Hermosa Sicilia (XVII): 
El sur de Trinacria (I)

El jardín de los monos

La ciudad de Modica, reconstruida íntegramente tras el terremoto de 1693, fue declarada Patrimonio de la Humanidad y es una de las joyas del barroco siciliano

Hermosa Sicilia (XVII): 
El sur de Trinacria (I)

Hermosa Sicilia XVI: la Sicilia profunda II

Iglesia Madre de Noto, Sicilia.
Juan López Cohard

01 de octubre 2023 - 10:38

“Sobre la arena de Gela color de la paja / me tendía de niño a la orilla del mar / antiguo de Grecia con muchos sueños en los puños / apretados y en el pecho. Allí Esquilo exiliado / midió versos y pasos desconsolados, / en aquel golfo árido el águila lo vio / y fue el último día…”. Del poema “A un poeta enemigo” de Salvatore Quasimodo. Allá por las décadas de mediados del s. XX, en pleno fervor mussoliniano, nacía en Italia un movimiento literario que dio en llamarse hermético por estar destinado a unos pocos, utilizando un “lenguaje evocador, oscuramente analógico a partir de la asociación de ideas por yuxtaposición, la utilización de sustantivos absolutos (sin usar el artículo), los plurales indeterminados y las imágenes oníricas. Con el hermetismo el texto se sale de lo cotidiano y deviene mensaje atemporal, en el que la literatura no se empeña en propósitos prácticos”. Lo que, por otra parte, les permitía, a sus seguidores, eludir la censura del gobierno fascista. El máximo exponente de este movimiento fue Salvatore Quasimodo, Premio Nobel de Literatura en 1959, nacido en la ciudad de Modica.

El sur de Sicilia fue tierra de los sículos y Modica, antigua Mòtyka griega, fue uno de sus asentamientos que llegó después a ser una importante ciudad con los romanos y la capital del Condado de Módica que según consta en la relación de los títulos de Castilla: “Este Condado le dio el Infante Don Martín de Aragón (rey de Sicilia, conocido como Martín el Humano) a Don Bernardo de Cabrera, que fue valeroso Almirante, y Capitán General. Don Fernando de Cabrera se tituló Conde de Modica, y Ossona, Vizconde de Cabrera, y Bas, Ilustrísima Familia, llena de méritos, y honores en la Guerra, Política, y Justicia.” Así pues, el condado fue creación española y estuvo ligado siempre a sus dinastías y su nobleza.

La ciudad, reconstruida íntegramente tras el terremoto de 1693, fue declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad y es una de las joyas del barroco siciliano. Aquejada durante siglos por inundaciones constantes debido a su ubicación fue ubicada inicialmente sobre una colina, después se extendió por el valle que forma la confluencia de los ríos Janni Mauru y Pozzo dei Pruni. De ahí que nos encontremos con una Modica Alta y una Modica Baja. Ambas están unidas por escalinatas, alguna, como la que desciende desde el Duomo (San Giorgio), de 250 escalones construida en el s. XIX. El Duomo presenta una notable fachada con tres filas de columnas que resaltan su elegancia.

En la Modica Alta, las estrechas calles recuerdan la ciudad árabe que fue conocida como Mobac y que estaba amurallada. Un carrusel barroco con palacios, iglesias y edificios públicos de gran belleza nos acompañará por la ciudad, alta y baja, tales como Sta. Mª delle Grazzie, del s. XVI, el convento de los Mercedarios del s. XVIII, la Iglesia del Carmelo que conserva el portal y el rosetón gótico del s. XV, la iglesia de S. Pietro a la que se accede por una monumental escalinata escoltada por las estatuas de los doce apóstoles y, muy cerca, la iglesia rupestre de San Nicolo, excavada en la roca que fue descubierta en 1987 y está casi cubierta con frescos de los siglos XIV y XV. En sus alrededores se encuentra la casa natal del escritor y poeta Salvatore Quasimodo. Y así, toda la ciudad, de la que también destacaremos los palacios Pollara (que alberga la Pinacoteca Municipal) y Napolino, con sus balconadas de hierro forjado y sus ménsulas con mascarones, típicos del más puro estilo barroco, y las iglesias de San Giovanni Evangelista, que corona el punto más elevado de Modica, y Sta. Mª de Betlem del s. XV aunque con varias reformas posteriores.

La capital, Ragusa, no solo de la provincia, sino del sur de Trinacria, fue la plaza fuerte de los sículos que la bautizaron como Hibla Heraia. Comenzó su declive en época romana y, tras cinco siglos bajo el poder de los bizantinos que la dotaron de importantes defensas amuralladas, el normando Roger I unió para su hijo Godofredo los condados de Ragusa y Modica, naciendo así la ciudad medieval que se expandió en torno al castillo árabe que coronaba la colina donde se asentaron los sículos. La destrucción acaecida por el terremoto de 1693, determinó que se reconstruyera en la planicie, lugar más seguro ante los fenómenos sísmicos, lo que devino en que, al no abandonarse la ciudad alta, sino todo lo contrario, rehacerse aún más espléndida, surgieran dos núcleos perfectamente delimitados: La Ragusa Ibla, la antigua, donde se encuentra el Duomo, San Giorgio (la catedral), uno de los más bellos ejemplos del barroco siciliano, con una fachada-campanario (este último construido sobre la nave central) que creó escuela. Fue su arquitecto Rosario Gagliardi de Siracusa que, aunque nunca salió de Sicilia, muestra una clara influencia berniniana en toda su obra. Sobre una bella y alta escalinata se levanta, como si de un escenario se tratara, su fachada convexa de tres órdenes con columnas superpuestas.

Esta parte de la ciudad, también denominada Ragusa Inferior, ha permanecido ajena al crecimiento económico y a la actividad dinámica de la vida moderna. Silenciosa y casi despoblada, ha permanecido anclada en el pasado, recreándose en sus vetustos palacios y desdeñando a la otra Ragusa, a la que los yacimientos encontrados de petróleo proporcionó un elevado nivel económico. Sin embargo ¡ojo! porque la Ragusa Ibla está despertando de su letargo y está desarrollando un potente turismo aprovechando su potencial arquitectónico, urbanístico, cultural e histórico; un desarrollo de la industria turística que posiblemente terminará alcanzando los niveles económicos de la Ragusa moderna, denominada también Ragusa Superior.

Por este oasis anclado hasta ahora en su pasado podemos encontrarnos con auténticas maravillas como la Iglesia del Purgatorio, levantada sobre la muralla bizantina, el Palacio Cosentini, barroco del s. XVIII, cuya fachada da a la Salita Comendatore con un balcón sustentado por cariátides montando seres monstruosos que nada tienen que envidarle a las gárgolas y quimeras de Notre-Dame de París, el Palacio de la Rocca, s. XVIII, con sus seis espectaculares balcones con representaciones de personajes de la época, como un trompetista, un telamón con cara de malas pulgas, un guitarrista, etc., el Palacio de Donnafugata que encierra un pequeño teatro y una pinacoteca notable con el cuadro “Madonna con el niño” de Antonello de Mesina, la Iglesia San Giuseppe que nos recuerda de inmediato a la catedral de San Giorgio, la de San Francesco que conserva el portal gótico y la base de la torre del primitivo edificio del s. XIII, o el Jardín Ibleo, con un par de ruinas de iglesias derruidas en el permanentemente citado terremoto y, al fondo, nos encontraremos con la iglesia y convento de los Capuchinos, en la que hay notables obras pictóricas como el tríptico del altar mayor del siciliano, nacido en Monreale en el s. XVII, Pietro Novelli.

En la moderna Ragusa Superior, construida en torno a la catedral de San Giovanni Battista, del s. XVIII, pocas cosas nos deleitarán, aunque siempre hay algo que te sorprenda, como la elegante y barroca Casa Canónica, junto a la catedral, o Sta. Mª delle Scale, así llamada por la gran escalera de 242 escalones que une las dos Ragusas. Fue ésta la única vía de comunicación entre los dos núcleos durante siglos. La iglesia se construyó en el s. XIV sobre un anterior convento cisterciense y fue reconstruida tras el gran terremoto.

Por último recalaremos en la ciudad de Noto. Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, junto a otras siete pertenecientes a las ciudades del barroco tardío del Val di Noto (Caltagirone, Militello, Catania, Módica, Palazzolo Acreide, Ragusa y Scicli), pero con la particularidad de que Noto está considerada como la más significada. Al gran teatro barroco de Noto se accede por la Porta Reale (s. XIX) construida para la visita de Fernando II de Borbón. Y la función se desarrolla recorriendo el Corso Vittorio Enmanuele. La iglesia de Sta. Clara, el Ayuntamiento (Palacio Ducezio de 1746), la Catedral de San Nicolás de Mira, derribada por un terremoto en 1997 y terminada su reconstrucción en 2007, San Carlo, con fachada cóncava y puerta con cuatro columnas decoradas con máscaras monstruosas, San Domenico, con la fachada más hermosa de Noto y quizá del sur de Trinacria, la fuente de la Villa d´Ercole procedente de la antigua Noto, o la Iglesia del Cármine con una bella fachada cóncava con tres órdenes de columnas. Así un sinfín de edificios bellísimos del barroco siciliano.

La Noto nacida tras el terremoto de 1693 se encuentra a 9 Km. de la Noto Antica que era la antigua Netum de los sículos. Los romanos la dejaron bajo el mando del tirano Hierón II en el 263 a.C. Cicerón la cita en sus verrinas (discursos acusatorios al gobernador romano Verres) como una “foederata civitas” y Plinio (en su Historia Natural) como “Latinae conditionis”. Y no han faltado referencias suyas en la mitología. Según la leyenda, Dédalo se detuvo en Netum tras sobrevolar el mar Jónico y Hércules descansó aquí después de su séptimo trabajo.

Y nos vamos a despedir de Sicilia con una exquisita caponata típica siciliana. Una receta a base de dorada, pasas, piñones, alcaparras, aceitunas sin hueso, aceite, apio, cebolla, azúcar, vinagre, sémola de trigo, salsa de tomate, chile y albahaca. Maridada con un vino blanco del Etna como el “Versante Nord Bianco” resulta una exquisitez. De postre sería un pecado no despedirse con unos canolis de queso de ricota en honor de Pasquali, el forense de Montalbano. Y, para terminar, el imprescindible esspreso y el chupito de limoncello.

Decía Gesaldo Bufalino que “los olivos en Sicilia, sobre las lomas de plata, siempre están en la duda de arraigarse o echar a volar”. Yo no dudaría, me arraigaría como un fiel amante. Siempre lo dije y lo repito ahora en la despedida: “si un día me pierdo, que me busquen en Sicilia”. Así que ¡Hasta pronto Sicilia!

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