Entre todas las mujeres

Pensamiento | Alfredo Fierro

El Toro Celeste reedita ‘Hijas de Eva’ aproximación de Alfredo Fierro a las figuras femeninas de la Biblia con forma narrativa e intención filosófica

El escritor, pensador y catedrático Alfredo Fierro (Soria, 1936). / Málaga Hoy

Málaga/Cuando allá por 2012 (hace dos días, en realidad) Alfredo Fierro (Soria, 1936) publicó Hijas de Eva en la editorial Endymion, el mismo autor se refería a su obra en tono menor, como una “colección de cuentos escritos con ánimo pedagógico”. La aparición aquel mismo año de Después de Cristo (Trotta), ensayo recibido de forma unánime como una de sus obras más importantes, y con el que retomaba la filosofía de la religión después de numerosos títulos relativos a la psicología, la antropología y la historia de la ciencia, entre otras cuestiones, ensombreció un tanto la aparición de aquellas Hijas de Eva que merecían, por la oportunidad en la que habían sido alumbradas, una divulgación mayor. Hace apenas un par de años, otro nuevo libro, Historias del Dios, en el que los relatos de inspiración bíblica volvían a adquirir aquel aroma como de fábula moral con tal del sometimiento a la duda de todos los dogmas, incidía en la calidad de tesoro por descubrir que había significado Hijas de Eva. Ahora, Fierro, catedrático emérito de Psicología de la Universidad de Málaga, reconocido con galardones como el Fray Luis de León por otro de los hitos de su pensamiento, Heterodoxia (2006), y referente decisivo de la filosofía de la religión en el último medio siglo, ha decidido darle una segunda vida a estas Hijas de Eva de la mano de la editorial malagueña El Toro Celeste, donde nuestro hombre ha publicado otros volúmenes recientes como Contra inhumanidad (2015) y su conmovedora confesión poética Cuenta atrás (2017). Si hasta ahora no ya la ortodoxia, sino incluso la revisión crítica del cristianismo había jugado a mantenerse fuera del enfoque feminista de la Historia contemporánea, Fierro sirve en bandeja un antídoto que pondrá a prueba la tolerancia de los bien pensantes y estimulará una interpretación nueva no ya de los Evangelios, sino de la Biblia en su conjunto como argamasa determinante de la civilización occidental, en la que las mujeres tienen mucho que decir. Todo desde el relato, como recurso para la garantía del deleite aunque sin renunciar a la exigencia filosófica.

Estas mujeres muestran apego a la tierra cuando los hombres sólo prestan atención al cielo

Precedido por el mismo epitafio apócrifo boloñés del siglo XVI que abrió la anterior edición (“ni joven ni vieja ni niña / ni virgen ni mártir / ni casta ni meretriz ni púdica / sino todo ello a la vez / arrebatada / no por enfermedad ni por veneno o hierro / sino por toda causa de morir / ahora residente / no en el cielo o el aire ni en la tierra / yaciente por doquier”), el libro pone en primer plano a las mujeres que las Escrituras han dejado a los márgenes para dar cuenta de la preminencia masculina. De la universal Eva hasta la reina Berenice, pasando por Rebeca, Betsabé, Raquel, Verónica, María y María Magdalena, todas dan cuenta en primera persona (con tonos, a menudo, y de nuevo, próximos a la confesión) de sus lecturas particulares de los acontecimientos, de sus protagonistas y de las decisiones asumidas sin contar con ellas. La conclusión es que un cristianismo que hubiera dado cabida en su momento a estas mujeres y sus discursos en el mismo plano que a los profetas, reyes y apóstoles sería hoy bien distinto, por mucho que sus principios religiosos fuesen los mismos. Como explica el propio Fierro, “con cierto escepticismo a veces frente a las entusiastas fantasías y empresas de los hombres, ellas muestran apego a la tierra en tiempos en que las gentes solo parecían tener ojos y oídos para el cielo”. Y aquí radica la principal diferencia de esta alternativa al cristianismo respecto a la tradición vigente: la querencia a la realidad, al mundo y a lo posible como objeto para una acción transformadora en lugar de las utopías celestes.

En este sentido, Fierro parece dar la razón a Simone Weil cuando la filósofa francesa lamentaba que el cristianismo se hubiese desecho del estoicismo en su definición doctrinal, precisamente por la oportunidad perdida a la hora de fijar la atención en la tierra, en el presente, no en los cielos prometidos ni en los diversos modos de resurrección. Nombradas unas, otras anónimas; jóvenes, ancianas, castas, meretrices, retraídas o vitalistas, todas estas Hijas de Eva hacen gala de un desapego a menudo irónico respecto a los cuentos de hadas que hacen enloquecer a los hombres. De ahí una sabiduría tan justa y necesaria.

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