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Arturo Díez Boscovich | Director musical del Teatro del Soho
Málaga/Quien ha visto a Arturo Díez Boscovich (Málaga, 1979) dirigiendo a Mahler sabe lo que este hombre es capaz de hacer en la tarima, pero su disciplina abarca mucho más allá de la música sinfónica: los espectáculos musicales (fue director musical de la producción española de Los miserables), las bandas sonoras para el cine (en su triple función de director de orquesta, compositor y responsable artístico del festival Movie Score Málaga) y la ópera (su participación en la temporada lírica del Teatro Cervantes es recurrente) forman parte de su quehacer con igual éxito y dedicación. Sin embargo, uno de sus retos más importantes empieza ahora a tomar forma: Antonio Banderas confió en él para el puesto de director musical del Teatro del Soho Caixabank, en el que debutará próximamente con A Chorus Line.
-Ahora que ya está a bordo del Teatro del Soho con Antonio Banderas, ¿responde de momento el proyecto a sus expectativas?
-Sí, desde luego. Banderas me convocó a un encuentro en la Semana Santa de hace dos años, en el Hotel Larios. En realidad en aquella cita no hablamos mucho del proyecto, sino de nuestros gustos musicales, de lo mucho que a él le gusta Puccini y cosas así. Congeniamos bien y hubo buena química. Ya algún tiempo después me llamó para proponerme la dirección musical del Teatro del Soho y me contó la idea de empezar con A Chorus Line, lo que, evidentemente, me hizo muchísima ilusión. Es genial poder ver cómo empieza un proyecto de estas características, formar parte de un equipo tan especial desde el principio.
-¿Cabe entender su fichaje como una declaración de intenciones respecto al protagonismo que tendrá la música en la programación del teatro?
-Sí, pero a fin de cuentas el género musical no deja de ser una conjunción de teatro, música, danza y otras artes. Incluso cuando presentas un concierto de canciones de Broadway es inevitable teatralizarlas. Pues bien, estoy convencido de que el teatro va a ser un reflejo de esto. Es cierto que la música va a tener un gran protagonismo, pero no más que el teatro. Va a haber una conjunción de manera equilibrada.
-De cualquier forma, un título como A Chorus Line parece encajar como un guante en sus inquietudes artísticas.
-Bueno, sucede algo curioso. En el ambiente operístico casi todo el mundo considera que vengo de los musicales, y en el mundo de los musicales lo habitual es que me vinculen con la ópera. Cuando voy a dirigir una orquesta sinfónica casi siempre me reciben como a un músico de cine, y cuando hago cosas para el cine se refieren a mí como a un director de orquestas sinfónicas. Esto me llama mucho la atención, porque la verdad es que me siento igual de cómodo haciendo una cosa y la otra. Y no soy un caso excepcional, ni mucho menos. Ya Leonard Bernstein, salvando las distancias, dirigía musicales en los fosos de Broadway y luego dirigía la Quinta de Mahler o El caballero de la rosa de Richard Strauss. Hay muchas ramas dentro de la música que me interesan y con las que me siento conectado. Me encanta dirigir a Verdi y a Mozart, pero no me siento menos cómodo dirigiendo musicales. Me fascinan desde pequeño.
-¿Tiene eso que ver con cierto prejuicio del mundo clásico, una tendencia a considerar la música hecha para cine y teatro como de una división inferior?
-Sí, no se suele hablar mucho de esto pero lo cierto es que es una realidad. Los musicales han representado siempre un género menor dentro de la música clásica. Creo, sin embargo, que las cosas están empezando a cambiar en este sentido. Las fronteras se han ido abriendo y parece que hay una mayor aceptación, pero igualmente conozco a compañeros de profesión que no miran con buenos ojos la posibilidad de dirigir algo como A Chorus Line. Pero el teatro tiene la misma emoción y la misma magia que cualquier función de ópera. Y yo hago siempre mi oficio de la misma manera, no tengo que cambiar ningún chip para pasar de una cosa a otra. Es cierto que la disciplina del musical es menos férrea, en el sentido de que, por ejemplo, los ensayos son más relajados. En la música clásica todo es más directo, hay más premura. En la ópera tiene que llegar todo el mundo con el papel aprendido, mientras que en un musical se va aprendiendo sobre la marcha. Son sistemas de trabajo diferentes, pero a la hora de abordarlos lo hago con la misma llave.
-¿Lo más difícil en el Teatro del Soho será qué hacer después de A Chorus Line?
-Tengo mucha confianza en Antonio Banderas, he visto cómo ha levantado este proyecto de la nada. Todos los compañeros tenemos una fe ciega en él, porque se deja la piel en el trabajo y es una persona de palabra. Conserva un entusiasmo admirable, y al final esto es lo que abre todas las puertas. No es un hombre que se ponga frenos. Y piensa además que seguramente nunca había afrontado un proyecto tan personal como éste, así que siente que por una vez puede hacer lo que quiera. A partir de aquí, las posibilidades del teatro para el futuro son infinitas.
-¿Le quedará tiempo a usted para otros proyectos?
-Mi vida está repartida entre la dirección y la composición, y supongo que esto seguirá siendo así de alguna forma, aunque ahora tengo toda mi atención puesta en el Teatro del Soho. Lo que no quiere decir, claro, que puedan surgir algunas colaboraciones puntuales y trabajos con otras orquestas. Es más, Banderas me dejó muy claro que al ofrecerme el puesto de director musical no pretendía ni mucho menos frenar mi carrera. Pero lo cierto es que en el Teatro del Soho vamos a hacer cosas diferentes musicalmente hablando, así mi que prioridad está aquí.
-¿Seguirán con normalidad sus colaboraciones con la Orquesta Filarmónica de Málaga?
-Sí, de hecho vamos a grabar un poema sinfónico que compuse para orquesta de cámara inspirado en el Quijote y que fue premiado hace unos años en el certamen italiano de Città di Castello. He hecho una reorquestación sinfónica y vamos a grabarlo con Antonio Banderas como narrador, espero que antes de fin de año.
-¿Es de esperar la presencia de la OFM en el Teatro del Soho?
-Sí. El gerente de la orquesta, Juan Carlos Ramírez, y yo nos reunimos hace unos días con Banderas y abordamos la cuestión. Ya hay de hecho algunas sinergias, como una pequeña fanfarria que vamos a grabar para el Teatro del Soho a modo de sintonía. Pero, previsiblemente, habrá acuerdos para celebrar algunos conciertos extraordinarios y también conciertos de música de cine. No habrá mejor lugar en Málaga para hacerlos que el teatro de Antonio Banderas.
-¿Confía en que la respuesta del público esté a la altura?
-Tengo un pálpito. Cuando hace unos años vine al Teatro Cervantes a dirigir Los miserables se agotaron todas las entradas para nada menos que dos meses de funciones. Es cierto que Los miserables es un musical con mucho tirón, pero me sorprendió positivamente. Creo que al público malagueño le gusta el teatro. Es verdad que hay ciertos prejuicios respecto a Málaga, como si por su superficie, si quieres, perpetuamente veraniega y turística, al malagueño sólo le gustara comer camperos e ir a la playa. No, Málaga disfruta mucho de la ópera, por ejemplo. Tanto, que demanda de manera elocuente más funciones de ópera en su temporada lírica. Así que las previsiones pueden ser buenas.
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