Cayetano sale airoso y Morante brilla con el capote

La corrida de Beneficencia, presidida por el Rey y con un público menos exigente que en San Isidro, se salda con sendas orejas para el confirmante y su padrino

Morante de la Puebla, de espaldas, confirma a Cayetano.
Morante de la Puebla, de espaldas, confirma a Cayetano.
Luis Nieto

05 de junio 2008 - 05:00

La corrida de la Beneficencia es otro mundo. El semblante de los tendidos cambia, con un porcentaje menor de aficionados exigentes y la presidencia honoraria del Rey, allá en lo alto, en su palco. Apenas increpaciones y protestas. Nada que ver con San Isidro. En su filosofía, al igual que la corrida de la Prensa, la Beneficencia es un festejo trasnochado. No tiene sentido que la Comunidad de Madrid organice un espectáculo para ganar unos euros que en sus orígenes se destinaban al hospital de Madrid y con los que hoy en día no les quedaría ni para remozar Las Ventas.

La corrida de Núñez de Cuvillo, brava y noble, tuvo como defecto la carencia de fuerzas. El flojísimo sexto fue sustituido por un buen ejemplar de Victoriano del Río. Corrida a modo con la que Cayetano, que salió airoso en su confirmación, y Morante, cortaron sendas orejas, y en la que lo realizado por Manzanares no caló por la falta de poder de su lote.

Cayetano, en uno de los sueños de su vida, la confirmación, tuvo en suerte a Pesadilla. Lejos de inquietudes, era un toro casi para soñar el toreo. Bien hecho, de pinta negra, con 548 kilos y marcado con el número 70, el de Núñez del Cuvillo fue un animal manejable, con el defecto de que reponía con cierta prontitud. A Cayetano, con una buena actitud, dando distancia, le faltó temple. Esperanzador comienzo de faena, muy torero, con el contrapunto de un enganchón de la muleta. Con la derecha, cumplió en una primera tanda, sin llegar a dominar en las otras. Por el izquierdo, peor pitón, hizo el esfuerzo con ayudados, en los que faltó limpieza.

El sexto toro se derrumbó tras un puyazo y fue devuelto. El sobrero, de Victoriano del Río, el castaño Tramposo no hizo trampa alguna y facilitó el triunfo del diestro. El animal se empleó en varas y se entregó en la muleta. Cayetano falló en la elección de terrenos; cerrando al toro, en lugar de lidiarlo en los medios. Faena desigual, basada en el pitón derecho, con dos buenas tandas iniciales, un ecuador con enganchones, para remontar con dos series de buena factura. Mató de estocada y cortó una oreja. Dejó constancia de torero con un buen concepto estético y bastantes lagunas técnicas.

Morante de la Puebla no quiso ver ni que viéramos en la muleta al bravísimo segundo, que acudió cuatro veces al caballo. Lo liquidó feamente tras un brevísimo trasteo y se ganó a pulso los pitos. Con el noble cuarto, Panadero, Morante amasó una faena interesante que fue premiada con un apéndice. Nada que ver con la explosión de emociones que levantó su obra del pasado 23 de mayo en el ciclo isidril, premiada de la misma manera. Desgraciadamente, el torero no plantó cara al bravo toro en los medios. Faena de más a menos, iniciada con ayudados a media altura, salpicada de apuntes caros y basada en muletazos con la diestra. Mató al primer envite y fue premiado con un trofeo. Con anterioridad, el de La Puebla consiguió los mejores pasajes de su actuación y de la tarde, que nacieron en el exquisito manejo de su capote, con el que brilló en una media verónica; en unas chicuelinas al galleo de armoniosa factura y, principalmente, en un quite en el que se estiró muy bien en templadas verónicas, que remató con una brillante media. En su buen toreo con la capa, otro quite para el recuerdo, en el sexto, toro correspondiente a Cayetano, en el que cuajó unas bellas chicuelinas y marcó una gran distancia con el confirmante, que respondió con un quite por gaoneras, atropellado y con enganchones.

José María Manzanares cumplió con el lote menos potable. Con el flojísimo y noble tercero realizó una faena de buen trazo, carente totalmente de emoción por la falta de poder del astado. Buena estocada. La película se repitió ante su otro oponente, débil y de condición dulce, al que le dio pases y pases sin que hubiera eco alguno; matando a la primera.

El público, que repito, era muy distinto en exigencias al de San Isidro, salió contento. Ráfagas de buen toreo, especialmente en el capote de Morante. Una oreja a Cayetano, otra al sevillano… el Rey en su palco, la plaza ornamentada… La Beneficiencia.

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