Y España fue una cuneta

Ediciones del Genal recupera el segundo volumen de las memorias de Isabel Oyarzábal, 'Rescoldos de libertad', dedicado a la posguerra

Refugiados españoles en Le Perthus, Francia, en enero de 1939.
Refugiados españoles en Le Perthus, Francia, en enero de 1939.
Pablo Bujalance

27 de junio 2016 - 05:00

La tardía pero decisiva recuperación de la obra de un personaje tan esencial para comprender la historia de la España del siglo XX como Isabel Oyarzábal Smith (Málaga, 1878 - Ciudad de México, 1974), periodista, escritora, actriz, diplomática y defensora a ultranza del proyecto de la Segunda República, sigue adelante de la mano de pequeños sellos independientes empeñados en revelar al siglo XXI la hondura de un testimonio único y revelador. En 2011 la editorial granadina Almed presentó por primera vez en castellano (Oyarzábal, de padre español y madre escocesa, escribió la mayor parte de su obra en inglés) Hambre de libertad. Memorias de una embajadora republicana, primer volumen de las memorias de la malagueña, publicado originalmente en EEUU en 1940. Antes, en 2005, el sello Mono Azul había propiciado otro rescate, el del libro En mi hambre mando yo, crónica novelada que narra el día a día de un grupo de mujeres durante la Guerra Civil Española; y el año pasado, Ediciones del Genal puso en circulación desde la Málaga natal de Oyarzábal la biografía de la embajadora soviética Alexandra Kollontai que la autora escribió después de que ambas se conocieran en Estocolmo en 1936. Ahora, el mismo sello, Ediciones del Genal, acaba de recuperar el segundo volumen de las memorias de Isabel Oyarzábal, Rescoldos de libertad, escrito (como el primero) en el exilio de la escritora en México y publicado en EEUU con el título Smouldering freedom. The story of the spanish republicans in exile en 1945. La Editorial Alfama lanzó, también desde Málaga, una primera edición en castellano en 2009 y ahora Ediciones del Genal revisa el título con una nueva traducción a cargo de Andrés Arenas y Enrique Girón, responsables igualmente de las versiones al español de Hambre de libertad y la biografía de Kollontai. El ilustrativo prólogo a cargo de Víctor Heredia ejerce de inmejorable contextualización para el lector: Oyarzábal aborda, desde su exilio, los años inmediatamente posteriores a la Guerra Civil y la suerte nefasta que corrieron los españoles dentro y fuera de España, convertido su país en una inmensa cuneta. La malagueña escribe de manera abiertamente reivindicativa y combativa, agitándose entre la indignación por el encogimiento de hombros con que las democracias occidentales habían reaccionado ante la sangría y la esperanza que suscitó la constitución del Gobierno de la República en el exilio en México, en el mismo 1945, cuando los garantes del mismo aún confiaban en que la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial acabaría con la dictadura franquista igual que habría de hacerlo con el nazismo. Finalmente los hechos fueron muy distintos, pero el testimonio que brinda Isabel Oyarzábal de aquellos años merece ser leído y releído en el contexto presente de una Europa cerrada a cal y canto a los refugiados: hubo una ocasión en que los refugiados fuimos nosotros y la respuesta fue tristemente similar.

Precisamente, Rescoldos de libertad fue la advertencia lanzada al mundo respecto a la situación de España en boca de quien disponía de autoridad y proyección para hacerlo. El cariz cosmopolita de Isabel Oyarzábal fue patente ya desde su infancia, junto con sus padres. Después de estudiar en Londres, se instaló en Madrid en 1905 y empezó a trabajar como actriz, pero el despertar de su conciencia política la llevó a decantarse por el periodismo. Trabajó como redactora en El Sol y como corresponsal en el Daily Herald, y no tardó en fundar y dirigir revistas y otras publicaciones en pro de la divulgación de su pensamiento feminista. Su militancia, en este sentido, fue vehemente: participó como delegada en los congresos de mujeres sufragistas celebrados en Ginebra y Roma y propició la puesta en marcha del primer Club de Mujeres de Madrid. Esta actividad le permitió asumir puestos de responsabilidad ya durante la Segunda República en organismos como la Conferencia Internacional del Trabajo, pero el Gobierno no tardó en comprender que tenía en la malagueña un escaparate idóneo de cara a su legitimidad internacional. Así, Oyarzábal fue enviada a EEUU y Canadá para impartir conferencias a favor de la República Española y en 1936 fue nombrada ministra plenipotenciaria en Suecia y Finlandia, convirtiéndose en la primera mujer que asumía un puesto de tal responsabilidad en España. Sin embargo, el estallido de la Guerra Civil la condujo pocos meses después al exilio en México, donde escribió sus obras más importantes en defensa de los valores republicanos y donde siempre albergó la esperanza de regresar a una España democrática. El destino, en este sentido, tampoco se mostró favorable: la escritora murió un año antes que Franco, sin ver cumplido su deseo.

Rescoldos de libertad está escrito, por tanto, con el tono optimista de quien no ha arrojado la toalla y confía en un pronto regreso de los exiliados a casa; sin embargo, al mismo tiempo, es determinante en fondo y forma a la hora de esclarecer su denuncia. El libro comienza con un extenso e instructivo Resumen de la guerra que pone al lector en antecedentes para describir a partir de aquí el éxodo por una parte y la vida en la España fascista por otra. Oyarzábal narra así la suerte de los refugiados españoles en Francia, a la que se refiere como "coto de caza", y narra con escalofriante realismo la vida en los campos de concentración franceses, de los que los españoles saldrían como apátridas y de nuevo abandonados a su suerte. Escribe Isabel Oyarzábal igualmente sobre la represión en Asturias, los niños enviados a la Unión Soviética, los maquis, el hambre de la posguerra, la acción de la Falange Exterior y el exilio americano. A la hora de escribir sobre las cárceles franquistas, su relato adopta una forma dialogada más propia de la novela, pero no escatima en recursos periodísticos: "(...) Noche tras noche después de las doce, un grupo de falangistas armados se presentaban en la puerta de cada celda y leían dos o tres nombres de una lista. A los que nombraban tras meterlos en camiones y llevarlos a las tapias del cementerio, los fusilaban, después de haberles hecho cavar sus propias tumbas en algunos casos. Sólo en esa prisión, según su capellán, sacaron y fusilaron a dos mil personas en los primeros meses del régimen fascista. La mayoría nunca fueron juzgados". Así de amarga sabe la Historia reciente.

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