Cuentos de la Gran Bretaña Edimburgo (II): ‘Missis Mary King’

El Jardín de los Monos

La magnífica Princes Street es una de las calles más bellas de Europa. Transcurre al pie de un tremendo barranco, en cuya parte alta, se asienta la ciudad vieja

Cuentos de la Gran Bretaña: En busca del cuento perdido

Cuentos de la Gran Bretaña: Edimburgo I (Las metamorfosis)

Palacio de Holyroodhouse, en Edimburgo.
Palacio de Holyroodhouse, en Edimburgo. / Gerardo Mora
Juan López Cohard

19 de noviembre 2023 - 07:19

Es frecuente que los españoles confundamos una parte, Inglaterra, con el todo cuando nos referimos a Gran Bretaña. Al comenzar nuestra visita por Edimburgo, siguiendo con mi costumbre de coleccionar pegatinas con las banderas de los lugares que visito, en una tienda de souvenirs atendida por una señora con cara de no muy buenas pulgas, pedí una bandera inglesa mientras señalaba la Union Jack o Union Flag (bandera de la Unión”, esto es la bandera británica que se compone de tres cruces, las de San Jorge, San Patricio y San Andres, que son los patronos de Inglaterra, Irlanda y Escocia).

La dependienta me miró con mirada de perro y me ladró: ¡¡british, british, no english!! Pues qué quiere que le diga, missis, yo veo una bandera blanca con una cruz roja y pienso en la Cruz Roja, no en Inglaterra. Me di cuenta entonces de que los nacionalismos exacerbados no son patrimonio exclusivo de España, aunque nos diferencia el hecho de que en el Reino Unido son muy pocos los que desean que su cruz desaparezca de la Unión Flag.

La magnífica Princes Street es una de las calles más bellas de Europa. Transcurre al pie de un tremendo barranco, en cuya parte alta, se asienta la ciudad vieja y, en la parte baja, donde estábamos, se encuentra el centro neurálgico de la ciudad. Desde aquí contemplábamos la extraordinaria panorámica que ofrece el viejo Edimburgo con su castillo en el extremo más alto.

En el encantado jardín que pasea de la mano con la Princes bajo la sombra del Edimburgh Castle, se levanta el monumento a Sir Walter Scott, cuyo mérito (hablo de la construcción) es más por la figura del personaje al que está dedicado que por sí mismo. Es un templete neogótico coronado con una aguja de considerable altura. Bajo ella se encuentra la estatua del escritor con Maida, su querida perrita, y una serie de nichos con esculturas de los personajes literarios por él creados. Muy cerca se encuentra la National Gallery que alberga una extraordinaria pinacoteca, con obras de autores (por citar algunos) como Rafael, Tiziano, Rubens, A. van Dick o Rembrandt, algún Goya y una muestra relevante de los impresionistas franceses.

No podemos pasar de largo ante la figura del poeta y escritor Sir Walter Scott sin hablar de él. No solo fue el padre de la novela histórica sino que modeló la imagen de Escocia catapultándola al mundo. Con su obra la puso en el mundo ¿Quién no ha leído su novela Ivanhoe? ¿O quién no conoce su poema La Dama del Lago? En este extenso poema hay un cántico religioso que dice: “Ave María. / Reina del cielo, Virgen bondadosa, / a ti elevo confiada mis clamores.” Pues, precisamente a estos versos, le puso música Schubert y nació su Ave María que todos conocemos. También la esencia de su tierra escocesa la encontramos en las partituras de óperas como La donna del lago, de Rossini, basada en el citado poema, o la Lucía de Lammermoor, de Donizetti, basada en su novela The Bride of Lammermoor.

Si hay un mes del año idóneo para visitar Edimburgo, ese es agosto. El Edimburgh Festival de música y teatro que se celebra dicho mes es el más importante de Europa. Y allí estábamos nosotros. Entramos a la ciudad vieja por la parte más alta donde se encuentra la explanada del castillo, preparada para acoger durante estos días la Military Tattoo, una parada militar de bandas de música de todo el mundo, y coincidió que asistimos al concierto de una banda de no sabemos cuál isla del Pacífico.

El Edimburgh Castle está situado sobre un abrupto peñasco volcánico con paredes de más de cien metros de altura. En el siglo XI vivió allí el primer rey escocés, Malcolm III, cuya segunda mujer fue Santa Margarita reina de Escocia. Sufrió largos años, siglos, de disputas entre ingleses y escoceses. Es un castillo más, con sus murallas, torres, almenas, patio de armas, etc. Tan solo llamó nuestra atención el Palace, un palacio del siglo XV, el Crown Room, una sala blindada donde se guardan las Regalía o insignias reales, es decir, el tesoro de Escocia y los calabozos, con inscripciones curiosas.

Del castillo, bajando siempre, parte la famosa Milla Real que acaba frente al Palacio Holyroodhouse. Dicha Milla Real está formada por dos calles, la High Street y la Canongate. Al comienzo de High Street nos encontramos con la iglesia de St. Giles. Iglesia principal de la ciudad. Es gótica del siglo XIV y se construyó sobre los restos de una iglesia normanda del siglo XII. St. Giles consta de tres naves con bóvedas de piedra y poderosos pilares octogonales, divididas en dos partes iguales por el crucero.

En ésta lúgubre iglesia, plagada de capillas que rememoran decapitaciones y asesinatos, comenzó la sangrienta revuelta que enfrentó a presbiterianos y reformistas ingleses (lo curioso es que la señal de salida de tan trágicos sucesos, acaecidos en 1637, fue dada por el silletazo que Missis Jenny Geddes le pegó en la cabeza al deán de St. Giles, un tal Hannay). Quizás la más bella capilla de la iglesia sea la Chapel of the Thistle que es de principios del siglo XX, profusamente decorada, con sitiales neogóticos. Esta capilla es la sede de la orden de caballería suprema de Escocia: la Orden del Cardo. Junto a St. Giles se encuentra el Parlamento, hoy Tribunal de Justicia, y la Nacional Library of Scotland.

Callejeando se percibe, en su densa atmósfera, que por algo se le tiene por la ciudad de misterios y fantasmas. Pero también se respira la huella dejada por grandes mentes privilegiadas de la filosofía, las letras y las ciencias: Adam Smith, padre de la Economía, David Hume, creador del empirismo, R. L. Stevenson, creador del Dr. Jeckill y Mr. Hyde, basado en el caso real del Diácono Brodie, Conan Doyle y su Sherlock Holmes, Graham Bell y su teléfono, J. K. Rowling y su Harry Potter, Sean Connery,… y tantas otras que marcaron hitos en la historia de la humanidad. Sin duda sus almas siguen paseando por las medievales calles de Edimburgo.

Nunca sabré si es el clima con sus densas nieblas, pero creo que los espíritus de los muertos quedan atrapados por ellas entre los muros de la casas, los pasajes y las vetustas calles por las que han transitado los siglos, como en la estrecha y muy empinada calle escalonada, llamada Mary King Close, que desemboca perpendicularmente en la High Street una vez pasada la iglesia de St. Giles.

Los cuatro percibimos como el aire se espesaba. Costaba trabajo respirar tan solo entrar en el estrecho callejón. Algo electrizaba el aire a la vez que parecía condensarse. Sentimos por momentos que subía nuestra inquietud y los latidos se aceleraban con cierta arritmia. De repente, al fondo de la calle apareció una señora vestida de época victoriana, toda de negro con falda hasta los tobillos, botines negros y tocado con un velo que le cubría la cara. Subía las escaleras del callejón. Me pareció una escena fantástica y le saqué una foto a Nani, Conchi y Víctor con la extraña figura al fondo. Cuando quise darme cuenta la señora había desaparecido.

Cuenta la leyenda que esta Missis Mary King fue la viuda de un conocido comerciante. Ocurrido el deceso de su esposo, se fue a vivir a este estrecho, oscuro, húmedo y escalofriante callejón con sus cuatro hijos. Con el tiempo, sin saberse de qué vivía, fue adquiriendo fama por supuesta práctica de la brujería, por lo que fue juzgada y condenada por bruja. Murió años después en las mazmorras. Según cuentan los edimburgueses, su espíritu siempre rondó por el callejón que lleva su nombre, donde se le puede ver en noches oscuras de espesa bruma.

Las calles de la ciudad vieja estaban atestadas de gente y de grupos de artistas que individualmente o en grupo ofrecían sus espectáculos. Era una delicia y tremendamente divertido pasear por esa parte de la ciudad. Llegamos hasta el majestuoso Palacio Holyroodhouse, después visitamos la Universidad y terminamos dando un paseo por la ciudad nueva. Ya atardecido, nos fuimos a nuestro maravilloso camping.

La imagen en el callejón de Missis Mary King permanecía en nuestras mentes y comentándola se me ocurrió coger la cámara para ver la foto que hice. ¡Oh, sorpresa! Nani, Conchi y Victor habían salido perfectamente, así como el callejón y sus escaleras, pero la extraña y sobrecogedora imagen de la señora victoriana, no aparecía en la foto. Va a ser verdad que lo que vimos fue un fantasma que, como es sabido, ni salen en las fotos ni se reflejan en los espejos, -pensamos-. Y nos fuimos a dormir.

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