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Mikel Lejarza
Toulouse
Literatura
Málaga/Hay novelas que, además de leerse, se habitan. Como si más allá de la portada se accediera a una casa, un espacio bien delimitado, al que el lector es invitado por distintos motivos. Caballo sea la noche (Candaya, 2019), la nueva novela de Alejandro Morellón (Madrid, 1985), autor de los celebrados libros de relatos La noche en que caemos (2013) y El estado natural de las cosas (2017), pertenece a esa estirpe: el protagonista convive con su madre tras la pérdida de su padre y su hermano mayor en una casa marcada a fuego por la desgracia y en la que, bajo la más estricta ley del silencio, las verdades se formulan hacia adentro. Escrita a modo de monólogo interior, la obra narra también la aspiración de una reconstrucción cuyas posibilidades debe dirimir el lector. El mismo Alejandro Morellón presentará Caballo sea la noche junto a Vicente Luis Mora mañana jueves a las 19:00 en la Librería Áncora (Plaza de Uncibay).
Si en sus relatos cultiva Morellón un tono próximo al absurdo y al surrealismo, en su novela, tal y como explica a Málaga Hoy, ha optado por “un escenario verosímil”, si bien la narración destila cierta alucinación de la mano de sus protagonistas. De cualquier forma, no es la primera vez que el autor madrileño adopta la familia como materia esencial: “En mi primer libro había un relato, Subterráneo, que de alguna forma presentaba una premisa a Caballo sea la noche. Además, he escrito sobre familias en otros relatos. No es el único tema sobre el que escribo, pero sí tal vez uno de los más destacados”, apunta Morellón, quien desgrana sus razones: “Al empezar a escribir Caballo sea la noche, me interesaba invitar a la reflexión en torno a lo que constituye la familia como primera institución vital. En la familia nos identificamos con la mirada que nuestros padres y hermanos depositan en nosotros. Luego, posteriormente, esa primera institución se va diluyendo y la vamos sustituyendo por otras, como la escuela o el Estado. En un momento en que los modelos tradicionales de familia son ampliamente cuestionados, estos asuntos fundamentales, que nos afectan a todos, no son precisamente menores”.
Para Caballo sea la noche, Morellón opta por el monólogo interior, con largos párrafos sin puntos ni separaciones que se extienden hasta ocupar cada uno de los cinco capítulos de la novela. Y explica las razones de su decisión: “Quería reflejar el flujo de conciencia, especialmente en la voz del hijo, para que el lector llegara a sentir su angustia. Tenía claro que el lenguaje debía funcionar como un generador de desasosiego por sí mismo, no sólo en relación con lo que contara. El protagonista vive en un espacio enclaustrado del que no puede ni sabe salir, y para llevar al lector ahí no basta con narrarlo, ni con describirlo. El lenguaje tendría que contribuir también a la claustrofobia”. Afirma Morellón que el monólogo interior entraña para él una técnica “natural” a la hora de escribir, aunque con lógicas dificultades: “En la escritura, los puntos nos permiten descansar. Llegas a un punto y entonces puedes parar, fumarte un cigarro y luego seguir por donde lo habías dejado. Si prescindes de los puntos, prescindes de los momentos de descanso, así que a menudo sucede que no puedes parar de escribir. Para terminar Caballo sea la noche tuve que invertir muchas horas seguidas. Entiendo que el lector se encuentra en una tesitura parecida: si no hay puntos, él tampoco lo tiene fácil para descansar. Pero, a cambio, seguramente pueda sentirse más cerca del protagonista”.
Admite Morellón en este sentido que las comparaciones de Caballo sea la noche con novelas como El innombrable de Samuel Beckett son habituales, aunque él pone sobre la mesa otros modelos, como el brasileño Raduan Nassar (“Que también emplea frases muy largas y un estilo con el que me identifico mucho”), la también brasileña Clarice Lispector (“Especialmente La pasión según G. H.”) y otra cima del monólogo interior, La muerte de Virgilio de Hermann Broch. Preguntado por el nivel de riesgo que a su juicio asume la literatura española contemporánea al optar por registros presuntamente difíciles para el lector, Morellón reconoce que su novela “tiene poco que ver con corrientes predominantes como la autoficción y la literatura del yo. Pero uno tiene que escribir lo que le nace, independientemente de las modas editoriales”. En cualquier caso, de la casa que es Caballo sea la noche no se termina de salir nunca.
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