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Gastronomía
Para bien o para mal, Dani García será recordado como el hombre que cerró un restaurante con tres Estrellas Michelin para abrir una hamburguesería, tal y como anunció el mismo cocinero en una entrevista publicada este martes en La Vanguardia. Dicho así, de entrada, lo del chef multiestrellado podría considerarse una revelación punk: si a la cúpula de la gastronomía mundial le diera por tomar ejemplo, el negocio se iría sin remedio al garete. Pero conviene poner en un peso de la balanza la querencia de García por los productos accesibles, a precios populares, sin hacer ascos (más bien, todo lo contrario) a las fórmulas de la comida rápida; y en el otro su intención de “llevar la cocina andaluza a todos los rincones” para encontrar en el punto medio la dirección por la que presumiblemente irán los tiros. En el fondo, habría que reparar en aquello que recomendó Sócrates sobre la idoneidad de esforzarnos en ser aquello a lo que nos queremos parecer: y lo que no se puede negar a estas alturas es que Dani García ha decidido ponerse manos a la obra, aprovechando la tercera Estrella para su restaurante en Puente Romano como argumento ad hoc en lo relativo a aquello de tocar techo. Lo de dejarlo en lo más alto siempre se ha traducido en signo de distinción, pero habría que apuntar que el reconocimiento ha significado para el marbellí un alivio decisivo, el pelo del calvo, el agua de mayo. De otra manera, habría sido muy difícil, por no decir imposible, justificar una decisión como la anunciada este martes. Y no precisamente porque no lo deseara con vehemencia, tal vez desde el cierre de Calima.
Al recoger el pasado lunes su segundo premio a los Malagueños de hoy
, recordaba García que actualmente sólo hay en todo el mundo unos ciento treinta cocineros con tres estrellas Michelin en un restaurante. Y seguramente subrayaba la cifra para dar cuenta, aún sin haber revelado sus planes, de lo que supone descolgarse de una liga semejante. En cualquier caso, desde que llegara a La Cónsula con 17 años, Dani García ha seguido al pie de la letra toda la evolución que cabe esperar de un chef del nueve, con su fabulosa revelación en Tragabuches, su consolidación como talento único en Calima y la consecución de la gloria en Dani García. Es decir, nuestro genio es el mejor emblema posible de una industria, la gastronómica, que casi en paralelo ha ganado una atención descomunal en los medios de comunicación, en los talent shows televisivos y en los foros más diversos, hasta presentarse como una manifestación cultural y artística a la vez que elemento clave para el turismo más exclusivo, igual que los museos. Pero es ahora cuando todos y cada uno de los intentos de sacar los pies del tiesto, de arrimarse a otra manera de cocinar, más compartida y menos elitista, desde McDonald´s a Bibo pasando por Lobito de Mar (posiblemente la fórmula que sentará las bases de su nueva aventura), adquieren su pleno sentido.
Además de las malas alianzas, tal vez sea esta diferencia entre ser y parecer la que explique los chascos que como empresario ha acumulado Dani García en su carrera. Lo bueno, de cualquier forma, empieza ahora, con menos focos, menos expectación, menos ceros y más gente sentada a la mesa. Habrá que ver si éste es el Dani García que Dani quería ser. Ojalá.
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