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György Faludy, el calambre de un siglo

La editorial Pepitas y Pimentel publica 'Días felices en el infierno', las memorias del longevo poeta húngaro, víctima de los grandes totalitarismos del XX.

El escritor György Faludy.
Alfredo Asensi

26 de mayo 2015 - 05:00

En este libro, en la vida de György Faludy (Budapest, 1910-2006), hay de todo: poesía y misterio, terror y aventura, amistad y traición, huida y reencuentro, Historia y humor, amor y viajes. Pepitas & Pimentel (proyecto conjunto de las editoriales riojanas Pepitas de Calabaza y Fulgencio Pimentel) publica en España, con traducción de Alfonso Martínez Galilea, Días felices en el infierno, el relato autobiográfico de 15 años trepidantes en la vida del poeta, desde su huida de Hungría en 1938, rumbo a Francia, hasta su salida del campo de trabajos forzados de Recsk, donde había sido internado en 1949. Dos fracturas causadas respectivamente por la extrema derecha y la extrema izquierda. De ambas fue víctima y así lo constató en esta obra editada en inglés en 1962 y en húngaro en 1989, tras la caída del régimen comunista.

Hungría, Francia, África, Estados Unidos, Hungría. Faludy (cuyo nombre era Joseph George Leimdörfer y que publicó sus primeros poemas en la primera mitad de los años 30, cuando fue colaborador de la publicación liberal Magyar Hírlap, relacionándose con los círculos radicales y socialdemócratas que combatían los gobiernos del régimen autoritario de Miklós Horthy) pasea por su tiempo con una rara facilidad para encontrar el brote verde, para superar a través del vitalismo y una ironía distanciadora el grado de dolor y desconcierto que las fuerzas oscuras generan a su alrededor y que determinan sus huidas, quebrantos e inquietudes. Como una novela de aventuras se lee a veces Días felices en el infierno, con su sabrosa galería de personajes, sus vibrantes secuencias (el periplo africano, la crónica de los días de detención antes del internamiento en el campo) y ráfagas de alta, sensorial escritura: "Y todos estos olores contenían un elemento nuevo y desconocido, que cubría los aromas esenciales y determinaba la atmósfera de la ciudad entera. En el puerto ya había notado, simpático, casi obsceno, el ligero aroma a putrefacción que emanaba de la ciudad. No era algo repugnante, ni siquiera desagradable. Recordaba al de la secreta descomposición de las hojas en otoño, con su misterioso parentesco con la fermentación del mosto de la uva. No era en absoluto el dulzor mórbido de la carroña, sino más bien su discreto antecedente, una suerte de excitante especia puesta por la muerte en la mesa de los vivos".

Liberado en 1953, Faludy se ganó la vida como traductor hasta 1956, cuando salió de Hungría para instalarse en Londres, donde dirigió la Gaceta literaria. En los años siguientes publicó varios libros, entre ellos Días felices en el infierno, que tuvo una gran recepción crítica (no tanto de lectores), con dos ediciones inglesas y otras dos en Estados Unidos. Fue traducido al alemán, el holandés y el francés. A la muerte de su esposa abandonó Inglaterra y residió en Florencia y en Malta, donde conoció a Eric Johnson, bailarín de ballet viajero con el que convivió durante 35 años. En 1967 se establecieron en Toronto, Faludy adquirió la nacionalidad canadiense, impartió cursos universitarios y fue nombrado doctor honoris causa de la Universidad de Toronto en 1978, año en el que también apareció la primera antología de su poesía traducida al inglés. En los primeros 80 publicó varias obras, incluida una colección de poemas escritos en el campo de Recsk.

El colapso de la URSS llevó a Faludy de nuevo a Budapest, donde recuperó su antigua popularidad, reforzada por la primera edición húngara de Días felices en el infierno. Sus lecturas públicas congregaban a multitudes y sus poemas eran musicados como en los años 30 y 40. Publicó colecciones de artículos y semblanzas en las que están presentes muchos de los personajes de su obra biográfica. Candidato al Nobel, recibió diversos premios.

Sus años finales están marcados, en el orden social, por la distancia que ponen con él las fuerzas políticas. Es una figura incómoda para unos y otros. Y en el sentimental, por la ruptura con su compañero y su matrimonio, en 2002 (o sea, a sus 92 años), con la joven poetisa Fanni Kovács. La pareja genera escándalo con un reportaje fotográfico en la edición húngara de la revista Penthouse. El poeta vivió un periodo de gran creatividad y dio a la imprenta la segunda parte de sus memorias, Después de mis días felices en el infierno. Murió en la capital húngara hace nueve años.

Martínez Galilea ha consultado para su trabajo las versiones francesa e inglesa de la obra. La segunda, advierte, es unas 100 páginas más extensa que la primera y es la base de esta traducción. Por otra parte, reconoce que "muchos de los inolvidables personajes del libro hubieran merecido algunas notas a pie de página", un ejercicio que se deja "para mejor ocasión". Y es que hay mucho Faludy por descubrir en español.

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