Tribuna Económica
Carmen Pérez
Un bitcoin institucionalizado
En las asambleas de la Academia de Cine he expresado reiteradamente a mis compañeros cineastas que lo que votamos a la hora de elegir película española para que nos represente en Hollywood es muy serio y se debería pensar muy rigurosamente. Es probablemente la única votación de las muchas que hacemos que no podemos hacer desde el corazón. Me explico:
Los Premios Goya y sus múltiples posibilidades son votaciones que hacemos apasionadamente, porque es la película que nos gusta, porque técnicamente nos parece la mejor, porque artísticamente nos parece la mejor de la cosecha del año o porque esa persona en concreto entendemos que ha realizado un trabajo técnico o artístico insuperable. Pero no hay que votar a los Premios Oscar como si fueran los Goya. Y la razón más importante es que nuestro país esté presente en la ceremonia final de Los Ángeles, dentro de la sección de película extranjera de habla no inglesa. Que la marca España que representa la película elegida supere los distintos momentos y listas de preselección cortas (shortlist) hasta llegar al final y ser una de las cinco nominadas.
Por lo tanto, si votamos con el corazón –como en los Goya– y no pensamos en el gusto anglosajón (estadounidense), tan distinto al nuestro en materia de películas y formas de hacer cine, nos excluirán en algunos de los varios cortes anteriores de las distintas listas de la preselección final.
El fracaso continuo de la elección de la película española que representa a España en los Oscar de Hollywood se ha convertido en una práctica habitual. Entre la selección y el posterior Óscar del año 2004 a Mar adentro de Alejandro Amenábar y la selección en el año 2019 a Dolor y gloria (nominada) de Pedro Almodóvar, pasaron 15 años.
Iniciamos un nuevo periodo sin representación española para los Oscar en el año 2020 que continúa hasta nuestros días. No se me ocurre otra forma de definir todo ello más que de fracaso total. Y, cuando esto es así, no hay otra afirmación posible más que la de que el sistema utilizado para elegir la película candidata no sirve, está obsoleto, no acertamos o nos equivocamos…, y por lo tanto hay que cambiarlo, buscar otra alternativa, no podemos seguir año tras año con un sistema inservible.
Desde luego que no se nos puede acusar a los académicos del cine de ser antinacionalistas. En 2011 elegimos para los Oscar Pa negre –pan negro en catalán–, finalmente no nominada, aunque sí obtuvo el Goya a mejor película. En 2015 elegimos Loreak –flores en euskera–, finalmente no nominada. No obtuvo ningún Goya. En 2017 elegimos Estiu 1993 -verano 1993 en catalán-, finalmente no nominada. Obtuvo después el Goya a la mejor dirección novel.
Entre los ultimísimos errores están los que cometimos en el año 2018, no eligiendo Todos lo saben de Asghar Farhadi –tiene dos Oscar–, con Javier Bardem –un Oscar y tres nominaciones–, Penélope Cruz –un Oscar y tres nominaciones– y Ricardo Darín, actor adorado en Hollywood.
Los estadounidenses hacen todos los años más de cinco películas sobre discapacitados, con sus actores y sus códigos, y nosotros elegimos Campeones, que quedó directamente eliminada en el primer corte (shortlist). U otro error, el que ha sido proponer en 2022 Alcarràs de Carla Simón incluso habiendo obtenido el Oso de Oro en Berlín, pudiendo haber elegido una película que hubiera sido muy bien entendida en el mundo anglosajón, Competencia oficial, que tenía en su reparto a Penélope Cruz y Antonio Banderas, a pesar de ser una “alta comedia” y estar codirigida por dos argentinos.
Ellos, los franceses, van por delante de todos, como siempre. En Francia la cultura sí es una cuestión de Estado. Había una teoría nada fiable de que obtener la Palma de Oro en Cannes, el Oso de Oro en Berlín, o el León de Oro en Venecia suponía casi automáticamente entrar en la lista final de los Oscar. Pero resulta que esa regla de tres no es regla de tres.
Como siempre, los franceses van marcando pautas y empezaban a estar muy preocupados. No por no estar entre los cinco finalistas –que habitualmente están–, sino porque llevan muchos años sin conseguir el Oscar a la película extranjera de habla no inglesa. Hace dos años Julia Ducournau ganó la Palma de Oro en Cannes –segunda mujer en obtenerla– por su película Titane. La proponen para Hollywood y no pasa el primer corte. Crisis total. El CNC –ICAA francés– convoca a todos urgentemente. Thierry Frémaux, delegado general/director del Festival de Cannes, acaba dimitiendo y sale del comité técnico que elige la película francesa. En resumen: se mueven, se preocupan y deciden cambiar, probar otra fórmula.
A partir del año 2022 en Francia, la decisión final para elegir película francesa para los Oscar consiste en una comisión de siete personas –dos directores, dos productores, un responsable de comunicación y dos agentes de ventas–. Estos dos últimos son los auténticos especialistas y expertos en mercados y territorios, sus opiniones se vuelven fundamentales. Son las personas más adecuadas para orientar, proponer y explicar la diversidad de gustos.
Las películas que deseen representar a Francia en los Oscar deben presentar formalmente su candidatura y sus productores y agentes de ventas –juntos– tienen la posibilidad de hacer un encuentro presencial delante de la comisión de especialistas donde pueden “defender” su película, explicar los planes de estreno y distribución en Estados Unidos, y todos los pormenores de marketing y publicidad en caso de ser elegidos.
Probablemente no, somos españoles, no franceses, y es altamente probable que surgieran infinidad de críticas y protestas. Pero algo tenemos que cambiar. No es posible seguir sumidos en el fracaso.
Yo propondría un sistema mixto entre el español y el francés, ponderándolo, que consistiría en que los 2.100 miembros de la Academia de Cine votáramos las diez películas que pensamos que serían las más adecuadas para Hollywood y que, una vez elegidas, una comisión técnica de especialistas –al modo francés– elija la mejor de las diez, pero con la especificidad de que hagamos todo lo posible por elegir la adecuada para superar todas las preselecciones previas, con la meta de conseguir ser una de las cinco nominadas.
En Francia, el director de Unifrance y el representante del CNC, asisten como observadores, sin derecho a voto. Hagamos al menos un intento, el sistema vigente no sirve, no funciona. ¡¡¡Que viva el cine español!!!
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