El parqué
Álvaro Romero
Tono ligeramente alcista
Es una alegría y toda una lección de vitalidad observar que existe el humor en España. El folleteo, las interminables groserías... todos esos recursos que algunos insisten en llamar humor no tienen nada que ver con la muestra de una gracia refinada e inteligente que se exhibió con Sólo para dos, presentada ayer en la sección Málaga Premiere del Festival de Málaga. Cuesta ver la película de Roberto Santiago, protagonizada por Santi Millán, Martina Guzmán y Antonio Garrido, como una comedia al uso cuando se eleva por encima de todos los productos pretenciosamente ocurrentes que aquí se producen y luego no salen del país, porque, o bien España se averguenza de su humor, o es capaz de razonar (¿es capaz?) que fuera de sus fronteras no serviría de nada. Por otro lado, Sólo para dos no solo es exportable: es humana. No busca sonrojar a nadie con tristes metáforas sexuales, ni busca avergonzarlo. Se libera de cualquier pretensión con un comienzo realmente humilde, que no hace otra cosa que augurar un buen rato. Sin embargo, el dinamismo entre una secuencia y otra, su impetuoso mantenimiento del ritmo y sus descacharrantes interpretaciones consiguen que el buen rato se convierta en un filme realmente simpático, un relato tan agradable como la cálida brisa de Isla Margarita. Juega con la iconografía del entorno, de las jergas de cada personaje. Con el tiempo, se hacen imperfectos y le facilitan el empatizar con ellos. Aquí reside el pilar de Sólo para dos. Nada es superficial, ni tampoco pretende resultar trascendente. Únicamente se limita a ser lo que es, a que sus personajes sean lo que son. Puede que la aunténtica sorpresa es que existan equipos y realizadores que no quieran enfatizar en la mente humana a través de diálogos inconexos y situaciones absurdas. Aquí encontrará la prueba. Aquí encontrará que, lo sencillo, cuando se echa de menos, se hace querer.
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