El Brujo planta en el Cánovas el verbo de Fernando Quiñones con 'El testigo'

Rafael Álvarez y el Centro Andaluz de Teatro comparten la producción del montaje, en el que el actor cordobés encarna al cantaor Miguel Pantalón, una de las creaciones más geniales del escritor gaditano· 'El testigo' se representa en el Teatro Cánovas (Plaza de El Ejido, 5) desde hoy hasta el sábado a las 21:00 y el domingo a las 19:30. Entradas: 13 euros.

Rafael Álvarez 'El Brujo', en una de sus últimas visitas a Málaga.
Pablo Bujalance / Málaga

05 de noviembre 2009 - 05:00

El flamenco ha formado siempre parte de esa amalgama de verbo y memoria con la que el lucentino Rafael Álvarez El Brujo ha tramado su teatro. Él mismo lo admitió en su espectáculo conmemorativo Una noche con El Brujo, en el que rendía homenaje a los cantes familiares que se hacían alrededor de una mesa con un hule que tenía pintado el mapa de Europa. Por eso, El testigo, de Fernando Quiñones, se adapta como un guante a su universo, el de un hombre solo que a la vez es muchos y que sube al escenario para contar lo que sabe, lo que ha vivido. Fue Francisco Ortuño, director del Centro Andaluz de Teatro (CAT), quien le propuso incluir la obra en su repertorio y el actor aceptó: El testigo, montaje coproducido por El Brujo y el CAT, se estrenó el mes pasado en Sevilla y, después de haber visitado diversas plazas andaluzas (inauguró la última edición del Festival Iberoamericano de Teatro de Cádiz), llega hoy al Teatro Cánovas de Málaga, donde se representará hasta el domingo.

El testigo tiene mucho que ver con el teatro de El Brujo porque su protagonista, Miguel Pantalón, una de las creaciones más geniales del gaditano Fernando Quiñones (1930-1998), es un cantaor con mucha labia. Un ser que hace memoria y habla de La Caleta, del duende, del cante como una posesión que ejercen los ancestros contra uno mismo, de los gitanos y el dichoso nervio. El mismo Rafael Álvarez explicó en la presentación de la obra en Cádiz que aceptó interpretar el texto cuando, más que leerlo, lo oyó y advirtió en él "el cante, la soleá, la seguiriya, el espíritu de la bulería". Hay un verdadero compás de amalgama metida en esta confesión, género al que Quiñones mostró especial predilección (recuérdese su inmortal Legionaria, llevada a las tablas durante décadas de manera sobresaliente por El Mentidero) y que en El Brujo remite al mismo origen de la literatura: la palabra contada, o cantada, no escrita, dicha, la comunión del verbo y música, el arte del juglar que su cómplice Dario Fo recuperara para el siglo XX.

El Brujo regresa a Málaga, que también es su casa, con la familiaridad de siempre. Su anterior visita ocurrió poco antes del verano en el Teatro Alameda con su Lazarillo de Tormes, que sigue dando vueltas más de veinte años después. Queda pendiente de verse aquí su otra producción de 2009, El Evangelio según San Juan, estrenada en la pasada edición del Festival de Mérida. Un legado de la tradición oral que es teatro vivo, el de uno de los mejores actores españoles.

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