Al otro lado del cristal oscuro
Artes Escénicas | El Espejo Negro
El Espejo Negro, referente clave del teatro de marionetas, celebra sus 30 años con ‘Espejismos’, que estrena el 1 y 2 de febrero en el Echegaray
Málaga/La escenografía queda presidida por una enorme estructura circular que sirve de soporte para diversos dispositivos giratorios de iluminación, en plan Pink Floyd. “Éste es el espejo. No lo habíamos mostrado nunca, así que ya iba siendo hora de enseñarlo”, apunta Ángel Calvente que, enfundado en negro riguroso, camina de arriba a abajo por la sala de ensayos de El Espejo Negro para comprobar que todo está en su sitio. Si el anterior montaje de la compañía malagueña, Óscar, el niño dormido, dirigido al público infantil, significó un verdadero reto a nivel técnico, la nueva propuesta constituye eso que llaman un antes y un después en lo que se refiere a iluminación, con un diseño y una producción firmadas por Laín Calvente (hijo de los fundadores de El Espejo Negro, Ángel Calvente y Carmen Ledesma, y miembro estable de la agrupación) de rara presencia en el teatro español actual. Los numerosos haces y efectos se reflejan, ciertamente, en el fondo oscuro del círculo con matices hipnóticos. Pero no crean: El Espejo Negro sostiene desde hace años y por derecho su condición de referente clave del teatro de marionetas y de títeres vuelve a ir, afortunadamente, la cosa. Preguntado por la cantidad de marionetas y personajes que participan en el nuevo espectáculo, Ángel Calvente mira a su alrededor, luego hacia arriba, hace cuentas con los dedos, señala aquí y allá y concluye: “Pues no lo sé. Muchos, muchísimos. Tantos, que he perdido la cuenta”. Comparece entonces Estío, el protagonista del espectáculo, una criatura de enorme estatura, aspecto imponente y humanidad abrumadora, que se sitúa en el centro del espejo. Suena la música, las luces comparecen en el mismo trance, Estío se alza como rey de la escena. Sobre el mismo espejo se proyectan imágenes sugerentes y evocadoras. Ha comenzado el ensayo. Todo esto y mucho más es Espejismo: nada menos que el nuevo espectáculo de El Espejo Negro.
Ángel Calvente y los suyos regresan al teatro para adultos con este montaje, que tendrá su estreno absoluto el 1 y 2 de febrero en el Teatro Echegaray dentro del Festival de Teatro y que ya tiene cerradas para después fechas en Granada y San Sebastián (mientras tanto, la compañía sigue en la carretera con Óscar, el niño dormido, La cabra y Es-puto Cabaret). Ángel Calvente se encarga como siempre de la dirección y vuelve a ejercer de actor y manipulador después de un tiempo a la sombra (“Es lo más complicado de todo, estar dentro y fuera a la vez”, afirma). También es el autor de la dramaturgia, con textos fijados a menudo en verso, para los que ha contado con la colaboración de Angélica Gómez. Laín Calvente y José Vera (quien ya se incorporó a las filas de El Espejo Negro en Óscar, el niño dormido) completan el elenco, aunque los espectadores podrán escuchar las voces de Adelfa Calvo y otros actores malagueños enlatadas para la ocasión. En cuanto a la estética, más allá del depurado despliegue técnico, Espejismos evoca tanto el humor irreverente y políticamente incorrecto de los primeros espectáculos de la compañía (así como el desmadre de Es-puto Cabaret) como la precisión y la magia en la manipulación de Aparirciones, todo con los play-backs implacables marca de la casa. Pero, ¿qué cuenta Espejismos? Ángel Calvente se explica: “Cuenta lo que hay dentro del espejo. Es decir, toca muchas cosas. El espejo, como si fuera un agujero negro, lo absorbe todo y luego lo vomita de maneras que no podemos prever. Como cualquier otro espejo, devuelve todo lo que se refleja en él. Hay cosas amables y otras desagradables. Cosas que gustarán a muchos y otras que no gustarán a nadie. Como la vida misma”. Y añade: “Pero también trata de nosotros. Hay bastante autocrítica. Abordamos de manera abierta nuestra propia autocensura. En tiempos especialmente difíciles, reivindicamos la libertad de decir lo que nos dé la gana como nos dé la gana, sin callarnos. Y queremos convertir todo esto en una fiesta del teatro”.
Espejismos es además el espectáculo con el que El Espejo Negro celebra sus treinta años de trayectoria, pero, aunque se recuperan para la ocasión “dos o tres” personajes de obras anteriores (como el loco de De locura que comparece con la camisa de fuerza y el mondongo al aire: impagable), no hay demasiada nostalgia en el órdago: “Habríamos hecho este espectáculo exactamente igual si no hubiésemos cumplido treinta años. Nos apetecía recuperar algunas cosas, nada más”. En la escena, el delirio continúa. La mutación es continua: el loco se convierte en el Hombre Elefante y éste, a su vez, en un niño musulmán. Lo que empieza siendo una especie de homenaje a El cuento de la criada da paso a Madonna y ésta a Marta Sánchez, que interpreta el himno nacional invitada por Ciudadanos. Hay, de paso, unos corderos autonómicos que se quedan embobados viendo el fútbol en una televisión patriótica. Y una genitalidad exacerbada, poliédrica, casi religiosa, de la que terminan naciendo seres. Todo bajo la dirección de Estío, un maestro de ceremonias turbador del que Calvente pone en juego varias versiones en un prodigio de manipulación y mímesis. Espejismos no será un espectáculo muy del agrado de personas prejuiciosas, pero devuelve al teatro su libertad deslenguada para llamar a las cosas por su nombre. A ver qué dice Vox de esto.
De Eva Lorena a Óscar: el mundo es una marioneta
La protagonista de Todas ellas tan suyas, el primer espectáculo de El Espejo Negro, estrenado en mayo de 1990, era la niña Eva Lorena, hija de una alcohólica parida de forma trágica en la puerta de una iglesia y capaz de vivir varias vidas, de ser lo mismo una monja de procaz materialismo que una prostituta maestra del hardcore. Ángel Calvente y Carmen Ledesma se atrevieron a contar esto mediante un lenguaje reservado entonces exclusivamente al teatro infantil, el de las marionetas, y abrieron una puerta por la que nadie antes se había atrevido a pasar. Los comienzos no fueron precisamente sencillos (“Vivíamos en nuestra furgoneta, a base de patatas fritas”, evoca Calvente), pero otros espectáculos como Tos de pecho (1993), Heroína (1994), El circo de las moscas (1995) y De locura (1998), en los que comparecían lo mismo Lola Flores que una Cecilia de ultratumba o un Joselito cantando Campanera a lomos de una jeringuilla, fueron ganando espectadores a la causa desde una acérrima adscripción al underground y en los más variopintos escenarios de toda España. La cabra, en 2001, trasladó por primera vez la irreverencia al teatro de calle y significó un punto de inflexión en la historia de la compañía con la llegada de nuevos públicos (de paso, reforzó de manera notable la proyección internacional de El Espejo Negro, con funciones en Europa y Asia; tras su reposición hace algunos años, por cierto, La cabra sigue representándose hoy día). Eso sí, el verdadero punto de inflexión llegó en 2006 con Vida de un piojo llamado Matías, adaptación del relato de Fernando Aramburu que abrió por primera vez a Calvente y los suyos las puertas del público infantil. Matías aportó a la agrupación un éxito de grandes dimensiones además de su primer Premio Max; el segundo llegó con El fantástico viaje de Jonás el espermatozoide, estrenado a finales de 2010 y convertido en uno de los ases del repertorio de El Espejo Negro al relatar de manera divertida y con multitud de detalles el proceso de la reproducción humana. Pero en este tiempo, la compañía también ha cultivado el teatro para adultos transformista y mal hablado de sus orígenes en Es-puto Cabaret (estrenado en 2009), ha metido mano a clásicos en verso como La venganza de Don Mendo (estrenado en 2013) y, claro, ha seguido ofreciendo al público infantil como el muy personal y delicado Óscar, el niño dormido (estrenado a finales de 2015). Para este mismo 2019, Ángel Calvente baraja ya un nuevo espectáculo de calle, género que la compañía también visitó con Los perros flauta en 2005; y otra obra infantil, tal vez para 2020. Todo esto y mucho más. Espejito, espejito...
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