Historia de las sombras

Literatura

Jacobo Siruela se impone en su nuevo libro la compleja tarea de elaborar un recorrido por los sueños y consigue unas páginas tan eruditas como de grata y feliz lectura

Jacobo Siruela posa en Mas Pou, una masía ampurdanesa del siglo XVII, desde donde dirige Atalanta.
Manuel Gregorio González

09 de noviembre 2010 - 05:00

Excelente libro de cultura, en El mundo bajo los párpados se continúa la tarea de cierta historiografía del XX, cuya atención a magnitudes y fenómenos de difícil cuantificación e ignorado influjo, ha propiciado la extensión del conocimiento a diversas zonas de lo humano orilladas, hasta entonces, por el saber académico. Es el caso de El miedo en Occidente de Delumeau, la Historia nocturna de Ginzburg, la Historia de la muerte en Occidente de Ariés, la Historia del cuerpo de Corbin, la ambiciosa Historia de la sexualidad de Foucault, la Historia de la belleza (y la de la fealdad) de Umberto Eco, y así hasta la Historia de las creencias y las ideas religiosas de Eliade, cuyo carácter espiritual no excluye, en ningún caso, la clasificación y el escrutinio de tan delicada materia.

Se da así la paradoja de que el XX, despojándose de la horma ilustrada, ha tratado de racionalizar lo que a sus ojos se mostraba como irracional y nebuloso. En El mundo bajo los párpados, el autor se impone la formidable tarea de hacer una breve historia de los sueños, de ese hemisferio en sombras que acompaña a la especie desde el alba paleolítica. Sueños que no son sólo, como es frecuente pensar, los sueños traumáticos, de índole sinuosa y conflictiva, que un siglo de psicoanálisis nos ha legado como habituales. Escribió Cunqueiro en los 60 que "el hombre necesita, como quien bebe agua, beber sueños", y es a ese círculo completo de la ensoñación humana, el sueño como amenaza, como trauma, pero también como expresión de un ideal o una esperanza, al que se trata de otorgar un orden en estas páginas. Orden, en cualquier caso, que adopta dos direcciones. Una primera en la que se muestra la importancia del sueño, de los vaticinios, de su equívoca sintaxis, a lo largo de la Historia (es decir, la permanencia inalterada de este fenómeno a lo largo de los siglos); y otra segunda en la que se resumen los diferentes modos en que el sueño se ha interpretado hasta nuestros días. Y con esto no sólo nos referimos a los diferentes tipos de intermediarios que elucidan el contenido de los sueños, ya sean los sacerdotes egipcios o el actual psicoanalista, heredero de Freud y de Charcot, sino a la propia importancia y la utilidad que dicha función posee para el ser humano. Desde los sueños curativos de los templos griegos a la terapéutica moderna, no parece que haya variado mucho su finalidad catártica o de aviso; pero sí se ha modificado sustancialmente el mundo que los sustentaba. Así pues, si para un hombre de la Antigüedad el sueño era la voz de instancias superiores, demoníacas o celestes, hoy no es más que un parpadeo cifrado de la conciencia o un trepidante reflejo del sistema nervioso. Quiere decirse que en este trayecto milenario se ha perdido la trascendencia, la intimidad del ser humano con el cosmos. Y a esta vieja unidad del hombre con lo circundante, recuperada a través del sueño, vienen dedicadas buena parte de estas páginas, que no acuden únicamente a la tradición oriental, sino a la psicología de Jung, a la física cuántica y a las últimas formulaciones de un tiempo especular y reversible.

En este sentido, asombra la exactitud de los sueños premonitorios de Mark Twain, Shopenhauer, Abraham Lincoln, Wolfang Paoli o el propio Jung, cuyo Siete sermones a los muertos ya nos indica la singular intimidad del suizo con lo inefable. A explicar estos fenómenos inexplicables, que causaron una honda y perdurable impresión en sus receptores, ha dedicado Siruela un capítulo de grave erudición y notable complejidad científica. Desde San Agustín y antes, de Aristóteles y Zenón de Elea, cuya paradoja de la flecha tanto gustó a Borges, el tiempo es una categoría insoluble con la que choca la perplejidad del hombre. Si para Shakespeare estamos hechos del mismo tejido que los sueños, para el autor de estas páginas, tan eruditas como de grata y feliz lectura, los sueños quizá estén hechos sólo de tiempo, de un tiempo maleable y arcano en el que el hombre se abisma, misteriosamente, en lo indecible.

Jacobo Siruela. Atalanta. Gerona, 2010. 349 páginas. 23 euros.

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