Caudillos de la cultura

Tribuna de Opinión

Hay quienes se aferran al cargo de manera fuerte en la forma y longeva en el tiempo, que no dejan pasar a personas nuevas en estos lugares de poder

El festival Punto de Vista tiene que cambiar la dirección cada cuatro años.
Carlos Taillefer - Productor y cineasta

10 de julio 2022 - 06:03

Aunque la libertad de expresión es una realidad conseguida a pulso y entendiendo que permanecemos en una democracia muy imperfecta, han pasado muchos años desde que España dejó de estar en manos de caudillos diversos. Sin embargo, quedan todavía restos del caudillismo a los que yo defino como los “caudillos de la cultura”: personas que se aferran al cargo año tras año de una manera fuerte en la forma y longeva en el tiempo, que no dejan pasar a nuevas personas en esos lugares de decisiones de poder en la cultura. Desde la transición eso es algo habitual en el sector del teatro, la música, el ballet, los museos, los festivales diversos, pero especialmente en la cinematografía.

Lo quizás más curioso es que son personas que en plena dictadura y durante la transición fueron muy combativas contra el poder establecido. Una vez tocando ellos y ellas mismas su pequeño reino de taifas, le cogen gustillo al tema y no pueden soltarlo, en contra de la salud democrática de todos y la opción de oportunidades para otras personas. El récord en democracia lo tiene, si no me equivoco en el tiempo, un director de la Filmoteca Española, que permaneció en el puesto, la friolera de 27 años en continuidad, con gobiernos de derechas y de izquierdas. Yo opino y entiendo que en democracia una persona no puede estar esa cantidad de años en un mismo lugar, y mucho más si ese lugar se financia con dinero público.

En una empresa privada es algo particular entre el empresario y el que ocupa un puesto importante, que puede durar si ambos están de acuerdo y lo pactan, toda la vida laboral de una persona. Pero en puestos de responsabilidad cultural/pública esto no puede ser. Deberían de ponderarse los tiempos máximos de una persona en un mismo puesto de trabajo institucional. Si esto fuera así, podríamos hablar de salud democrática y transparente.

Esta afición a la continuidad en el cargo no sería por supuesto posible sin la connivencia del que decide, paga y contrata a dedo (alcaldes, políticos o personas de la administración pública).

Analicemos un caso reciente extremo: en el Festival de Málaga hay una persona que en su biofilmografía acumula 18 años de director de la escuela de cine Ecam (dinero público), más 25 años presidiendo el comité de selección del Festival de Málaga, ejerciendo de director de facto, (dinero público municipal), más varios años de director general de cine (Ministerio de Cultura), más no sé cuantos años en puestos de responsabilidad en RTVE. Y ahora nos sorprende presentándose en una candidatura "continuista" (más de lo mismo) en la Academia de Cine. Eso sí, un puesto honorífico sin dinero público.

Yo estoy totalmente en contra de la continuidad infinita de todas estas personas en puestos de la cultura. Y que deberían dar oportunidades a muchísimos otros que vienen detrás. En democracia estos tiempos deben ser ponderados, no pueden ser ilimitados. En esta línea hay algunos lugares donde mi queja se respeta: en el Festival Internacional de Cine Documental de Navarra Punto de Vista (Pamplona), en sus propias bases, hay una cláusula en la que dice que cada periodo de cuatro años el director o directora del mismo debe cambiarse. Así se fija una alternancia de cuatro años favoreciendo la circulación de expertos.

Gestores culturales

Bajo el epígrafe de gestores culturales (variante del “caudillo de la cultura”) se da también, especialmente en Málaga, este tipo de personas que son los que acumulan distintos puestos/trabajos (habitualmente incompatibles o deberían serlo) en un mismo puzle. Ellos se ocupan de todo, pero la pluralidad de tareas les impide hacer correctamente tantas cosas a la vez, aunque por supuesto triplican, quintuplican o lo que haga falta a sus equipos de colaboradores. Y es obvio que esos puestos de trabajo hiperespecializados deberían ser ocupados por distintas y variadas personas.

En Málaga tenemos dos buenos ejemplos de esta especialidad: un director de varios museos a la vez y el director del Festival de Málaga.

El primero de ellos es el tridirector de tres museos tan radicalmente diferentes. Es difícil entender cómo una única persona puede compatibilizar lo que se exhibía en el Museo Ruso (hablo en pasado, porque es difícil saber qué será de esta pequeña joya), con esa otra pequeña joya que es el Pompidou, o con la minimalista Casa Natal de Picasso.

¿Se imagina alguien a José Lebrero, director del más exquisito Museo de Andalucía (Picasso), ser a su vez director de otros dos museos? ¿Verdad que no? Pues todo esto puede ser posible en Málaga.

Y el récord de todos los récords lo tiene el director del Festival de Málaga, que acumula las siguientes labores: 1) director del Festival de Cine de Málaga, 2) director del Teatro Cervantes (teatro, música clásica, ópera, danza, músicas actuales), 3) director del Teatro Echegaray, 4) director del Mosma, 5) director de la Málaga Film Office, 6) responsable del complejo exhibidor cine Albéniz, 7) responsable de varios concursos públicos (Málaga Procultura) y 8) secretario de la Academia de Cine de Andalucía. Solo voy a entrar a analizar el punto número 1.

La función, misión y ocupación más importante de un director de un festival de cine es la de estar continuamente viajando a diversos países, visionando películas, descubriéndolas, participando en festivales, descubriendo nuevos cineastas, distintos géneros o escuelas…. Y es evidente que es una misión que no puede ejercerla porque no se lo permite sus distintos y variados cargos de responsabilidad cultural. Es un concepto de la cultura o en este caso de la dirección de un festival de cine, absolutamente equivocado. Ya es de por sí inconcebible la propia aceptación por él mismo de tan numerosos cargos.

En los festivales de cine de San Sebastián (internacional de clase “A”), de Valladolid (festival de festivales), de Sevilla (cine europeo), o Sitges (cine de terror/género), sus respectivos directores ocupan su tiempo en cuerpo y alma 100 % al festival. No son directores a la vez de teatros municipales u otras instituciones locales. Las vidas de estas personas están dedicadas al cine las 24 horas del día.

¿Por qué en Málaga todo es siempre diferente a las costumbres y usos habituales para estos trabajos tan especializados y tan singulares, que además requieren una dedicación total y absoluta a ello? Tomemos nota, hablémoslo, hagamos al menos debates donde se puedan discutir opciones diversas o distintos puntos de vista.

Una sociedad democrática y transparente debería corregir todas estas costumbres culturales. ¿Hasta cuándo la cultura va a estar a la sombra de estos caudillos?

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