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Circo del Sol | 'Kooza' en Málaga
Málaga/Jimmy Ibarra se refiere a ella como “el Ferrari, porque la cambiamos cada dos años”. La Rueda de la muerte es un artilugio enorme, una especie de columpio pendular capaz de oscilar 360 grados gracias al impulso que sus dos ocupantes generan en los aros localizados en sus extremos. Las leyes elementales de la física explican con claridad cómo esta mecánica es capaz de desplazar a gran velocidad el artefacto, pero el impacto que causa en el público es igualmente bien hondo: “La rueda pesa una tonelada. Calculamos que cada una de las dos personas que hacen falta para accionarla llegan a mover 150 kilos. Hace falta mucho entrenamiento para hacerla funcionar, pero la gente siempre lo disfruta mucho”, explica Ibarra, acróbata colombiano que, junto con el ecuatoriano Luis Israel Espinoza Delgado, y con el también colombiano Ronald Augusto Solis Montes en plaza de sustituto por si fuera necesario reemplazar a alguno de los anteriores, presenta esta Rueda de la muerte, uno de los números emblemáticos de Kooza, el espectáculo con el que Cirque du Soleil (el Circo del Sol) regresa a Málaga a partir de este viernes y hasta el 13 de octubre de octubre con un total de cuarenta funciones (incluida la del preestreno para invitados de este jueves). Ibarra ideó con su equipo la Rueda de la muerte hace más de veinte años en Colombia, donde ya causó sensación en uno de los circos más importantes del país. De allí dio el salto a México y a otros países latinoamericanos antes de que la compañía canadiense decidiera contratar el número para Kooza, espectáculo creado por el clown David Shiner y estrenado en Montreal en 2007. “Entrar en el Cirque du Soleil es muy difícil, pero más complicado todavía es mantenerse. La exigencia artística es muy alta y siempre hay aspectos que puedes mejorar. De hecho, la rueda ha cambiado mucho en este tiempo, ha incorporado algunos elementos y ha evolucionado en paralelo al espectáculo. Y lo seguirá haciendo mientras la presentemos al público”, explica Ibarra, quien, preguntado por la impresión que recibe el público, dada la permanente sospecha de que los ejecutantes se están jugando la vida, explica que “la subida de adrenalina es desde luego uno de los objetivos que perseguimos. Pero también queremos inspirar confianza, que el espectador comprenda que todo está bajo control, que somos capaces de sacar adelante esto con éxito y, por tanto, que se relaje y disfrute”. Añade el artista al respecto que, después de dos décadas largas de ejecución, “uno llega a automatizar el ejercicio de la Rueda de la muerte, aunque parezca mentira. Recuerdo que cuando empezamos mantenía siempre la vista fija en la rueda, pero ahora miro al público. De la rueda se ocupan mis pies. Es una compañera más, la tercera integrante del número. Después de cada función, le doy una caricia a modo de agradecimiento”.
Ibarra hace estas declaraciones justo antes de ensayar con sus compañeros la Rueda de la muerte bajo la carpa del Circo del Sol instalada desde el pasado sábado en el Cortijo de Torres. Málaga Hoy visitó este martes los ensayos, que se prolongan en rigurosos turnos para todos los artistas desde la mañana hasta bien entrada la madrugada; la visita supone una oportunidad única para navegar en las entrañas de Kooza, una maquinaria que ponen cada día en marcha 122 personas, de las que medio centenar son artistas entre acróbatas, bailarines músicos, payasos y demás intérpretes. A ellos se unen unos 150 técnicos contratados en cada una de las plazas en gira. El equipo al completo pone en funcionamiento una verdadera ciudad autónoma, conformada por unas mil toneladas de material para cuyo traslado se precisan 95 contenedores. El ensayo de la Rueda de la muerte sigue en el orden del día al de la Doble cuerda floja, un número de funambulismo que deja al público sin respiración a base de saltos imposibles, bicicletas, sillas, pértigas y otros instrumentos con los que los cinco acróbatas participantes (entre los hermanos Quirós, la sexta generación de artistas en una de las familias españolas imprescindibles para la historia del circo) retan sin tapujos las leyes de la gravedad. Frente a otros espectáculos del Circo del Sol en los que la tecnología audiovisual se reservaba un protagonismo bien visible, Kooza hunde sus raíces en la misma tradición del circo y cede sus ejes esenciales a los acróbatas y payasos, en una propuesta mucho más corporal, humana y directa, aunque no por ello menos asombrosa.
Entre todo el material empleado en Kooza se incluyen las cerca de 3.500 piezas de vestuario almacenadas. En cada función se emplean unas 1.200, objeto de una permanente revisión que comienza tras cada actuación: “Lo primero que hacemos es lavar todo el vestuario, cada noche. Después procedemos a planchar o revisar con vapor las piezas que así lo requieren y luego lo revisamos todo con cuidado, hasta corregir cualquier pequeño desperfecto”, explica una de las responsables del armario de Kooza, la mexicana Carolina Farias. “En otros espectáculos del Cirque du Soleil destacaban materiales más sintéticos, pero aquí se emplean muchos tejidos naturales, como la seda o el terciopelo. Cada una de las pelucas empleadas requiere una hora y media para su total recomposición. Y algunos elementos, como la corona que aparece en el espectáculo, los recreamos con una impresora 3D cuando es necesario”, apunta Farias, quien recuerda, eso sí, que la compañía “crea todas las piezas en Montreal, a donde son devueltas cuando ya no admiten más reparaciones por su desgaste”. Tras desarrollar una amplia carrera en México para el cine, el teatro y la moda, Farias es desde hace cuatro años parte de Kooza. Y del sueño.
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