientos, que parece que no, pero tienen mucha importancia. Y cuando hay silencios, microsilencios, me impresiona mucho más, se me encoge el corazón; da una especie de vértigo bueno, como si estuvieras dentro de la canción y de pronto te la quitan”. Cuando la guitarra de Hendrix comienza a sonar en All along the Watchtower percibo cosas que nunca he oído, ¿esas percusiones siempre han estado ahí? no recuerdo escuchar esos graves nunca tan precisos y puros.
Israel y yo salimos de la demostración comentando lo importante que es la innovación para la música. Le pregunto si en el flamenco tiene que evolucionar el cante o el cantaor y opina que es este último quien debe hacerlo, sin duda alguna. “La evolución viene de la información. En el flamenco tradicional hay muchas cosas para disfrutar, que a veces incluso suenan mal por como están grabadas, pero qué melodías, qué armonías tan bonitas tienen; lo que hay que hacer es derivar de ahí, pero sin romper el palo, porque entonces ya no sería lo que es; sacar de ahí algo fresco, con tu personalidad, con tus principios”. Él se ajusta a esa regla; dice que no le gusta la forma en que muchos cantaores ahora intentan sorprender, pero en realidad tiran por lo fácil, por la larga cadena de quejíos que a él le dejan frío; le aburren las entradas, le dan ganas de salirse. Me lo demuestra cantándome una malagueña con aires del Mellizo, pero saltándose todos los ayes, que le estorbaban: era pequeña la casa donde nos quisimos. “Es mi forma de sentir. Para ponerle música, melodía, a las letras que escribo, primero las hablo; así veo su dramatismo”. Tiene ya mil audios y notas en el móvil para un próximo disco; me lee la última, de la noche anterior, desvelado en el hotel a las dos de la mañana: Campos sin cumbre, yunque sin cante, cante sin fuego; verano sin sol, vida sin sueño; pétalos tristes, dormidos en la acera, para que tú fueras un jazmín y dieras paz a quien no tuviera… le digo que me resuena en forma de toná y asiente. ¿Quién sabe? Quizás pronto escuchemos estas frases cantadas en ese palo por Israel Fernández en un disco grabado y mezclado con el sistema Dolby Atmos para el sonido espacial de Apple Music. Será emocionante.
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