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Factoría Echegaray | 'Múltiple'
Málaga/El modo de vida de las comunidades mormonas fundamentalistas en EEUU inspiró en la periodista y escritora malagueña Marga Dorao la posibilidad de contar “una historia de amor en un contexto de ausencia de libertad”. El resultado de aquella chispa adquirió forma de texto teatral bajo el título Múltiple, que el vivero local de producciones escénicas Factoría Echegaray seleccionó para su puesta en escena. La propia Dorao invitó al director onubense Julio Fraga, referente clave del teatro andaluz contemporáneo, a que se hiciera cargo del proyecto, y tras la lectura de la obra Fraga dio el sí. Finalmente, Múltiple se estrenará el próximo 21 de mayo en el Teatro Echegaray, donde podrá verse con doce funciones hasta el 2 de junio con un reparto formado por María Agudo, Antonio Navarro, Carmen Vega, Miguel Zurita y Encarni Migueles. Este miércoles, el equipo atendió a los medios durante los ensayos que tienen lugar estos días en la tercera planta del Teatro Cervantes, antes de su traslado la semana que viene, previo al estreno, a las tablas del mismo Echegaray, y sus responsables apuntaron las claves de un singular artefacto escénico que indaga en las relaciones humanas desde el ángulo adverso.
En principio, Múltiple parte de una premisa que encaja a la perfección con el imaginario mormón más acérrimo, marcado por la poligamia: una familia poligínica formada por un hombre y dos esposas, además del padre del varón que ejerce su función de autoritario patriarca, se prepara para la llegada de una tercera esposa mientras la hermana de la segunda, ajena al férreo ideario religioso con el que se dictan las normas de convivencia de puertas adentro, intenta sacar a la misma de un seno doméstico que considera incompatible con la dignidad humana. Dorao admite la referencia clara al ideal de vida familiar de las comunidades mormonas polígamas pero advierte de que este ideal funciona más bien como un símbolo convenientemente recreado: así, Múltiple transcurre “en la Andalucía del siglo XXI, en el presente, lo que por otra parte persigue cierta atemporalidad: lo que se cuenta es una constante en la historia y en cualquier lugar del mundo”. Y lo que se cuenta no es otra cosa que un vínculo personal intervenido por la percepción religiosa para hacer pasar por amor lo que no es más que dominación y abuso. La obra admite ciertamente una lectura feminista, clave que acepta Dorao en la medida “en que convengamos en que el machismo también daña a los hombres. De hecho, ésta es la tesis esencial del texto”. Al espectador, eso sí, le corresponderá el papel de juez.
Para abordar la puesta en escena de una propuesta tan especial, Julio Fraga decidió emprender una investigación junto a la autora y los actores “que nos permitiera encontrar el lenguaje más apropiado para contar esta historia, a la vez contemporánea y atemporal, naturalista y simbólica”. Y pronto quedó claro que la mejor opción era la apuesta por una multiplicidad de lenguajes teatrales: “Al principio, nada más leer el texto, entendí que la obra respiraba bien por Bergman, pero a lo andaluz. Después transitamos por las enseñanzas de teatro americano del siglo XX, bajo las directrices de Tennessee Williams. Sin embargo, finalmente comprendimos que había que romper la cuarta pared y encontramos la solución en Brecht. Así que poco a poco nos fuimos despojando de Bergman para entrar en Brecht”. Dorao matiza que en realidad “la influencia de Bergman sigue presente, igual que las otras, sólo que han sido destiladas hasta el hallazgo de la fórmula adecuada”. Por cierto, la escena quedará presidida por dos ollas con agua hirviendo, trasunto de la cocina de la casa familiar en la que transcurre la acción, en las que los intérpretes irán depositando distintas especias que aportarán un aroma distinto a cada acto y que percibirán los espectadores desde sus butacas. Por lo demás, la escenografía, sencilla en su disposición (“Hemos ido quitando elementos hasta quedarnos con lo fundamental”, apunta Julio Fraga) y atravesada por un trono elevado desde el que el patriarca Zacarías maneja los hilos, se distribuye en dos espacios que permite la confluencia poética de escenas no coincidentes en el tiempo, en una prometedora multiplicación escénica de significados.
A pesar de su fuerza simbólica, Múltiple se sitúa fuera del juego distópico. Y para conferir más verdad a la obra, los intérpretes, todos malagueños o formados en Málaga, hablan en su más natural acento andaluz, lo que por otra parte constituye un santo y seña del teatro de Julio Fraga: “Hay películas estadounidenses en las que escuchas acentos americanos, ingleses, australianos, de muchos sitios, y no hay problema. No sé por qué tendría que haberlo aquí con la variedad de acentos”.
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