La máscara de idiota
Cómo encontré al autor de mi necrológica | Crítica
Los relatos 'autobiográficos' de Jaroslav Hasek, predecesor y maestro de Hrabal, se sirven de la caricatura y el humor absurdo para proponer una impugnación total del orden instituido
La ficha
Cómo encontré al autor de mi necrológica. Jaroslav Hasek. Trad. Montse Tutusaus. La Fuga Ediciones. Barcelona, 2019. 180 páginas. 16,50 euros
No sólo por su condición de escritor nacional de la lengua checa –su estricto coetáneo Kafka, también natural de Praga, se expresó en el idioma de la minoría alemana– y de referente del antimilitarismo inmediatamente posterior a la Gran Guerra, en la que participó como voluntario austrohúngaro hasta su captura y cambio de bandera, el autor de Las aventuras del buen soldado Svejk es un mito de las letras centroeuropeas que sigue increíblemente vivo en su literatura, donde fustigó con su inigualable talento satírico a las autoridades de cualquier signo. Bohemio, deslenguado y bebedor impenitente, el prolífico narrador brilla en su inmortal novela inacabada, pero también en las colecciones de cuentos que viene traduciendo Montse Tutusaus para La Fuga: El buen soldado Svejk antes de la guerra, Historia del Partido del Progreso Moderado dentro de los Límites de la Ley y ahora Cómo encontré al autor de mi necrológica, donde se reúnen doce "relatos de humor" más o menos autobiográficos.
Aprendiz de una droguería, zoólogo farsante, imposible pedagogo o muerto que regresa para ajustar cuentas, en el relato que da título al volumen, Hasek es siempre el granuja con algo de charlatán que ejerce de temible burlón, sea como aquí en primera persona o por boca de sus antihéroes descreídos, maestro en el arte de la bufonada –sostenida sobre lo que otro de sus traductores, Monica Zgustova, que también lo es de Hrabal, ha llamado la "máscara de idiota", debajo de la cual se oculta una inteligencia subversiva– y precursor del humor absurdo como herramienta deslegitimadora. Lo que sus hilarantes confesiones de pícaro contengan de verdad o invención es lo de menos, pues la saludable irreverencia es la misma en cualquier caso. "Cuando en Budejovice fusilaron mi cuerpo por una traición que cometimos entre los dos en pleno delirium tremens, yo, el alma blanca del bueno de Jaroslav Hasek, subí volando al cielo", leemos en el inicio del memorable Habla el alma de Jaroslav Hasek. Llenos de hallazgos caricaturescos y ocurrencias desenfadadas, los relatos del checo ponen de manifiesto, por el contraste entre su maravillosa ligereza y la solemnidad con la que tantos otros escritores se contemplan a sí mismos, el plúmbeo ensimismamiento de la autoficción contemporánea.
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