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Libros | Bernardo Díaz Nosty
Málaga/Recuerda Bernardo Díaz Nosty (Valladolid, 1946) la máxima por la que el periodista “proyecta la vida de mucha gente, pero nunca la suya”. Y la condena a cierta invisibilidad que, en consecuencia, entraña el oficio en la redacción para la gran mayoría de los reporteros. Sostiene el investigador que este anonimato (tan paradójico, al cabo, respecto a la costumbre de los periodistas de firmar sus artículos como signo de la asunción de responsabilidades) afecta en el sector a hombres y a mujeres, pero lo cierto es que el rescate de las mujeres periodistas olvidadas brinda una idea bien distinta de la acostumbrada respecto al mismo ejercicio del periodismo, su historia, su tiempo y su coyuntura. Hace ya algunos años, Díaz Nosty, doctor en Ciencias Políticas, director de la Cátedra Unesco de Comunicación en la Universidad de Málaga, novelista y escritor, decidió recopilar nombres y biografías de mujeres periodistas españolas del siglo pasado y, para su propia sorpresa, la nómina resultó bien amplia. El resultado es Voces de mujeres periodistas españolas del siglo XX nacidas antes del final de la Guerra Civil, un abultado y jugoso volumen que publica ahora la editorial Renacimiento y que tendrá su presentación, de momento, y a la espera de más fechas, el próximo 6 de marzo en la Asociación de la Prensa de Madrid y el día 22 del mismo mes en la sede del Centro Andaluz de las Letras en Málaga.
El libro recoge algo más de doscientas biografías, semblanzas y perfiles de mujeres nacidas entre 1820 y 1939 que ejercieron el periodismo, de manera diversa y en muy distintos niveles de dedicación, a lo largo del siglo XX. Además, Díaz Nosty incluye una pormenorizada introducción, rica en tablas estadísticas, así como un jugoso índice nominal. El lector encontrará referencias de periodistas bien conocidas, desde Carmen de Burgos a Encarnación Sánchez pasando por Isabel Oyarzábal, Rosario del Olmo o Josefina Carabias; pero también de otras que han caído en el olvido y para cuya recuperación la investigación de Díaz Nosty se muestra singularmente oportuna. Eso sí, el autor deja bien claro que, a pesar de la dimensión enciclopédica de su libro, el listado de reporteras es incompleto: “A menudo las referencias de unas mujeres me llevaban a otras mujeres. Pero hay muchas cuyas biografías no he podido completar a un nivel mínimo y, por tanto, no aparecen en el libro. Durante la Segunda República España vivió una gran efusión de mujeres periodistas, pero la mayor parte de las referencias que se conservan corresponden a las que ejercieron en Madrid y Barcelona; las que trabajaron en el resto de provincias quedaron, en su mayor parte, en el olvido”, explica el mismo Díaz Nosty, quien señala que tal silencio tiene que ver con la Guerra Civil, el exilio posterior “y todas las causas habitualmente señaladas en relación con la memoria histórica de nuestro país”.
La referencia a la Guerra Civil en el título del libro no obedece sólo a un criterio cronológico: el conflicto establece un eje esencial en torno al que se articula el ejercicio del periodismo en España, lo que afecta necesariamente a las mujeres periodistas. En el volumen comparecen reporteras que se enfrentaron al franquismo, que lucharon en el frente, que murieron en combate o condenadas a muerte por sus ideas o que sufrieron el exilio, como la catalana Mariana Ginestà, quien fue inmortalizada el 21 de julio de 1936 mediante una fotografía realizada en Barcelona por el alemán Hans Gutmann en la que la joven se deja ver a sus 17 años con el fusil al hombro y que terminó convirtiéndose en todo un emblema de la Guerra Civil; la militante anarquista Lola Iturbe, que tras cuatro décadas de exilio regresó a España una vez muerto Franco y continuó publicando en varias cabeceras hasta su muerte en 1990; la socialista Luisa Carnés, toda una estrella del periodismo en la Segunda República que falleció en México en 1964; la comunista sevillana Matilde Zapata, condenada a muerte y ejecutada en mayo de 1938, a sus 31 años, en Asturias; o la madrileña Rosario del Olmo, que en 1934 publicó en La Libertad la entrevista más recordada de las que concedió Antonio Machado. Pero también cuenta Díaz Nosty la historia de Sofía Casanova, corresponsal que, tras conocer de cerca el comunismo en la Unión Soviética (entrevistó a Trotski en diciembre de 1917), abrazó el nazismo primero cuando contrajo matrimonio en Polonia y el franquismo después a su regreso a España. Así como la de Lula de Lara, impulsora fundamental de la ideología falangista a través de las publicaciones de la Sección Femenina que llegó a dirigir. Recuerda Díaz Nosty que, en el contexto de la Guerra Civil, muchas mujeres acudieron al periodismo “con un ánimo activista. Pero justo por esto hicieron un periodismo moderno y europeo: se infiltraban, indagaban, viajaban. Eso sí, en los sectores conservadores el periodismo que practicaban las mujeres no era menos moderno, en la medida en que reivindicaban también la libertad y la igualdad de la mujer. Había una posición común contra el clericalismo que reservaba a la mujer un papel doméstico, tanto desde las periodistas de la izquierda como también desde muchas católicas que decidieron no resignarse. Desde la disparidad ideológica, todas ellas compartían la necesidad de salir a la superficie, de divulgar socialmente la idea de que no sólo no eran menos que los hombres, sino que podían ser más”.
Otro de los mitos que derriba el libro es el que sostiene que la llegada de las mujeres al periodismo en España constituye un fenómeno reciente. Tal y como señala Díaz Nosty, “las mujeres no se incorporaron tarde al periodismo. Es más, de hecho puede considerarse una profesión tradicionalmente femenina en España junto al magisterio. Muchas mujeres que conocían a fondo la sociedad española en las aulas optaron por informar después sobre ello en publicaciones que a menudo fundaban ellas mismas”. Eso sí, advierte el autor de que, como reacción al olvido al que fueron sometidas muchas tras su muerte, “a menudo se procede a engrandecer y falsear sus biografías, atribuyéndoles méritos que no son exactos o que a veces son directamente falsos. Ocurre lo mismo con periodistas mujeres afines al franquismo, como Sofía Casanova, de quien a veces se presenta un perfil político mucho más moderado del que tuvo realmente. No se trata de hacer una alabanza general de todas las mujeres periodistas, porque eso no tendría sentido y sería injusto con las profesionales que sí destacaron. Pero es que, además, el conjunto es espléndido: no hace falta dar a entender lo que no fue”. En Voces de mujeres periodistas españolas del siglo XX encontrará también el lector a mujeres periodistas que compaginaron su labor en la redacción con la creación literaria, como la pionera Emilia Pardo Bazán, Isabel Oyarzábal, María Teresa León, Carmen Laforet y Carmen Martín Gaite. Con el tiempo, algunas de estas autoras fueron incluidas en grupos generacionales como los del 98 y el 27, por más que, como recuerda Díaz Nosty, “muchas de ellas sufriesen el rechazo académico en su día, así como del franquismo posteriormente”. En todo caso, para muchas de estas autoras “el periodismo, y especialmente el periodismo literario, fue un medio que les permitía ganarse la vida y dedicar tiempo también a la creación literaria, dado que pocas podían vivir de sus libros; y esto apenas ha cambiado desde entonces”. Otras mujeres periodistas también asumieron responsabilidades políticas, como la anarquista Federica Montseny, nombrada ministra de Sanidad y Asistencia Social al principio de la Guerra Civil tras el ofrecimiento de Largo Caballero. En su caso, el periodismo abrazaba un carácter ideológico, de propaganda, consecuente con el activismo político.
Donde sí se advierte una tónica continuista es en la llegada de las mujeres a los puestos de responsabilidad en las redacciones: “Actualmente podemos contar media docena de mujeres directoras de periódicos en España, lo que representa un 6%. En la Guerra Civil hubo cuatro directoras de prensa, pero cabe señalar que si entonces una mujer asumía puestos de responsabilidad se debía, principalmente, a que los hombres morían asesinados o partían al frente”. Ya durante el franquismo, “las mujeres desaparecieron de la prensa de información general para quedar recluidas en las revistas, con lo que sus opciones de alcanzar puestos directivos eran nulas”. El reconocimiento profesional al mérito de las mujeres periodistas sigue siendo una deuda pendiente. Desde hace ya demasiado tiempo.
Puesto el punto final a su investigación sobre mujeres periodistas españolas, Díaz Nosty trabaja ya en otro proyecto similar en el contexto latinoamericano. Antes, sin embargo, el profesor tiene previsto publicar este mismo año Periodistas en el punto de mira, una monografía dedicada a todos y cada uno de los reporteros que murieron asesinados en América Latina entre 1970 y este mismo año 2020. De momento, el autor baraja la cifra de 1.156 periodistas muertos como consecuencia de la violencia militar, del narcotráfico o de la policía y los funcionarios públicos.
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