Cantes en la órbita de Venus

Tras una campaña de 'crowdfunding', Frutería Toñi lanza su segundo álbum, 'Tengo mis días buenos', que presentará el día 29 en la sala Eventual

Cantes en la órbita de Venus
Pablo Bujalance

03 de abril 2017 - 09:15

La aparición (un tanto clandestina y facturada desde la más absoluta artesanía) en 2013 de Mellotron en Almíbar, el primer disco de Frutería Toñi, venía a confirmar lo que algunos ya sospechaban: en el magma musical malagueño, el rock progresivo no es, ni mucho menos, una cuestión ajena, por más que aquí el guiso se cocine con suficientes particularidades para ser otra cosa. La semilla de Tabletom estaba ya presente, pero también la de otras muchas madres, en un abanico que abarcaba desde el rigor de King Crimson hasta la libertad sentimental del soul pasando por la espontaneidad primaria de los verdiales (no en vano, algunos de los miembros de la banda militan en pandas de la provincia). Ahora, después de una intensa campaña de crowdfunding que ha permitido al grupo autoproducirse a gusto, acaba de llegar el segundo envite de Frutería Toñi, Tengo mis días buenos, una soberbia colección de canciones grabadas en los estudios Puerto Records de Manolo Toro y engalanadas bajo una impactante cubierta de Isabel Farfán. Salva Marina (teclados, guitarra y voz), Curro García (bajo, guitarra y coros), Jeimi Montes (batería), Jesús Sánchez (saxo y clarinete) y Víctor Rodríguez (violín) componen la formación implicada en Tengo mis días buenos (Rodríguez, violinista procedente del mundo de la música clásica, sustituye a Carlos Fernández, que dejó el grupo en 2013), donde también han participado los guitarristas Miguel Olmedo y Ramón Aranda, Carlos Moratalla y Eva Montiel a los coros, Nick Harcour-Smith al oboe y los poetas Jacinto Pariente y Juan Miguel González en la escritura de algunas letras. Tengo mis días buenos supone un paso de gigante en la trayectoria de Frutería Toñi, con composiciones del calibre de Hablar con las estatuas, La órbita de Venus o la descomunal FTV-1 elevado a Ñ, con sus 16 minutos de duración, por las que Robert Fripp y Greg Lake habrían entregado la cuchara. Ya hay además fecha y lugar de presentación: será el próximo día 29, sábado, en la sala Eventual Music (C/ Cuernavaca).

Apunta Salva Marina, a la sazón cantante de Tabletom, que Tengo mis días buenos tiene su distribución en doce plataformas digitales, mientras que para la correspondiente al álbum físico "contamos con la complicidad de Fran Macías, de Pat Discos que trabaja especialmente con bandas de rock progresivo y que ya llevó Mellotron en Almíbar a países como Japón y Brasil; y también con tiendas como Candilejas". En cuanto a los conciertos, una vez realizada la presentación "el objetivo principal será salir de Málaga todo lo que podamos. Para ello esperamos llegar a acuerdos con otros grupos de rock progresivo en España, con el fin de que podamos tocar nosotros fuera y ellos vengan aquí compartiendo esfuerzos, casas y materiales". Todo desde la más absoluta indepedencia, matiz al que Salva Marina busca las cosquillas: "Tanto como pusimos a parir a las compañías discográficas y ahora las echamos de menos. Los músicos tenemos que hacerlo absolutamente todo, y no siempre es fácil".

La independencia sale más cara, claro, si de un género tan poco popular como el rock progresivo se trata, pero Marina advierte una tendencia a su favor: "Sin meternos en el mainstream ni nada parecido, creo que hay más gente interesada en el estilo de música que hacemos. Digamos que la pandillita de fervientes ha ido creciendo, en parte porque muchos se han cansado del criterio comercial y de que no haya grupos como tales, sino productos de managers. Y el rock progresivo les puede servir de refugio". Eso sí, Salva Marina deja claro que Frutería Toñi "no encaja realmente en el perfil del rock progresivo. Hacemos lo que nos da la gana, lo mismo funk, que reggae que algo a lo King Crimson. Desde luego, no tenemos nada que ver con esos grupos de rock progresivo de los 90 como Porcupine Tree y Dream Theater, tan serios y aburridos, en los que cantar es un crimen. A nosotros nos inspiran más gente como Gong o Frank Zappa, que cantaban, hacían una música increíble y además se lo pasaban de puta madre". Si añaden a todo esto la inspiración rural de los Montes, de aquí sólo puede salir algo grande. Muy grande.

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