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El entorno de la calle Alcazabilla es un libro abierto al pasado de la ciudad. Su subsuelo habla sin ambages de la huella que fenicios, romanos y árabes dejaron a su paso. El trabajo de los arqueólogos consiste precisamente en desempolvar las capas de modernidad que el tiempo ha ido depositando. Tras nueve meses de excavaciones, los expertos están ya redactando la memoria que da cuenta de la transformación urbanística que experimentó la ciudad a partir del siglo II d. C. Con la Lex Flavia en marcha, las calles estrechas y sinuosas propias del urbanismo semita se convirtieron en gran explanada ornamental (más acorde con el alto imperio) para pasar, a principios del siglo IV a erigirse en una gran zona industrial de salazón y garum.
Uno de los objetivos que se plantearon los técnicos al iniciar los trabajos era certificar que el Teatro Romano no disponía de pórtico, "a diferencia del de Mérida, por ejemplo", dice el arqueólogo Manuel Corrales. Ya en el informe que realizaron en 1989 junto con la Universidad de Málaga se apuntaba esa posibilidad, que ahora queda confirmada. A principios del siglo I, bajo el reinado de Augusto se construyó un teatro modesto y, posteriormente (a principios del II) los flavios se encargaron de la gran reforma, marmorizando el coliseo pero creando a su alrededor un gran espacio abierto con esculturas, acueductos y vías alrededor, "más relacionado con el foro portuario", explica Corrales, arqueólogo responsable (junto a Carmen Peral) de las excavaciones.
A principios del siglo III, el teatro deja de funcionar, queda abandonado y en el siglo IV nace en su lugar una gran zona industrial de la que ahora se conocen sus vestigios. "Han aparecido en la zona sur restos de la cubierta y de la última carga de pescado", recuerda Corrales. El equipo de arqueólogos procederá ahora a los estudios histológicos que determinen qué tipo de especies abundaban en aquella época. Aunque por otras cargas anteriores ya se puede intuir que se tratará de pescado de la bahía de Málaga (boquerones, sardinas y jureles, entre otros) y atún rojo.
En cuanto a las principales piezas halladas los técnicos enumeran, junto a la batería de piletas de garum "al borde de la ciudad fenicia y púnica", la aparición de una gran fuente ornamental (a finales del siglo IV) "posiblemente perteneciente a la casa de esta zona industrial", matiza Corrales. Del periodo bizantino se han datado fragmentos de ánforas e innumerables restos de cerámicas y metales que ahora tendrán que inventariar.
En un principio, los arqueólogos pretendían profundizar en las catas hasta llegar por debajo de los cinco metros de profundidad con respecto a la calle pero "los cortes eran muy estrechos y había riesgo de desprendimiento", confirma el responsable.
El pasado mes de julio, en la zona sur de las excavaciones se instaló un panel expositivo (bajo un inmenso pulpo) con imágenes de la ciudad desde mediados del siglo XIX a mediados del XX, es decir, desde el progreso industrial hasta el final de la autarquía. Hasta hoy han pasado por la muestra más de 75.000 personas y se espera la vista concertada de centros escolares. La exposición estará presente en Alcazabilla hasta el 31 de octubre.
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