"Tocar bien la música de salón es muy difícil"

Clásica

El pianista soriano Emilio González Sanz dedica su primer álbum como solista a música de carácter pedagógico y muy poco difundida del compositor leridano Enrique Granados

El pianista soriano Emilio González Sanz debuta discográficamente en solitario en el sello IBS.
El pianista soriano Emilio González Sanz debuta discográficamente en solitario en el sello IBS. / Michal Novák
Pablo J. Vayón

28 de agosto 2017 - 06:00

La ficha

'Granados: Recuerdos'. Emilio González Sanz, piano. IBS Classical.

Los dos aniversarios en años consecutivos han impulsado la difusión de la música de Enrique Granados (Lérida, 1867-Canal de la Mancha, 1916). Reediciones y nuevos registros de sus obras más famosas (la suite pianística Goyescas, muy especialmente) han convivido con algunos rescates de interés y la puesta en valor de un repertorio menos interpretado. Fue esta última la idea del pianista Emilio González Sanz (Soria, 1975), quien a finales de abril presentó en el sello granadino IBS su primer álbum en solitario, que dedica a colecciones poco frecuentadas del compositor catalán.

-Es un disco que se acerca a una producción básicamente pedagógica de Granados. ¿Pretendía eludir con ello los lugares comunes?

-Quería hacer algo diferente. Se trata de un repertorio casi desconocido. Los Cuentos de la juventud y los Bocetos son algo más famosos porque Alicia de Larrocha los grabó. Se dice que el cuarto de los Bocetos, La campana de la tarde, fue la primera obra que tocó Alicia de niña. Pero el Andante espressivo que abre el disco lo trabajé a partir del manuscrito. Formaba parte de un ciclo titulado Obras para la educación del sentimiento, de la que sólo se conserva esta pieza. El propio título de la colección ya dice mucho de su carácter. Las Escenas infantiles y los Estudios expresivos son muy poco conocidos. Todas tienen un carácter pedagógico. Y esto es muy importante en el universo de Granados. Con la fundación de su Academia en 1901 dejó claro que, aparte su música, deseaba dejar como legado una escuela pianística.

-¿Cuáles son los referentes de estas piezas?

-Es música eminentemente romántica, que se asemeja al mundo íntimo y poético de las Piezas líricas de Grieg o del Álbum para la juventud y las Escenas infantiles de Schumann. Los guiños a Schumann empiezan ya con los títulos. Pero hay algunos otros detalles que también lo señalan, como esos tres asteriscos que sustituyen al título en la sexta pieza de los Cuentos de la juventud, un procedimiento que también usaba Schumann. Por debajo hay también mucho Chopin. Y a todo ello hay que añadir el gusto de Granados por la improvisación. Son miniaturas, que hay que interpretar poniendo el acento en la sensibilidad, el color, el fraseo, el refinamiento, la pedalización, todo este tipo de cosas a las que Granados dedicaba muchísimo detalle.

-¿Se trata de música fácil?

-Eso es algo muy relativo. ¿Es Mozart fácil? A nivel mecánico, de número de notas, algunas de las piezas (no todas) podríamos calificarlas de sencillas. Se inscriben en el género de la música de salón, una denominación que a veces se trata de forma peyorativa y despectiva, pero tocar bien la música de salón es muy difícil. Fíjese en Albéniz, la cantidad de obras de salón que tenía. Colecciones como los Recuerdos de viaje o la Suite española tienen ese carácter. Hacer esa música de forma convincente, con buen gusto, con un sentido de exquisitez en el fraseo, en la línea, en el equilibrio es incluso más difícil que la propia Iberia. Eso me decía hace poco un extraordinario albeniciano como Guillermo González. Está claro que hablamos de un tipo de dificultad menos obvia, menos evidente que la música más exteriormente virtuosística. La música de salón tiene la dificultad de estar hecha para un entorno pequeño, donde se requiere una comunicación directa e íntima con el oyente, lo que exige un cuidado absoluto del pedal, del fraseo, de la dimensión poética de la música. Es un microcosmos en sí mismo. Hacer bien estas piezas tiene gran dificultad. Hablamos de poesía sonora, y recrearla requiere un notable grado de madurez para abordar esa variedad de colores, paisajes, sentimientos, sensaciones, aunque sea a partir de cuatro pentagramas.

-¿Mantienen estas obras más de un siglo después de escritas su potencial didáctico?

-Totalmente. Las Escenas infantiles se podrían trabajar incluso en un grado elemental. Todo el potencial poético que luego el alumno va a encontrar en Schumann, Mendelssohn o Grieg se trabaja desde aquí de una forma muy natural. Es una música que permite preparar y hacer que el alumno tenga conciencia de lo que significa la sensibilidad en el sonido, en el pedal, en el legato. El pedal era fundamental para Granados. Él exigía al instrumento claridad y nitidez en el timbre, pero a la vez usaba mucho el pedal, por supuesto como un elemento de color, pero a la vez como uno de los recursos expresivos más importante del instrumento. De hecho, escribió un volumen teórico, técnico, dedicado por entero a la utilización de los pedales.

-¿Le ha perjudicado a Granados esa vinculación tan manida con el mundo del salón?

-Seguramente, sí. Parece que lo que hace inmortales a los compositores es el género grande, la gran forma. Esta es música más íntima, pero no más fácil de abordar, porque requiere una mayor implicación personal. Y en la época esta música la hacían los más grandes maestros. Fíjese, por ejemplo, que la mayor parte de la obra para piano de Brahms está concebida como música de salón. En realidad, creo que hay un prejuicio general sobre el Romanticismo español. Existe una línea de compositores españoles del siglo XIX por completo olvidada por los programadores y que merece ser rescatada, incluso en el terreno del lied, con un Santiago de Masarnau, más en la línea de Schubert, o con un Gabriel Rodríguez; tenemos un Monasterio en la música de cámara, un Bretón… Es toda ella música de una calidad suficiente para que tuviera mayor presencia en nuestros escenarios y nuestros ciclos.

-Ha podido tocar ya bastante este repertorio en concierto. ¿Cómo recibe esta música el público?

-Como algo muy familiar, cálido y cercano. Hay en esta música referencias que vinculan a mucha gente con su infancia. Las melodías parecen generar un torrente de recuerdos, por eso lo titulamos así. Mi intención es hacer que este repertorio pueda difundirse más, tanto en concierto como en los conservatorios profesionales: se pueden trabajar muchas cosas a partir de él.

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