'La ola': Hitler en mi corazón

El profesor arenga al alumno en la última y definitiva clase.
El profesor arenga al alumno en la última y definitiva clase.
Alfonso Crespo

09 de noviembre 2008 - 05:00

La anual e infalible dosis de cine blando comercial alemán la representa en esta edición La ola. Antes pasaron por la alfombra roja The edukators, Napola (también de Dennis Gansel) o La vida de los otros, aunque si hubiera que tantear la rama genealógica, más allá de la timidez de las formas, de esta parábola de nazismo acechante debiéramos fijarnos en la precursora El experimento (2001) de Oliver Hirschbiegel, el futuro director, ay, de la grave, solemne y catártica El hundimiento. En La ola, Dennis Gansel acomoda un hecho real, ocurrido por otro lado en la California de mediados de los años sesenta, a un instituto alemán, donde a un profesor enrollado se le va de las manos un heterodoxo curso en torno a la autarquía y la clase, a excepción de dos chicas distanciadas que preven la potencial peligrosidad del asunto, se le convierte en una masa de camisas blancas en la que se disuelven las identidades individuales con siniestros resultados.

Atajar, como comprenderán, el tema del fascismo ordinario de esta manera superficial y ramplona, es preocupante, aunque Gansel no se moje y deje claro desde el principio su vocación de interlocutor juvenil preocupado por el look antes que por las aristas de la realidad (y aquí desfila el característico grupo de jóvenes actores que dará que hablar en los premios europeos del futuro). Imposible no pensar, vista la recurrencia del cine alemán mercantil en el legado de Hitler, en aquellas palabras que el cineasta ruso Sokurov le hizo decir a su crepuscular Führer en Moloch: "Pasarán los años y la bestia se hará humana". Estos alemanes, por mucho que pretendan lo contrario, aún buscan al monstruo, y además lo hacen a partir de una foto de la criatura tomada a mediados del siglo pasado. Pasan por alto de manera interesada que éste ha evolucionado y habita la sociedad (y a cada uno de nosotros) de una manera mucho más compleja (en este sentido, no habría hecho mal el certamen sevillano en programar la europea La cuestión humana de Nicolas Klotz). A fin de cuentas, se trata de un problema muy viejo, muchas veces tratado por los mejores ensayistas de este medio: no merece la pena hacer una mala película sobre el totalitarismo; traducible por: lo que de verdad es totalitario es hacer una mala película sobre el totalitarismo. Mejor quedarse callado.

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