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Cátedra reúne en un libro los artículos de María Zambrano posteriores al exilio

El volumen 'Las palabras del regreso', con edición a cargo de Mercedes Gómez Blesa, revisa buena parte de la historia del siglo XX y de sus pensadores y artistas más notables en los ojos de la veleña

La pensadora María Zambrano, en una imagen de 1986.
Pablo Bujalance / Málaga

28 de noviembre 2009 - 05:00

El 20 de noviembre de 1984, María Zambrano pisó suelo español después de cuarenta años de exilio. El episodio cobró una poderosa connotación simbólica por cuanto representaba el cierre de una herida por la que se había perdido lo mejor de la cultura española del siglo XX más allá de sus fronteras naturales, si bien otros muchos intelectuales y artistas que también se habían exiliado decidieron no regresar. A partir de entonces, y hasta la muerte de la veleña en 1991, los homenajes se sucedieron: ya en 1985 la Universidad de Málaga la nombró doctora honoris causa y la Junta de Andalucía le otorgó el título de Hija Predilecta, mientras que en 1989, el mismo año que su nombre sonó con fuerza para el Premio Nobel de Literatura (concedido finalmente a Camilo José Cela), recibió el Premio Cervantes. Pero el fin del exilio, como sí ocurrió con muchos de sus contemporáneos, no significó el fin de su producción: la autora de obras imprescindibles para la filosofía reciente como El hombre y lo divino y La agonía de Europa continuó escribiendo, a pesar de un mermado estado de salud contra el que venía luchando desde hacía décadas, si bien recurrió la mayoría de las ocasiones al artículo periodístico para prolongar el desarrollo de su pensamiento luminoso y neoplatónico. Ahora, la editorial Cátedra acaba de publicar en su clásica colección Letras Hispánicas el volumen Las palabras del regreso, que recoge todos estos artículos escritos después de 1984 con una cuidada edición a cargo de Mercedes Gómez Blesa con la colaboración de la Fundación María Zambrano.

La compilación se abre con el artículo Amo mi exilio, considerado fundacional por cuanto contribuyó a definir la generación de escritores españoles que tuvieron que huir de España tras el final de la Guerra Civil e hicieron de la distancia y el aposento en tierra extranjera partes indivisibles de su literatura. En muy pocas ocasiones de la historia de las letras españolas puede encontrarse una declaración de principios de semejante calibre, un aviso para navegantes capaces de pensar que el regreso a casa acabaría con todo: "Yo he renunciado a mi exilio y estoy feliz, y estoy contenta, pero eso no me hace olvidarlo, sería como negar una parte de nuestra historia y de mi historia. Los cuarenta años de exilio no me los puede devolver nadie, lo cual hace más hermosa la ausencia de rencor". Zambrano escribe sobre el triunfo del franquismo que la obligó a abandonar España por carretera (según una leyenda desacreditada por historiadores como Ian Gibson se encontró con Antonio Machado, que escapaba con su madre, por el camino), de las torturas que sufrieron ella y su hermana Araceli (quien quedaría afectada para siempre) a manos de los nazis en París, de su tránsito por La Habana, Ginebra y Roma, donde compartió literatura y exilio con compañeros como Rafael Alberti y donde ejerció el magisterio con alumnos de la talla de José Ángel Valente y Sergio Pitol. Se apresura, sin embargo, Zambrano a aliviar a quienes habrán de recoger el testigo de tan pesada carga: "Mi exilio está plenamente aceptado, pero yo, al mismo tiempo, no le pido ni le deseo a ningún joven que lo entienda, porque para entenderlo tendría que padecerlo, y yo no puedo desear a nadie que sea crucificado".

El resto de artículos contienen argumentos filosóficos basados en la razón poética, al hilo de obras anteriores como Claros del bosque, además de una revisión de los episodios claves del siglo XX, de escritores como Miguel de Unamuno, Pérez Galdós y Bergamín (a la luz de su conexión final con ETA y su apoyo a Herri Batasuna), de recuerdos familiares y de la materia del espíritu. También en sus últimos escritos supo Zambrano invocar el corazón en su plenitud.

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