Flamencura y elegancia a raudales

Lourdes Gálvez Del Postigo

14 de noviembre 2009 - 05:00

Auditorio de la Diputación. Fecha: 12 de noviembre. Artistas: Cancanillas de Málaga con Chaparro y Luis Salao a la guitarra y Kiko y Yaya a las palmas; La Repompa con Amparo Heredia al cante, Raquel Heredia e Iván Vargas al baile, Fran Vinuesa a la guitarra, Juan Laike a las palmas y Miguel 'El Nene' a la percusión.

El segundo jueves del ciclo Singulares nos trajo a dos conocidos artistas de la tierra que siempre cuentan con un público expectante.

El primero, Cancanillas, empezó por martinetes, siguió con soleá por bulería, rematando por romances con mucho sabor. Continuó por Cádiz, para seguir por tangos, bien introducidos por Chaparro. Aquí mezcló letras nuevas con otras populares, acordándose de Camarón, del Titi de Triana y de Pastora. Acompañado por Luis El Salao, hizo un palo que no suele llevar en su repertorio, malagueñas, lo que nos permitió comprobar lo completo que es Cancanillas, haciendo las de Chacón -afinadas y dolientes- y las del Mellizo -con eco de Caracol-, acabando ambas de una vez, como tiene que ser cuando de este palo se trata. Y llegó la siguiriya, donde más a gusto vemos a este cantaor y más nos transmite. Muy compenetrado con Chaparro, su quejío profundo y a la vez recortado nos estremeció. Terminó por bulerías, flamenquísimas, aliñadas con unas geniales pataítas.

Después llegó La Repompa y su familia. Los jaleos que bailaron su hija, Raquel Heredia, e Iván Vargas, rompieron con fuerza el hielo, para dar paso a la maravillosa voz de Amparo Heredia, artista completísima, dueña de unas privilegiadas facultades que le permitirían ser figura cantando alante si ella quisiera. Con el solvente y flamenco toque de Fran Vinuesa hizo las bulerías de su tía y un popurrí de coplas, dando paso al baile por soleá de su hermana, que volvió a derrochar fuerza racial y dominio del compás, acabando las dos hermanas frente a frente creando un momento inolvidable. Por Cádiz bailó Iván Vargas, joven con gran talento y técnica y por fin, llegó ella. Con esa elegancia innata y ese señorío que la caracterizan, Rafaela nos hizo unas deliciosas bulerías lentas, para escuchar y embriagarse, teniendo el detalle de bajar a patio de butacas y cantar entre el público, haciendo más cercano su arte. Con un fin de fiesta se despidieron entre encendidos aplausos.

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