"Todas las cosas con las que he soñado en la infancia me han acabado pasando"
Gustavo Santaolalla | Músico
El compositor viene a Málaga el 12 de septiembre a dar un concierto tras recibir el premio Mosma Maestros, en el que promete un recorrido por toda su carrera musical
Málaga/Hay quien conoce a Gustavo Santaolalla como el más grande de los productores de música latinoamericanos de finales del siglo pasado y principios de este. Para otros es el compositor de bandas sonoras para cine que ganó dos Oscars (por Babel y Brokeback Mountain). Hay quien lo conoce por su grupo, Bajofondo. Otros, por haber revolucionado la música de los videojuegos cuando tomó los mandos de la experiencia auditiva en The Last of Us. Además de eso ha ganado Baftas, Emmys, Grammys y casi cualquier premio que se pueda imaginar en la música.
Ahora, le han otorgado el Premio Mosma Maestros y viene a recibirlo a Málaga y a celebrar un concierto para el cierre del festival el 12 de septiembre. El concierto, bajo la batuta de Arturo Díez Boscovich dirigiendo a la Orquesta Sinfónica de Málaga promete un recorrido por toda la carrera musical de Santaolalla, una experiencia nunca antes vivida. Gustavo, desde Los Ángeles, lugar en el que reside hace más de treinta años, ya espera ansioso su llegada a Málaga y a España, con la que dice tener “una cuenta pendiente”.
Las raíces de Santaolalla engarzan en la península, “mi abuelo era andaluz y mi abuela vasca por parte paterna”, cuenta. Y, pese a que ha venido a tocar varias veces con Bajofondo a España y ha producido Vengo Venenoso de Antonio Carmona, siente que individualmente no ha llegado a tanta gente aquí como le gustaría, “lancé mi carrera solista un poco tarde en mi vida, pero nunca es tarde. Ahora con la pandemia sabemos positivamente que lo del tiempo es totalmente relativo. Dicen que la Revolución Francesa está por pasar mañana mismo”, bromea Santaolalla. En esta gira por España se acerca un lugar “muy cercano a mi corazón”.
Ha ganado Oscars, Grammys, Baftas y ahora un premio Mosma maestros, ¿qué le queda por ganar?
Nunca hice nada por ganar un premio ni por dinero. Sería un necio si dijera que no disfruto cuando hay un reconocimiento y lo vivo como un indicador de que he hecho algo que ha conectado con mucha gente. Eso es la manera en la que realmente lo siento y es lo que me llena. Me satisface. También el dinero, por supuesto. Pero, nunca hice nada por eso nunca ha sido una motivación. Por eso no me queda nada por ganar, porque no está en mi pensamiento, no tengo ese anhelo. Mis anhelos son cosas más conceptuales: ser mejor persona, poder hacer mejor mi trabajo... esas son las conquistas a las que aspiro, no pienso en que me queda por ganar el Emmy de la TV y el Tony del musical, no. No está en mi mente.
Dicen que la infancia es la patria del artista, si tuviera que elegir una postal de infancia, ¿cuál sería?
(Piensa) Tengo un álbum de postales de la infancia, elegir una se pone difícil. Tengo una imagen de cuando volvía de la escuela en secundaria y quería tener mi banda, veía los discos que me gustaban, que los teníamos en un velador en el cuál yo me ponía y veía mi sombra en un cuadro y me imaginaba tocando delante de mucha gente. Lo veía y después eso me pasó. Tengo recuerdo de ir a embajadas a pedir folletos de los países porque soñaba con viajar por el mundo y eso me pasó. Tengo postales muy lindas con mis padres, porque yo tuve una infancia maravillosa y por suerte tengo postales muy lindas de eso. También tengo postales como la de mi maestro de música abandonándome y diciéndole a mi madre: “Su oído es más fuerte que mi música, abandono”. A los diez años me abandonó, porque yo, que tocaba la guitarra desde los cinco años, tenía mucha facilidad para tocar, pero muy poca facilidad para la parte académica. Como podía tocar bastante rápido, lo otro me aburría mucho. Si tuviera que resumir una postal de infancia sería una de mi familia, que es el gran soporte que he tenido y es de donde salgo yo.
Diría que ha tocado todos los palos en la música, ¿ha roto muchas cosas en la travesía?
Siempre he tratado de alguna manera de ir por el borde. De no quedarme en un sitio ya establecido, siempre me interesó de qué manera yo podía aportar algo diverso a lo que yo hacía. Cuando llegué a Estados Unidos en el 78 repartí casetes con mis canciones y nadie contestó excepto una sola persona. Cuando me cité con él me dijo: “Tu música está muy bien, va todo bien, pero hay una parte que le das a la nota equivocada, al acorde que no va”. Yo le dije que esto va a resultar en que no trabajemos juntos, pero esto que me estás diciendo para mí es un cumplido, nunca le guardé resentimiento. Durante muchos años lo comentaba con mis amigos diciéndoles que eso es lo que yo busco, ese punto de inflexión.
¿Se lo volvió a encontrar?
Treinta años después, un tipo de la industria en un homenaje a Neil Young me fue a presentar a esta persona. Él me conocía por los Oscars, pero le dije: “No, yo te conozco a ti por esto de hace muchos años, me dijiste algo que me quedó para toda la vida: que le pegaba a la nota incorrecta cuando todo iba bien”. Le dije: “¿Sabes que hoy en día a la gente le encanta esa nota”. El tipo se quedó maravillado hasta tal punto que cuando terminó el evento vino a buscarme con su mujer porque llevaba toda la noche dándole vueltas a que tuvo al tipo que iba a ganar los Oscars. Siempre he buscado eso que rompe, siempre he dicho que creo mucho en los frutos de la experiencia, pero creo más en los frutos de la inexperiencia. La inexperiencia te hace tomar esos caminos que la experiencia nunca te dejaría tomar. Y esos son los que generalmente rompen cosas e innovan. Me encanta pensar que en el mundo del cine aporté cosas nuevas.
En el mundo del videojuego hizo algo parecido.
En el videojuego lo mismo, la música de los videojuegos tenía una connotación que se cambió por completo a partir de The Last of Us, pero yo esperé, porque soy muy selectivo con mis trabajos. Yo nunca he sido gamer, pero tenía un hijo que sí cuando empecé The Last of Us. Yo siempre pensaba que cuando alguien lograse hacer en el videojuego una conexión emocional, emotiva con los jugadores esto va a cambiar y cuando me metí ahí todo pasó. Siempre me gustó aquello que marca un cambio, una tendencia nueva. La vanguardia, pero accesible, no la vanguardia que está dos pasos más adelante pero que se ve una cena con muy poca gente. Me gusta lo que hicieron los Beatles en su momento, que te llevaban a lugares con ellos. En cuanto ponías un disco por primera vez decías qué es esto, tenían referencias extrañísimas, pero te llevaban de la mano, llevaban a la gente a cruzar nuevas fronteras.
Casi todo lo que ha tocado lo ha convertido en oro. Ha sido productor de grandes estrellas, ¿pero ha habido también fallos o todo lo que toca es diamante?
Depende de lo que entiendas como fallo. Si fallo es no haber vendido una cantidad de discos, por supuesto, no todos los discos que he producido han sido exitosos en ese sentido. Pero para mí el éxito pasa por haber logrado plasmar en lo que nos propusimos hacer el hecho artístico, así haya vendido un disco. Yo no tengo un disco en esos cien álbums que tenga que esconder. Sería rarísmo que te gusten todos, pero no tengo ninguno que tenga que esconder. Yo cometí muchos errores de chico en mis álbums y dije: esto no me va a pasar nunca más. Todo eso que aprendí lo volqué en mis producciones, nunca dejar una cosa que me parecía que no estaba bien, nunca. El disco terminarlo cuando está listo, no cuando te dicen en la disquera.
Tengo la sensación de que la producción es tres cuartos del resultado, pero no sé si se valora lo suficiente al productor.
Yo creo que sí, aunque la valoración sea solamente por el reconocimiento que tiene un tema. La producción es un elemento importantísimo. Es el arte de hacer discos. A mí siempre me interesó eso, desde muy pequeño. Cuando yo empecé a hacer discos a los 17 años, empecé como artista y productor, porque no había productores de la música que a mí me gustaba en Argentina. Una cosa es escribir una canción, otra cosa es hacer el arreglo, otra cosa es interpretarla y otra cosa es convertir todo eso en un disco. Eso me encanta. Desde que se inventó el multitracking y que ya no había que grabar todo a la vez, sino que puedes trabajar con el tiempo, ya toma una cosa más cinematográfica, siempre he tomado la música de una manera muy visual.
¿Qué queda del rock de los 80 y de los 90 en la actualidad?
El rock es una fuerza que yo he visto subir y bajar a través de los años por momentos. ¿Sabes cuántas veces escuché: el rock ha muerto? Pero el rock no muere, no ha pasado nada. Ahora con el auge de la música urbana tan grande, pareciera que el rock no existe más y sin embargo el otro día Bad Bunny dijo que su primera influencia es el rock. El rock en los 60 y los 70 se convirtió en el folclore de los jóvenes del mundo. A mí me metieron preso por tocar rock en Argentina y tener el pelo largo. Esa potencia del rock también está presente en la música urbana y eso no muere, está en cuarentena y esperando la vacuna. Y me parece que la vacuna viene de Latino América. Y tiene perfume de mujer.
¿Cuál sería la vacuna, ve algún artista claro?
Yo veo una artista como Mon Laferte y me da mucha esperanza. Y veo otras expresiones como que empiecen a combinar música urbana con rock, que me parece que está latente y se manifestará como rock nuevamente en cierto tiempo, porque ya lo he visto pasar otras veces.
Su música siempre se ha caracterizado mucho por la mezcla, por la unión de distintas culturas, ¿qué opinión le merece la idea de apropiación cultural?
Yo pienso que hay dos cosas distintas. Pienso que alguien como Rosalía es una artista increíble que lo que está haciendo es fusionar cosas que forman parte también de su cultura, porque la cultura se manifiesta de distintas formas. Yo puedo decir que soy argentino, pero además de decir que soy argentino tengo que decir que soy latinoamericano, que soy hispanoamericano y que cuando digo que soy americano involucro vivir en EEUU hace más de treinta años y haberlo incorporado a mi cultura también. Ser habitante del planeta Tierra, también, ¿es que me apropié de la cultura?
España tiene mucha diversidad cultural.
España una de las cosas maravillosas que tiene es precisamente esa complicación maravillosa de tantas culturas, que se ve en el cine. Yo creo que lo de la apropiación cultural es cuando hay gente que toma algo como un instrumento de comercio, yo nunca hice nada por el dinero, pero hay gente que sí lo hace. Alguien que tome una cosa de una cultura para hacer una cosa que realmente su única intención es la de hacer dinero y no de fusionar las culturas y de fusionar cómo somos las personas me parece horrible, me parece que es condenable. Pero lo otro no.
Esa mezcla se ve en Bajofondo.
Yo con Bajofondo hago música del Río de la Plata contemporánea, claro que aparece el tango, la murga, la milonga... es parte de nuestra genética, no puede no estar por que es parte de lo que somos, pero no es que eso sea tango. Si nosotros aportamos algo al tango se podrá decir dentro de treinta años a lo mejor. Yo creo que hay que hacer las dos cosas. Por un lado, preservar las culturas en la forma más pura y ahí están los etnomusicólogos. Por otro lado hay que darle también cabida a la fusión, a la mezcla, porque eso somos nosotros en el mundo en que vivimos, no hay nada malo en eso cuando está hecho con buena fe.
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