Historia de Irakere: otro jazz era posible
Chucho Valdés rendirá homenaje al grupo con el que transformó la música cubana mañana en el Cervantes
Al otro lado del teléfono, Chucho Valdés (Quivicán, 1941) cita a otro grande de la música cubana, el maestro Leo Brower: "Las tradiciones se rompen, pero cuesta trabajo". Seguramente no puede encontrarse mejor credo para la labor de Irakere, el grupo nacido en 1973 que transformó para siempre la música popular de Cuba y que tuvo en el pianista a su impulsor fundamental. Por las filas de Irakere pasaron otros genios como Arturo Sandoval y Paquito D'Rivera, pero, más allá de sus talentos particulares, la formación (que sigue en activo, aunque con otros músicos y de manera un tanto hereditaria) pasó a la historia como uno de los revulsivos más poderosos del jazz latino. Mañana domingo a las 19:00, Chucho Valdés, que plantó su casa en Benalmádena siguiendo los pasos de su padre Bebo, rendirá homenaje a Irakere con sus Afro-Cuban Messengers en el Teatro Cervantes, dentro de una gira que empezó en 2014 y que, tras un primer tramo europeo y otro estadounidense, regresa a la conquista de más plazas a este lado del charco. Valdés anuncia una revisión a fondo del repertorio de Irakere (incluido, sí, el Bacalao con pan), además de otros temas de su trayectoria posterior y algunos estrenos. La tarde, de cualquier modo, promete ponerse muy caliente.
La irrupción de Irakere en el panorama musical cubano del primer tercio de los 70 significó un verdadero punto y aparte: había que ver a un nutrido grupo de músicos con vestimentas estampadas deshaciéndose a base de jazz, funk y rock progresivo, entregándose a interminables improvisaciones con el espíritu del bop por bandera y poniendo a prueba los más razonables límites armónicos. "Irakere hizo cosas que no se habían hecho antes en Cuba", recuerda Valdés: "Rompió decididamente los ritmos tradicionales cubanos y asentó otros que terminaron popularizándose hasta hoy. La renovación afectó especialmente a la sección de metales, a la que hasta entonces se reservaban estructuras muy limitadas y que adquirió con nosotros una intención mucho más jazzística. En la percusión metimos tambores tradicionales, como el batá y el arará, que no se utilizaban. Y cantábamos tanto en castellano como en yoruba" (Irakere significa selva en esta lengua). En cuanto al rock, Chucho Valdés destaca especialmente la influencia de Emerson, Lake & Palmer ("Conocí a Keith Emerson, era un verdadero genio"), pero tampoco la música clásica, ni siquiera el flamenco, fueron ajenos a tan extrema explosión de sonido: "Nuestra ambición era tener un sello universal, nada parecido a un collage", advierte Valdés al respecto.
Aunque, como apuntaba Leo Brower, las tradiciones no se rompen fácilmente, el impacto de Irakere gozó pronto del éxito tanto dentro como fuera de Cuba. Chucho Valdés recuerda un episodio fundamental en este sentido: "Fuimos el primer grupo cubano que tocó en un festival de jazz estadounidense tras el estallido de la Revolución. Fue en Newport. Conseguimos ir porque Dizzy Gillespie y otros muchos se pusieron de nuestra parte. Y salió tan bien que poco después nos invitaron a tocar en el Carnegie Hall de Nueva York. No fue extraño entonces que también fuésemos el primer grupo cubano que ganó un Grammy después de 1959". Pero también dejó Irakere importantes episodios fundamentales en Latinoamérica, como el concierto ofrecido en Santiago de Chile junto a Silvio Rodríguez en marzo de 1990, en una ocasión histórica excepcional.
Preguntado por los maestros que guiaron a Chucho Valdés en la concepción de Irakere, el pianista responde de inmediato y sin asomo de duda: "Mi padre. Él fue quien me inspiró todo lo que tenía que hacer. Es más, él puso en marcha antes proyectos parecidos que por diversas circunstancias no tuvieron una vida muy larga. Pero lo fundamental ya lo había hecho él". Y en cuanto al legado, presume Chucho Valdés de sus jóvenes acompañantes en los Afro-Cuban Messengers: "Ahí está intacto el espíritu de Irakere". Lo nuevo, ya ven, se sigue abriendo paso.
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