"Ha llegado la hora de poner la masculinidad en tela de juicio"

Ángelo néstore. poeta

El autor, malagueño de adopción, publica este mes 'Actos impuros', con el que ganó el último premio Hiperión

Ángelo Néstore (Lecce, 1986).
Ángelo Néstore (Lecce, 1986). / Javier Albiñana
Pablo Bujalance

07 de mayo 2017 - 02:35

Málaga/Ángelo Néstore (Lecce, Italia, 1986) iba para actor pero estudió Traducción. Llegó a Málaga hace diez años y descubrió la poesía en una lengua que aún no era la suya. Esbozó sus primeros versos a la vez que vertía al italiano a poetas como María Eloy-García. Este año ha pasado de ser un autor inédito a publicar Adán o nada, aparecida en abril por la editorial cordobesa Bandaàparte, y Actos impuros, libro con el que ha ganado el último Premio Hiperión y que llega a las librerías este mes. Además, dirige el festival Irreconciliables.

-¿Cómo lo hace un estudiante italiano de Traducción para convertirse en un poeta español?

-Llegué a España con 21 años y no sabía hablar español. Ahora tengo 30, así que cuando empecé a escribir me sentía como un adolescente, literariamente hablando. La verdad es que en Italia no conocía mucho la literatura española contemporánea, así que descubrirla al llegar aquí significó la entrada a un mundo nuevo.

-Define usted su primer libro de poemas, Adán o nada, como un "drama transgénero". ¿En qué sentido?

-Tiene un formato de carácter teatral, con un planteamiento similar al de un escenario. Me interesaba ahondar en la idea de que los géneros son construcciones sociales y culturales, al hilo de las teorías queer. Judith Butler habla del cuerpo como un instrumento performativo, siempre en una dinámica escénica, como la máscara de Pirandello.

-¿Es inevitable reparar en lo autobiográfico al escribir sobre el género?

-En la escritura poética siempre se deja algo de uno mismo, pero aquí no hay nada autobiográfico. Me gusta jugar a la confusión, hacer pasar la ficción por testimonio real y al revés. Se supone que la poesía debe hacerse desde el yo, casi desde la confesión, pero prefiero que parezca teatro.

-Actos impuros, con el que ha ganado el premio Hiperión, también remite necesariamente al cuerpo.

-Sí, pero como una toma de conciencia. Posiblemente sea un libro más maduro, aunque el discurso es el mismo. En algunos poemas pongo en tela juicio la masculinidad, en otros me convierto en mujer. Se habla de maternidad y de paternidad en relación, por ejemplo, con la homosexualidad: hoy se dice y se admite de manera natural que las parejas homosexuales siempre pueden adoptar, pero para aspirar a la adopción hay que tener un trabajo estable y una cantidad importante de dinero en la cuenta corriente, cosas que no se exigen cuando se trata de tener un hijo natural. Lo mismo pasa con la maternidad subrogada. Me parecía importante hablar de estas cosas, porque muchas personas se quedan en una especie de estado intermedio, sin llegar a una parte ni a la otra.

-¿Por qué poner en tela de juicio la masculinidad?

-Ha habido un desarrollo muy importante del feminismo y eso es muy bueno, pero no es suficiente. Hay que dar un paso más. En el plano teórico da la impresión de que podemos hablar lo que queramos sobre la mujer, pero no sobre el varón: la masculinidad es lo que es, y punto. Sin embargo, es aquí a donde hay que ir, a hablar sobre la mujer y a cuestionar la masculinidad. Ha llegado el momento. Y así tendrá que ser hasta que los debates sobre la igualdad de género sean cosa del pasado. Es esencial que cada uno y cada una pueda ser lo que quiera ser, y desde luego que se den los instrumentos políticos para que todas las personas tengan los mismos derechos a las mismas cosas. Y esto tiene que ver con lo que hablábamos sobre la adopción.

-¿Qué procedimientos sigue hoy día la construcción de la masculinidad?

-El de siempre: subir al varón a un pedestal y llamarlo el rey de la casa. Lo que hay que hacer es romper ese pedestal. Y esto hay que hacerlo desde la conciencia. No creo que muchos hombres sean conscientes del pedestal, así que lo primero es señalarlo, recordar que existe. Butler decía que para deshacer el género hay que ser concretos, ir al grano, fijarnos en lo que pasa ahora. El pedestal tiene manifestaciones muy reales en la España contemporánea, y son ésas las que hay revelar primero y derribar después. El problema es que a nivel estatal la única idea que se tiene en mente es la de ayudar a las mujeres para corregir la desigualdad. Por supuesto que es un asunto esencial, pero no es el único. También hay que llamar a la masculinidad por su nombre.

-¿A qué se debe el gusto de muchos jóvenes poetas por la performance a la hora de hacer sus lecturas? ¿La palabra ya no es suficiente?

-Lo que ocurre es que se están poniendo de moda otra vez cosas que ya existían. La perfopoesía se cultivaba hace muchos años, luego cayó en desuso y después ha vuelto a resurgir. A muchos les parece algo nuevo, pero no lo es. En realidad, la búsqueda de elementos poéticos fuera de la misma escritura poética es tan antigua como la propia poesía.

-¿Qué le parece el movimiento editorial en torno a la poesía procedente de las redes sociales?

-Es un fenómeno muy bonito. Hay gente que dice que eso no es poesía, pero ¿qué es poesía? ¿Qué significa ser poeta, escribir un verso, ganar un premio? Lo que hacen esos poetas me parece muy respetable. Ahora bien, decir que eso es la poesía contemporánea es cuanto menos incorrecto. Representa sólo una parte, quizá con un escaparate muy eficaz, pero desde luego no es ésa la única poesía que se escribe hoy. Eso sí, muchas cosas que leo en estos poetas las he visto antes en la poesía clásica. Esto también estaba ya inventado.

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