Fallece el escritor malagueño Pablo Aranda a los 52 años
Literatura
El novelista y columnista fue finalista del Premio Primavera de Novela en 2003 y deja una producción literaria y periodística marcada por su estilo personal y su sensible inclinación a la temática social
Málaga/El escritor Pablo Aranda ha fallecido a los 52 años esta madrugada en Málaga, la ciudad en la que nació y en la que residía, tras no superar un cáncer de estómago contra el que llevaba varios meses de lucha discreta y silenciosa, tal y como confirmaron a este periódico fuentes cercanas al autor. Con su muerte, la narrativa española pierde a uno de sus novelistas más singulares, consolidados y a la vez prometedores, dueño de un estilo bien personal con una sensible inclinación a la temática social. Columnista de prensa y gestor cultural, Pablo Aranda cultivó también con gran éxito la literatura infantil y juvenil, la crónica periodística y otros géneros.
La publicación en 2003 de su novela La otra ciudad, finalista del Premio Primavera, fue su primer gran paso en el mundo literario, con una obra que fue ya saludada por los lectores y por la crítica como un relato deslumbrante por la capacidad del autor de crear personajes llenos de verdad, así como por un lenguaje deudor de William Faulkner, Antonio Soler y los demás referentes de los que Pablo Aranda hizo siempre gala. Tras El orden improbable (2004), ganó el Premio Málaga de Novela en 2006 con Ucrania y posteriormente publicó otras novelas como Los soldados (2013), El protegido (2015) y la última, La distancia (2018). En 2011 ganó el Premio Ciudad de Málaga de Literatura Infantil con el celebrado libro Fede quiere ser pirata, y volvió al género en 2014 con El colegio más raro del mundo y en 2017 con De viaje por el mundo. Además, Aranda había terminado recientemente una última novela, tal y como él mismo había dado a conocer.
Filólogo, profesor y padre de tres hijos, Pablo Aranda era un escritor especialmente querido en el mundo literario y, más allá de su altura como escritor, reconocida de manera unánime, hizo suya la definición de Antonio Machado: un hombre, en el buen sentido de la palabra, bueno.
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