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Javier Ojeda | Músico
Málaga/Recién publicado El vaivén de las olas, recopilatorio que reúne nada menos que 36 canciones entre remezclas, nuevas versiones y grabaciones en directo de temas de su carrera en solitario y de Danza Invisible, además de numerosas versiones de otros artistas, Javier Ojeda (Málaga, 1964) celebrará el próximo domingo en el Teatro Cervantes a las 19:00 un concierto muy especial en el que le acompañarán sus músicos habituales, sus compañeros de Danza Invisible y no pocos amigos en una celebración no exenta de sorpresas.
-Es cuanto menos curioso que no hubiera hasta ahora un recopilatorio que abarcara toda su trayectoria, también en solitario.
-Mi primera idea fue una hacer una recopilación de versiones escogidas, a lo mejor regrabadas o remezcladas. Pero lo último que he publicado ya son discos de versiones, así que decidí incluir otras versiones alternativas de mis canciones que tenía guardadas. De éstas han entrado catorce, así que, junto con las versiones, ha quedado un álbum bien largo.
-¿Y qué sensaciones percibe al echar la vista atrás?
-Siento que me en los 90 me equivocaba mucho más que ahora. No porque los discos de entonces fuesen malos, sino porque sólo daba una parte de mí mismo. Vivía la rutina propia de un grupo de éxito: componer, grabar, gira, vacaciones. Así, igual, un disco detrás de otro, siempre con los mismos músicos, el mismo mánager y la misma discográfica. Si te digo la verdad, la crisis me vino de puta madre para comprender que podía hacer otras cosas. Siempre le estaré agradecido a Héctor Márquez, que me propuso hacer mi primera actuación como solista en La Música Contada. Era algo que había querido hacer toda mi vida, pero nunca me había atrevido. Recuerdo que en aquel concierto acústico, ante poco más de doscientas personas, tuve una enorme experiencia de libertad, de salto al vacío. Descubrí que podía hacer otras cosas, que tenía otras facetas que ofrecer, que era un músico más completo de lo que yo mismo creía. Aunque luego, claro, no todos los discos salen igual de bien.
-¿Hay alguno del que se sienta menos satisfecho?
-Sí, Efectos personales. No me gusta nada el sonido de ese disco. En cuanto a producción, creo que algunos podrían haber sonido más parecidos al directo, con más energía. Pero, en general, estoy contento con lo que he hecho. Es verdad que lo que hago es muy variado, pero es que soy así, escucho y hago muchas cosas, a menudo dispares. En El vaivén de las olas eso se percibe claramente, hay canciones más desnudas, otras grabadas con músicos cubanos, otras que se inclinan más al rock, otras que se acercan al sonido de los 70. Y me gusta que eso quede reflejado.
-¿El mayor signo de libertad de un músico es poder tocar los palos que le dé la gana?
-Bueno, no todos. Si me dices de hacer un trap te diré que no. Eso pertenece a la juventud. Si alguien hace una remezcla de alguna canción mía en plan trap, bueno, no sé, igual sale algo gracioso, pero no seré yo quien la haga. Vaya, que no procede.
-Pero yo le he visto cantar en un concierto por Bob Dylan y Héctor Lavoe con absoluta coherencia.
-Sí, pero si lo piensas no son artistas tan dispares. Cambia el envoltorio, pero el fondo es parecido.
-¿Qué le lleva a elegir una canción ajena para versionarla?
-Me guío por un sexto sentido musical. A veces escucho una canción, pienso que si la canto yo puede quedar bien y la hago. Lo curioso es que con los artistas que más he escuchado en mi vida me siento absolutamente incapaz de hacer una versión. Creo que nunca he escuchado a nadie más que a David Bowie, pero nunca podría hacer una canción suya. Imagino que tengo su música tan adentro que no sabría cómo cambiarla, cómo concebirla de otra forma. Sin embargo, cuando descubrí las canciones más roqueras de la primera etapa de Roberto Carlos, que me recordaban mucho a The Beatles y a The Kinks, me atreví con una, se me ocurrió hacer un arreglo a lo Lovin’ Spoonful y estaba todo listo en media hora.
-Creo que va a despedir el 2019 con 104 conciertos.
-En total, 108. Me han salido más bolos esta semana.
-Pensando en no pocos músicos de su generación, ¿la clave para mantenerse era salir de la zona de confort que les procuró el éxito en los años 80?
-La verdad es que no pienso en mi carrera de una manera tan dirigida. Me siento libre cuando empiezo a jugar con la música como un niño. Me apetece a hacer esto y lo hago, eso es todo. Muchas cosas que he hecho en estos últimos años son casi de gestión cultural, y mira que odio esa expresión. Me refiero a los tributos a Pepa Flores y a Los Íberos, el Torremolinos Funky Town y el festival Costa del Soul; pues bien, si las he hecho es porque a mí me gustan mucho estos artistas y estas músicas y quiero que la gente las conozca. Es como cuando tienes un juguete que te encanta y quieres que se entere todo el mundo. Lo mismo.
-En el concierto del Cervantes combinará su carrera en solitario y sus canciones con Danza Invisible. ¿Cómo lo lleva?
-Será un autohomenaje, como un cumpleaños a lo bestia. Quería hacer una representación de lo que he hecho en estos últimos veinte años, lo que es imposible, pero bueno, será lo más parecido. Estarán los músicos con los que toco en solitario y muchos amigos. En este tiempo no he dejado de tocar con Danza Invisible, así que ellos tienen que estar también.
-Que algo así sea posible señala una falta de egos que no es muy habitual en el mundo del rock.
-Sí, y sin duda eso eso es lo mejor que tiene Danza Invisible. A lo mejor al principio de mi carrera en solitario podía haber un poco de resquemor, no tanto por el ego sino por una cuestión económica. Pero luego se comprobó que podíamos compaginarlo sin problema. A menudo me preguntan si vamos a hacer algún disco nuevo, y yo no lo descarto, lo que pasa es que creo que mis compañeros en el fondo no tienen ya muchas ganas. Tal vez sea la edad, no sé. Quién soy yo para juzgar a la gente.
-La madurez es...
-Una mierda. Sobre todo porque te haces viejo. Aunque tiene de bueno que te haces menos chachi cool. Si un concierto de revival está bien organizado y bien producido, ¿qué hay de malo en hacerlo? ¿Por qué no hacer un concierto de bandas con un repertorio clásico? El que quiera canciones nuevas, que vaya a otro concierto.
-¿Qué le parece la identidad cultural de Málaga?
-Hay una cosa que se ha hecho muy bien, y es que la percepción del malagueño sobre su ciudad ha cambiado. Ahora la gente presume mucho de Málaga. Por lo demás, el talón de Aquiles de esta ciudad sigue siendo la música. Y así se lo he dicho al alcalde. Esa proyección cultural es un pelín repipi. Es todo museos. La semana pasada estuve en Sevilla y sólo en la Alameda de Hércules había como cinco o seis baretos con muy buena música en directo, donde se juntaban mánagers, gente de las discográficas independientes, los músicos y el público. Eso no pasa en Málaga, y mira que hay músicos con talento. ¿Qué cultura es la que tenemos aquí? No sé, yo me he criado en la barriada de La Paz. Mi folclore nunca ha sido la Semana Santa, sino la discoteca Piper’s de Torremolinos, donde iba a escuchar a Michael Jackson y a Prince.
-¿La esperanza musical de Málaga se llama Torremolinos?
-Pepe Ortiz tiene un buen proyecto de ciudad. Y me consta que gran parte del mismo pasa por hacer de Torremolinos un lugar atractivo para la gente que echa de menos en Málaga la música en directo. Ojalá salga bien.
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