Los deslumbramientos

Antonio Lucas reúne en 'Vidas de santos' (Círculo de Tiza) un conjunto de existencias inflamables, personajes que crearon y amaron con intensidad e historias llenas de desgarro y rebeldía.

Braulio Ortiz

28 de febrero 2016 - 05:00

Vidas de santos. Antonio Lucas. Círculo de Tiza. Madrid, 2016. 350 páginas. 22 euros.

Hombres y mujeres que morirían de manera temprana y que quizás por el pálpito de un final próximo llevaron una existencia flamígera e intensa, seres de sensibilidad excepcional que se curtieron en los márgenes, ángeles extraviados y damas sublevadas contra la estrechez de miras de su entorno, creadores lúcidos que decidieron alejarse de los focos... Antonio Lucas (Madrid, 1975) ha reunido en las semblanzas de Vidas de santos a un grupo de personas que arden, un conjunto de biografías inflamables. Los perfiles aparecieron inicialmente en las páginas de El Mundo, pero, cuenta el poeta y periodista, "hubo gente que empezó a ver esto como una familia dislocada, extravagante", y, al recopilarlos, Lucas descubrió que en ese encuentro había "una novela coral, sin argumento, un artefacto rarísimo pero con temperatura de tribu". El autor visitó recientemente Sevilla y Jerez, de la mano del Centro Andaluz de las Letras, para presentar este volumen cuidadosamente editado por Círculo de Tiza.

El primero de los tres fragmentos del libro, Promesas quebradas, se detiene en una galería de escritores y artistas de trayectorias tan fugaces como fecundas. "Esculpe cada vez con más ansia, como dicen que hacen los que intuyen el prematuro fin de su viaje", apunta Lucas de Henri Gaudier-Brzeska, que comparte la "rara vocación de urgencia" con otros autores tan dispares como Gerda Taro, Félix Francisco Casanova, Lautréamont, Jayne Mansfield o Juan Crisóstomo de Arriaga, hermanados en estas páginas por el rostro aniñado con el que fallecen y el precoz talento por el que se les recuerda. "Es sorprendente la obra que han dejado pese al poco tiempo que vivieron. Rimbaud, que tardaría un tiempo en morir [lo haría a los 37 años], se retiraría a los 20, y sin embargo hoy se entiende la poesía de una manera distinta gracias a él", asegura el ganador del Premio Loewe por Los desengaños, para quien, pese a esa "sensación tan destemplada que deja cualquier cadáver joven", es un libro "lleno de vida".

Lejos de centrarse en un compendio deraros al modo de Rubén Darío y Pere Gimferrer -aquí no sólo hay malditos: algunos de los protagonistas "ayudaron a hacer la Historia y otros son necesarios para completarla"-, Vidas de santos no excluye tampoco el carácter estrafalario de algunos creadores que entendieron que la actitud podía ser también una obra de arte: individuos osados como Jacques Vaché, que pasó a la posteridad por un puñado de cartas y que sugirió matar al público en el estreno de una obra de Apollinaire; o la baronesa dadá Elsa von Freytag, en la que "todo (...) tiene algo de acontecimiento", que se convierte "en pieza, en creación, en artefacto. Es un ready made antes de los ready made".

Entre los muchachos abocados a la destrucción que dejarán un hermoso cadáver se encuentra también el líder de los Sex Pistols, Sid Vicious, reducido ya a "esos estampados en prendas, chapas de solapa y otros complementos de armario", opina en el libro. "Lo siento, pero me parece bobo", añade en conversación telefónica el autor. "Es el icono del punk, pero si hurgas un poco te das cuenta de que es una víctima del star system contra el que combatió. Vive en circunstancias salvajes, pero si hubiera trabajado como reponedor en el Marks & Spencer no hubiera sido nadie".

En Heterodoxas, la segunda sección de Vidas de santos, Lucas manifiesta su asombro por un grupo de heroínas que cuestionaron las convenciones y se atrevieron a ser ellas mismas. La voz "de charol adobada en las vísceras" de Billie Holiday, la "humanista con el carácter forjado para el combate" Susan Sontag, el alma "tan fuerte como la de un arponero" de Carson McCullers o Sylvia Beach, esa mujer que decidió "fijar una de las esquinas de la literatura contemporánea publicando lo que nadie se atrevía, el Ulises", son algunas de las figuras que el autor considera "de una autoridad extraordinaria". En sus historias llenas de desgarro y rebeldía, en su "gen desafiante", se esconde "una lección de resistencia y tolerancia".

Se puede entender Vidas de santos, también, como un "repertorio de misantropías". Del poeta Manuel Álvarez Ortega afirma Lucas que estuvo "siempre solo. Así es el destino de los seres auténticos", y los personajes que habitan este santuario laico arrastran una suerte de orfandad. "Son seres que no se hacen en grupo ni se mueven en capillas, que si tienen sentido es en su excepcionalidad. Todos están al margen, por voluntad o por destino", defiende el madrileño. Una de las Vidas revueltas que ocupala sección final del libro es la de Manuel Agujetas, cantaor "de una pureza tan primitiva que parece que asistió al tiempo en que pintaron los bisontes de Altamira". Otra es la actriz Margarita Lozano, ante la que Lucas expresa su admiración por esos profesionales que aman su oficio sin sucumbir a vanidades innecesarias. "Fue la gran musa de los Taviani, de Buñuel, una grandísima Bernarda Alba... pero escogió la discreción, apenas ha concedido entrevistas. No es una derrota cuando alguien decide vivir al margen de la atención de los medios". Rafael Sánchez Ferlosio, Isidoro Valcárcel, Carlos Oroza o Antonio Escohotado forman parte de este tramo último de retratos. Antonio Lucas, como desvela Raúl del Pozo en el prólogo de Vidas de santos, acompañaba a su padre, el artista José Lucas, al Café Gijón -"era gracioso porque un día que tocaba estudiar la Generación del 27, tenía a Gerardo Diego en la mesa de al lado"-, y ahí posiblemente ejercitaría la capacidad de observación y el amor por la cultura que vuelca en estas páginas de gentes "llagadas, sufrientes, vitales y extravagantes".

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