Becker: la pareja y los iguales
Director Jacques Becker. Con Roger Pigaut, Claire Mafféi, Noël Roquevert, Gaston Modot, Made Siamé, Pierre Trabaud. Avalon/Fnac.
Becker suele ser reducido a sus títulos nocturnos, a su magisterio en los géneros dramáticos: París, bajos fondos, Touchez pas au grisbi, Los amantes de Montparnasse, La evasión. Pero el francés también cultivó la ligereza, cierto es que no exenta de ese ruido documental que enloquecía a los jóvenes críticos de la nouvelle vague, en títulos propios de la comedia romántica y del estudio de la vida en pareja golpeada por una crisis que la tambalea. Se escapó la suerte (1947) -que bien podría ser considerada el inicio de una trilogía de crónica romantico-social que completarían Édouard et Caroline (1951) y Rue de l'Estrapade (1953)- participa de la inconfundible suavidad y fluidez de Becker, evidenciando asimismo otra de las grandezas de su cine, la de utilizar la trama como subterfugio para el estudio de personajes y atmósferas. De la representación de la vida en un barrio obrero, de donde se recorta la tragicómica historia de enredos en la que una pareja pierde un billete de lotería premiado con cerca de un millón de francos, nace lo esencial, entonces, de Se escapó la suerte, y es el asombroso detallismo con el que Jacques Becker espesa el argumento -que tira del azar pero no por ello es menos previsible- lo que llama poderosamente la atención: el gusto por la precisión de tipos y hablas, por el retrato de cuerpos en el ejercicio del trabajo y en la distensión ociosa; eso, en definitiva, que es tan díficil de describir y tan fácil de admirar, y que pasa en estas películas igual que en las de Renoir, Guitry, Pagnol...
En Se escapó la suerte Becker va añadiendo capas de humanidad mientras da entrada a los tipos del barrio, una colección de hombres y mujeres que escenifican el vodevil de puertas, escaleras y confusiones sin por ello cortocircuitar el trasfondo del que nacen, que es el de la vida demediada y sacrificada, pero también el de la resistencia, la camaradería y la solidaridad. Al final, casi todos los personajes se dan cita en el piso-habitación de los protagonistas, donde tiene lugar la improvisada pelea entre el joven que perdió el billete y el maduro tendero que ha intentado sobrepasarse con su esposa. Allí se dan los pertinentes golpes y bofetadas, y cuando asoma el brillante metal y se escucha la palabra "asesino", se revive todo el orgullo de clase que la guerra acababa de pisotear.
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