Duchamp en el tablero del arte

'Fin de partida' repasa en la Fundación Miró de Barcelona hasta el próximo 22 de enero la importancia que el juego de los alfiles y las torres tuvo en el desarrollo de las vanguardias

1. 'Gran tablero de ajedrez' (1937) de Paul Klee. Prestado por la Kunsthaus de Zúrich. 2. Duchamp y Eve Babitz juegan al ajedrez en el Museo de Pasadena ante el 'Gran Vidrio'. 3. 'La partida de ajedrez' (1910) de Duchamp, primera aproximación del artista al tema. El lienzo pertenece al Museo de Filadelfia. 4. 'Línea completa' (1923) de Kandinsky, obra cedida por el museo de Düsseldorf.
Charo Ramos Barcelona

07 de noviembre 2016 - 05:00

Marcel Duchamp (1887-1968), figura clave en la vanguardia y padre de los ready-made, no fue sólo el responsable del giro conceptual que dio lugar al arte contemporáneo al desvelar su naturaleza donde los demás veían objetos o procesos convencionales, sino un apasionado ajedrecista. Durante décadas, integró el juego del tablero en sus creaciones, como prueba el lienzo del Philadelphia Museum of Art La partida de ajedrez (1910) donde plasma por primera vez una pasión sobre la que en 1932 llegó a escribir un manual junto al campeón Vitaly Halberstadt. Jugaba de noche y dormía de día, hasta el punto de que se consideró que había abandonado el arte para dedicarse íntegramente al tablero. A su muerte el 2 de octubre de 1968 Le Figaro publicó su obituario en la sección de ajedrez.

Ahora la Fundación Miró de Barcelona, con el patrocinio de la Fundación BBVA, combina en Fin de partida ese interés ajedrecista de Duchamp con el de otros faros de la modernidad en una aproximación a la historia de los ismos que concluye en los nuevos comportamientos artísticos de finales de los 60. La muestra está comisariada por Manuel Segade (La Coruña, 1977), nuevo director del Centro 2 de Mayo de Madrid y responsable junto al artista Jordi Colomer del Pabellón español de la Bienal de Venecia 2017.

Ochenta piezas, desde 1910 a 1972, integran esta selección que incluye cuatro ready-made y una docena de juegos de ajedrez históricos, entre ellos algunos diseñados por destacados artistas para la exposición La imaginería del ajedrez que en 1944 organizaron Julien Levy, Max Ernst y Marcel Duchamp en la galería neoyorquina del primero. "Esa muestra supuso el punto álgido de la conexión entre el arte de vanguardia y el ajedrez", explica Segade sobre un proyecto que contó con música de John Cage y Vittorio Rieti, y para el que Alexander Calder y Max Ernst diseñaron ajedreces e Isamu Noguchi un tablero del que fue su pasatiempo fundamental en el campo de refugiados donde permaneció internado hasta establecerse en Estados Unidos.

El ajedrez se convirtió a principios del siglo XX en la forma de juego más respetada en todas las capas sociales. Para los constructivistas rusos fue el elemento educativo de las clases obreras y en la Bauhaus -como prueba el fascinante ajedrez diseñador por Josef Hartwig en 1927- adquirió un carácter abstracto. A su democratización rinden homenaje tres espléndidos cuadros: Gran tablero de ajedrez de Paul Klee (1937), llegado de la Kunsthaus de Zurich, Vestidos simultáneos (1925) de Sonia Delaunay, del Thyssen-Bornemisza, y Línea completa (1923) de Wassily Kandinsky, procedente de Düsseldorf.

Hay muchas fotografías, películas y registros sonoros en esta cita pero las miradas cómplices se multiplican ante la proyección de Entr'acte, el filme de René Clair en el que Duchamp y Man Ray disputan una accidentada partida, y ante los fotogramas de El séptimo sello (1957) de Ingmar Bergman.

Los años profesionales de Duchamp como ajedrecista coincidieron con los del triunfo del surrealismo y el psicoanálisis, cuando Dalí usaba el suelo de damero como base de muchas creaciones y se retrataba con Gala jugando partidas. Creaciones de Man Ray, Muriel Streeter y dos obras sobre papel que descubren la faceta pintora de la escritora Mercè Rodoreda expresan ese período y anticipan los episodios bélicos que agitaron la Europa de los años 30 y 40, cuando el ajedrez se convirtió en metáfora del triunfo en la batalla y en un elemento clave de la propaganda nazi. Aunque también fue una inspiración para los refugiados, como prueba el cuadro La partida de ajedrez (1943) de la portuguesa Maria Helena Vieira da Silva, concebido durante su huida a Brasil procedente de París y que cede el Centre Pompidou.

"Es posible reconstruir a través del tablero y sus normas la historia de las vanguardias y el jaque al paradigma que representaron", postula Segade, que continúa hilando su relato con los inicios del arte conceptual, período marcado en lo literario por la publicación de la pieza teatral Fin de partida (1957) de Samuel Beckett.

En 1968 Duchamp protagonizó su última aparición pública en una performance ajedrecística con John Cage que documentó en vídeo Shigeko Kubota. Antes, en 1963, el fotógrafo Julian Wasser le mostró como un icono de las nuevas generaciones de artistas pop al retratarlo jugando una partida con la artista Eve Babitz desnuda frente a su Gran Vidrio en el Museo de Pasadena. Su huella alcanzó también al movimiento Fluxus, con la Guerra Fría como telón de fondo. Y, según relata la Fundación Miró, tuvo una magnífica heredera en Yoko Ono, cuyo Play it by trust -un ajedrez totalmente blanco y sin adversarios creado en 1966- mostraría esta pionera del arte conceptual en la exposición en la que conoció a John Lennon, War is over (if you want it).

Duchamp, cuya obra póstuma Étan donnés tenía por base un suelo en damero, también dedicó a la musa del ajedrez su último ready-made, Homenaje a Caissa (1965), un trabajo que fascinó a Warhol y para cuya presentación en la exposición homónima en la Avenida Madison de Nueva York llegó a tocar The Velvet Underground.

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