Alessandra García, triple nominada a los Max: "El teatro es político por encima de todo, siempre hay una intención"
La autora y actriz malagueña está nominada a tres Premios Max por su obra 'Mujer en cinta de correr sobre fondo negro'
Los nominados andaluces a los premios Max se reúnen en el Teatro del Soho de Málaga
Málaga/Sus tres nominaciones a los premios Max, le han dado el pase a un espacio mucho más visible y público dentro del teatro nacional. Ya era hora de que la actriz y autora Alessandra García (Málaga, 1984) rompiese barreras para colocar su talento sobre cualquier escenario que sepa apreciarlo. Dice que el lenguaje contemporáneo marca su camino, aunque sepa que el peaje pueda ser la incomprensión. Apela a que el mensaje penetre por otros cauces que no sean únicamente los de la razón e invita a todos a disfrutarlo para que esta forma de contar historias no reduzca sus afectos a una minoría.
-Tiene tres nominaciones a los premios Max, mejor espectáculo revelación, mejor autoría revelación y mejor actriz. ¿Cuál le ha sorprendido más?
-La de mejor actriz es la que más me ha sorprendido, me ha hecho mucha ilusión, las tres lo han hecho. Pero al ser las otras dos en el apartado revelación, estar nominada como mejor actriz me ha chocado más. Me da mucho respeto, porque es verdad que no soy conocida y estar ahí entre las mejores actrices me abruma. Aunque también me digo a mí misma ¿y por qué no?
-¿Con quién se codea en esa categoría?
-Con Mónica López, que es una eminencia en el teatro catalán, y con Sandra Ferrús, que también está nominada a mejor autoría revelación.
-¿Qué cree que le puede suponer ganar un premio Max?
-Para mí el camino ya está siendo muy poderoso y gratificante. Me ha permitido conocer a Antonio Banderas y hablar con él de mis cosas y plantearle que podamos estar allí, en el Teatro del Soho. Eso es algo que ya me llevo, gane o no gane. Que podamos poner en valor este tipo de teatro que hago, más contemporáneo y que tiene que ver con las artes vivas, supone algo muy vasto, muy grande, porque no es fácil. Pero ganarlo significa que los Max apuestan por todo tipo de teatro que habita en este país.
-También un teatro como el suyo…
-Sí, uno como el mío que es autogestionado, en el que hay mucho riesgo y en el que trabajo las nuevas dramaturgias, más cerca de las interdisciplinas… A veces, este teatro no está en este tipo de premios y estar ahí supone reconocimiento.
-¿Estar nominada es ponerla en el mapa nacional?
-Por supuesto. Yo la obra la hice con la intención de salir de Málaga. Arranco con un alter ego muy merdellón, con un berreo pidiendo que me saquen de aquí, y que ese berreo haya llegado hasta aquí me parece muy mágico. Siempre tienes la ilusión de estar ahí pero no te imaginas. Cuando pasa a ser una realidad, en un chasquido de dedos todo cambia, saltas a los medios, estás en todos lados. Es fundamental esa labor de producción, distribución y comunicación que se hace una vez está terminada la pieza. Es muy importante para nosotros que el teatro esté reconocido, que parece que se está convirtiendo en algo friki, que no se convierta en un espectáculo para una minoría, por Dios.
-¿Si coloca en el cartel el distintivo del Premio Max le ayudará a vender más el espectáculo?
-Eso espero. Tengo que confesar que la obra ha sido autogestionada, que arrancamos el año pasado con ella y todavía no le estamos viendo mucha luz, económicamente hablando. Se necesitan muchas funciones para verle la rentabilidad a una pieza. A veces los espacios se obsesionan por los estrenos, hay como una moda de tener que estrenar todo el rato, algo que me parece contraproducente, no le veo la parte positiva. Cuanto más se hace una obra mejor está, los estrenos no son el mejor momento para ver un montaje. A las 28 veces está infinitamente mejor.
-¿Qué es Mujer en cinta de correr sobre fondo negro?
-He querido ser honesta con esta presentación saliendo de mi ciudad, hacer una obra en la que cuente quién soy, desde mi identidad, desde un alter ego, desde unos textos escritos de manera muy contemporánea, muy descriptivos. En mi conciencia de clases cuento de dónde vengo, lo que significa para mí el mote, que es una inscripción artística y social muy potente, una identidad que pasa desapercibida y tendría que tener más valor. También cuento que tengo una pareja que es un mujer y cómo nos enfrentamos a la maternidad, y hablo, sobre todo, del querer ser y no ser, lo que representa un barrio humilde. Todo lo cotidiano, lo que es invisible, me emociona. El autobús también.
-¿El autobús es un microcosmos?
-El autobús representa mucho a la sociedad, te montas en él y te empapas. Para mí el autobús es la realidad, el guantazo, la verdad. Me gusta mucho lo pequeño, lo cotidiano, lo íntimo, a lo que no sueles prestarle atención.
-¿Su teatro también tiene que tener reivindicación?
-Claro. Yo creo que el teatro es político por encima de todo. Si te pones frente a un público, inevitablemente tienes el poder de la voz y el micrófono, y todo lo que cuentas lo haces con una intención. Sea la que sea, siempre habrá un mensaje tuyo. Yo no puedo contar algo sobre un escenario que antes no me haya cuestionado y haya pensado muy bien cómo lo muestro. Yo pienso mucho, me como la cabeza para que tú pienses como espectador. Y creo que ahí está el valor. Considero que el artista que llega es el que ha estado mucho tiempo pensando cómo te lo va a contar.
-¿Moverse en el lenguaje contemporáneo puede suponer incomprensión por parte del público? ¿Se siente incomprendida y que no llegue a ese mensaje?
-Siempre intento que mis obras artísticas tengan muchas capas. Me viene a la cabeza una performance que hice que se llama La perra que habito, hacía de perra en los mercados. Cualquier persona que estuviera comprando podía ver esa primera capa, entrar en el juego, acariciarme como si fuese un animal, y también descubrir todo lo que tiene debajo esa performance. Creo que el público tiene que preocuparse menos de entender y ocuparse más de lo sensorial, que le vengan las cosas de otra manera que no atañen a la razón. No todo tiene que entrar por la razón. Qué aburrido. Puede entrar desde la experiencia visual, desde la emoción que me ha sobrecogido y no sé por qué, desde el aburrimiento que me provoca… todo esto. En la obra le digo a la gente que piense. Me parece tan bonito cuándo sales de ver una obra y tienes la necesidad de debatirla, cuestionarla o analizarla con los demás… Eso tiene que ver con el teatro contemporáneo.
-Creo que en La perra que habito llegó a comer hasta carne cruda…
-Sí, me vine muy arriba. En el mercado Central me metí en una cubo de desechos de un carnicero, chupé un hueso, pero luego me puse hasta mala.
-Si la llaman para hacer una producción súper comercial, ¿aceptaría?
-Pues no lo sé, depende. Si es algo que no comparto en absoluto no lo haría, para eso tengo otros trabajos que me llenan la nevera. Pero no me da miedo los mainstream, siempre que pueda hacer lo que me de la gana. Este tipo de producciones están ahí, me pertenecen igual que a los demás y las podría utilizar si quiero.
-¿La entrega en su oficio tiene que ser total?
Total y absoluta. No hay otra manera. Desde que me tengo que hacer autónoma, alquilar una furgoneta y entregar papeles en la Junta, a subirme al escenario. Todo tiene que ser una entrega total y absoluta. Hay mucha miseria en este oficio y para que el talento luzca hay que trabajar por noventa.
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