Fiesta de fin de curso en la selva tenebrosa

artes escénicas

'Hara, el espíritu de la selva', presenta en La Concepción una revisión familiar y naïf de la historia de Mowgli bendecida por el entorno

Unos buitres raperos en 'Hara, el espíritu de la selva'.
Unos buitres raperos en 'Hara, el espíritu de la selva'. / Alicia Núñez
Pablo Bujalance

Málaga, 27 de junio 2017 - 02:03

Pues sí, la idea de montar El libro de la selva en el Jardín Botánico de la Concepción es sencillamente genial. Una alumna de los cursos de formación de Musicmaster tuvo la ocurrencia y la productora decidió ponerse manos a la obra. Y voilà: Hara, el espíritu de la selva, es el espectáculo musical creado por Álvaro Lasso de la Vega y Julio José Blanes que, bajo la dirección general de Eduardo Martín, tuvo ayer su primera representación en el fabuloso enclave (tras la première, ensayo con público o como quieran llamarlo del domingo), donde seguirá en cartel hasta el jueves con un reparto plagado de jóvenes promesas aunque con los suficientes ases ya consolidados para darle garantías al proyecto. La música en directo corre a cargo de (esencialmente) Dry Martina, y la verdad, qué quieren que les diga, lo mejor de la velada es poder disfrutar las canciones del clásico de Disney en manos del combo de Rafa Insausti y los suyos. Laura Insausti figura como cantante y actriz en la piel de la reina Louise, heredera de aquel guasón rey Louie que quería el fuego a cualquier precio, aunque bastante más escéptica y pasada al lado de los buenos. Hara recoge con fidelidad casi naïf y sin complicarse excesivamente la vida la historia de El libro de la selva pero corona como protagonista a Hara, nieta de un Mowgli que todavía anda hecho un chaval y dispuesta a meterse exactamente en los mismos líos. Tras visitar a su abuelo en la selva, claro, la chica conoce a Baloo y Bagheera, ya en la edad de la jubilación, y a algunas de las otras criaturas originales o sus descendientes, incluido el hijo de Shere Khan, el pérfido tigre. Por lo demás, no teman: todo transcurre exactamente igual que en El libro de la selva, de manera que Hara no se sale un milímetro de lo que uno espera. Y seguramente es mejor que así sea.

Además del entorno servido en bandeja por el jardín botánico, que igual no termina de aprovecharse del todo (la sección acotada como escenario termina ofreciendo pocas sorpresas), Hara se beneficia de su espíritu de fiesta de fin de curso, sin prejuicios, que es lo que toca a estas alturas. Los disfraces están muy logrados y el elenco pone especial empeño en transmitir las ganas de fiesta, con lo que hay que ser un borde de tomo y lomo para no salir de allí con una sonrisa. Del reparto, precisamente, uno se queda sin remedio con Rafa Chaves, a cuyo Baloo le habría venido de perlas una romanza de zarzuela a lo Luisa Fernanda. En cuanto al argumento, hombre, no es cuestión de pedirle a nadie la hondura de Hamlet, pero Hara pide a gritos un pelín de más consistencia dramática. Aunque sólo sea por justificar la aparición de la ya cegata Bagheera, que no se sabe muy bien que hace allí, salvo, claro, evitar que la echen de menos. El invento, en fin, consiste en ver el desfile de personajes que ya sabe que van a salir, con lo que el musical se parece más a una animación infantil que a un musical propiamente dicho; habría estado bien una mayor ambición en dejar satisfecho a todo el mundo, como sucedía en El libro de la selva original. Las canciones nuevas tampoco contribuyen, ay, a levantar el ánimo. Pero qué gusto terminar bailando aquello de Busca lo más vital...

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