Isabel Bono: “Aunque nadie leyera nada mío no dejaría nunca de escribir, me ahogaría”
La poeta y novelista acaba de publicar ‘Los secundarios’, una historia que parte de su novela anterior, ‘Diario del asco’
Ahonda en personajes perdedores que no se sienten protagonistas ni de sus propias vidas
Málaga/Escribe todos los días desde que tenía nueve años, cuando empezó a plasmar sus sueños en un diario. Algo que todavía sigue haciendo como entrenamiento de una pasión que, más que nada, es una forma de vivir. Isabel Bono, que tiene una larga trayectoria como poeta, recibió en 2016 el premio Café Gijón por su primera novela, Una casa en Bleturge. Acaba de regresar a las librerías con su nuevo libro, Los secundarios (Ed. Tusquets).
–Los secundarios parte de su anterior novela, Diario del asco. ¿Cómo surgió?
–Estoy acostumbrada a escribir poemas y llegan así, como por intuición. Pues la prosa me llega de la misma forma. No soy de sentarme a escribir, voy caminando y me llegan las ideas. Cuando estaba terminando Diario del asco, se me cruzaban, como si fuera una interferencia, dos personajes hablando.
–¿Había que descubrir quiénes eran esos personajes?
–Eso, yo misma me decía: ¿quiénes son estos ahora? Pero los estuve apartando de la cabeza hasta que terminé el libro. Luego empecé a apuntar todos esos diálogos que me iban llegando y descubrí que eran el hermano de Mateo y la ex mujer (de Diario del asco), que se han puesto a charlar porque se han encontrado en el portal del bloque en el que viven. Un lector me animó a que hiciera de esto mi próxima novela.
–¿Y empezó a darle forma?
–Sí. Empecé apuntando todos los diálogos, aunque me di cuenta de que un libro solo de diálogos puede ser un aburrimiento para mí y para quien lo lea. Entonces resultó lo que es ahora, hay mucha conversación pero también partes de prosa. De mi prosa, que tampoco es pura, ya que se me cuela la poesía.
–Algo que deja que fluya...
–Exacto, no voy a forzarme ni hacia un lado ni hacia otro, lo que me venga en esa intuición. Me ha quedado un libro que sería la segunda parte de Diario del asco, de esos dos personajes que solo conocíamos por boca de Mateo. Dice que su hermano es un borracho y un drogadicto, pero no sabemos si de verdad es así. Y Amalia, que parece una mosquita muerta y una sufridora, a lo mejor no lo es tanto. Me pareció tan divertido conocer yo misma a estos personajes que me puse a escribir, aunque lo hiciese solo para mí.
–¿En qué tema ahonda con Los secundarios?
–A mí me van los personajes que son perdedores, los héroes no me interesan, no me los creo demasiado. Todos podemos ser héroes en algún momento puntual, sin embargo, ser perdedor se lleva en el ADN y somos más. Me interesan personajes que arrastren algo, que les cueste vivir, que les pese. Me interesaban estos dos seres que buscan un poco de luz y se acompañan. Y hablar de cómo dos personas que se sienten perdedores se pueden acompañar la una a la otra para estar un poco mejor e, incluso, conocerse un poco más a sí mismos.
–¿Son más humanos, más normales?
–De los héroes ya habla todo el mundo, yo quiero prestarle atención a las personas normales, contar sus historias. Conozco pocos héroes o ninguno, pero personas que sufran sí conozco muchas. Como en Una casa en Bleturge, una familia que sufre con la pérdida de un hijo, quería hablar de cómo sería ese dolor, y en Diario del asco, ver cómo sufre una persona que no le encuentra sentido a la vida y quiere suicidarse. Y en esta, en la que los personajes no se sienten protagonistas ni de sus propias vidas. Me interesaba ahondar ahí.
–¿Su proceso creativo es similar escriba poesía o novela?
–Sí, es el mismo. Pensaba que cuando escribiera novela no vendría de la intuición, sino de la reflexión. Creía que me sentaría con mis gafas y mi taza de café y me pondría a escribir. Pero eso no me funciona. Yo tengo que salir a la calle, oír una frase, ver una luz que se refleja en un cristal, me llega algo y tiro de ese hilo. Empieza esa conversación interior mía, a veces son varios, otras un solo personaje. Y eso lo vuelco cuando llego a casa. Y voy sumando. Tengo siempre un montón de papeles por todas partes.
–¿Y va construyendo da partir de ahí?
–Sí, yo nunca sé lo que va a pasar durante la historia. Necesito una frase para empezar y una para acabar, pero con el resto voy a ciegas. Y eso es lo que más me gusta. Tengo historias enteras en la cabeza que no escribo porque ya me las sé. Ir a ciegas me permite acompañar a los lectores, que van descubriendo la historia como yo la descubrí según fui escribiendo. Eso me parece tan bonito y me lo paso tan bien... me acuesto con el gusanillo de saber qué va a pasar al día siguiente.
–¿Le va llevando la historia?
–Pues sí, los personajes me llevan según lo que van haciendo, voy construyendo la historia a la vez que ellos. Por eso, a veces tengo la sensación de que no lo he escrito yo. Me daba vergüenza reconocer que escribo en plan médium, como si me entrara por la cabeza y me saliera por las manos. Pero el poeta holandés Cees Nooteboom dice que el poeta debe de escribir como si fuera un simple médium, así me ocurre a mí también. Si lo dice él, se convierte en algo más serio.
–No hay una sola forma de crear...
–No, claro, cada uno tiene la suya. Aramburu dice, por ejemplo, que escribe en cualquier sitio, esté donde esté, que no necesita nada especial. Yo tengo que salir a la calle y dejar que me llegue ese rayo de inspiración.
–¿Novela o poesía?
–Eso depende de la racha que esté pasando. Lo comparo como sintonizar una emisora. A mí la emisora de los poemas se me fue en 2015 y desde entonces no he vuelto a escribir poesía. Todo lo que me sale es prosa, aunque en ella se me escape mi visión poética de la vida.
–¿Cómo le ha tratado el mundo editorial?
–He tenido mucha suerte, desde el principio me han hecho caso y me han querido publicar. Ha venido todo muy rodado, aunque lentamente. Escribo todos los días y trabajo mucho, no me quiero quitar mérito, pero, como decía Woody Allen, el talento supone un 25%, el trabajo otro 25 y la suerte el 50.
–¿No dejará nunca de escribir?
–No. Aunque no volviera a publicar en mi vida ni nadie leyera absolutamente nada mío, seguiría escribiendo todos los días. Me ahogaría. Es una necesidad imperiosa. Me falta algo si no escribo al menos una frase al día.
También te puede interesar
Lo último
La tribuna
Los muertos de diciembre
Tribuna Económica
Carmen Pérez
T area para 2025
Quizás
Mikel Lejarza
Toulouse
Al final del túnel
José Luis Raya
Fe de erratas