La Bossa nova y la dictadura contada a los gringos
Dispararon al pianista | Crítica
Ficha
** 'Dispararon al pianista'. Animación, Esp-Fra-Bra, 2023, 103 min. Dirección y guion: Fernando Trueba y Javier Mariscal. Música: Joao Gilberto, Caetano Veloso, Gilberto Gil, Vinicius de Moraes, Paulo Moura.
Dispararon al pianista prolonga el interés de Fernando Trueba por la música popular latinoamericana, desplegado ya en documentales como Calle 52 y El milagro de Candeal, y la colaboración con el dibujante y diseñador Javier Mariscal en una particular forma de animación (Chico & Rita) en la que se reconocen los trazos y la paleta más distintiva del creador de Coby.
Lo hace ahora en un recorrido por los hitos y figuras de la bossa nova y la MPB (Música popular brasileña) bajo el pretexto de una pesquisa para averiguar qué fue de Francisco Tenório Júnior (1941-1976), dotado pianista de jazz, admirador de Bill Evans, autor de un único disco como solista (Embalo, 1964) y acompañante de algunos de los más grandes nombres de aquella generación irrepetible (en especial Vinicius de Moraes) en numerosas grabaciones y giras, figura marginal y malograda que murió asesinada en manos de la policía política argentina en pleno golpe militar.
El guion de Trueba y Mariscal adopta la mirada del extranjero, encarnado por un soso periodista norteamericano que sigue la pista del pianista desaparecido al tiempo en que se entrevista con algunos de los más destacados músicos de aquella generación, de Joao Gilberto a Caetano Veloso pasando por Joao Donato, Gilberto Gil, Bud Shank, Milton Nascimento o Toquinho, para rendir un (demasiado) didáctico homenaje a aquella música, al tiempo en que busca conexiones de modernidad con el cine de entonces (de la nouvelle vague al cinema novo) y apunta, ya en su segunda mitad y con una misma voluntad demasiado pedagógica, a la denuncia de los regímenes totalitarios latinoamericanos y la impunidad de sus crímenes.
Lo cierto que es Dispararon al pianista intenta camuflar con la animación que se trata más bien de un documental algo tosco y elemental, en una operación de maquillaje (también de materiales de archivo) no siempre justificada más allá de la vistosa superficie pop del resultado. Redundante en sus ideas, caminos y testimonios, la película tampoco acaba de dar una verdadera dimensión al personaje desaparecido entre la cansina narración en off (en la voz de Jeff Goldblum) del periodista y sus idas y venidas algo erráticas y caprichosas.
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