José María Lassalle presenta su 'Ciberleviatán' este miércoles en el Rectorado de la UMA
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El autor advierte en su nueva obra del colapso de la democracia liberal frente a la revolución digital y reclama un nuevo "contrato social" que garantice la centralidad humana
Málaga/Convencido de la necesidad de una regulación del sector tecnológico que impida el colapso de la democracia liberal y de la convivencia tal y como la entendemos, José María Lassalle (Santander, 1966) publicó recientemente su libro Ciberleviatán (Arpa Editores), a modo de advertencia sobre las consecuencias políticas y sociales que acarrearía el crecimiento descontrolado de la virtualidad digital. En realidad, su obra tiene mucho más de diagnóstico serio que de lectura anticipatoria, aunque no escatima Lassalle en ideas a la hora de argumentar hasta qué punto las tiranías económicas podrían beneficiarse de un medio digital exento de una normativa racional. Este miércoles a las 19:00, Lassalle presentará su obra en el Rectorado de la Universidad de Málaga (Avda. de Cervantes, 2) en compañía de Ernesto Pimentel Sánchez, Angel Valencia Saiz y Teodoro León Gross.
En una entrevista reciente concedida al Grupo Joly sobre Ciberleviatán, Lassalle, doctor en Derecho y profesor, que ejerció de secretario de Estado de Cultura (entre 2011 y 2016) y de Agenda Digital (hasta 2018) hasta que tomó la decisión de abandonar la política, afirmaba: "En el origen de la revolución digital encontramos un talento que quería cambiar el mundo, que aspiraba a la utopía desde la más absoluta desregularización. Cualquier asomo de control se consideraba un fenómeno castrador. El problema es que aquella intención de transformar la realidad desde un garaje ha evolucionado hasta las multinacionales que amenazan el orden mundial y que incluso traen su propia moneda. Los resultados de esta falta de intervención están a la vista".
En la misma conversación, Lassalle recordaba que en los orígenes de esta revolución digital, "cuando se hablaba abiertamente de una proyección del conocimiento a través del flujo de información exento de intervención y control, el propósito podía ser muy loable, pero apuntaba a una idea de progreso unidireccional que además implicaba utilidades que quedaron convenientemente ocultas, como la huella digital y el uso de los datos de los usuarios para el refuerzo de modelos de negocios bien conocidos. Pero la Escuela de Frankfurt señaló ya en los primeros años, cuando se impulsaba la utopía de la democratización del conocimiento, algunas contradicciones derivadas de la misma tecnología que sin un control adecuado podían desbordarse y favorecer la opresión, la manipulación y la desigualdad. Y justo esto sucedió".
En consecuencia, el autor reclama un radical cambio de paradigma en el ámbito educativo: "Es necesario crear espacios para la imaginación, la creatividad y la libertad y reestructurar la base sentimental de la construcción de la identidad. Sólo así podremos desarrollar una relación sana con la tecnología. El modelo no puede ser el que nos lleva a competir con las máquinas, porque esto sólo conduce a la frustración. Al hombre le corresponde dar sentido y completar las máquinas, no competir contra ellas. Pero para ello necesitamos desarrollar las habilidades emocionales que exige la nueva otredad de las máquinas".
Para la conclusión de su libro, Lassalle propone un nuevo "contrato social" que garantice la centralidad de la humanidad en la toma de decisiones y el mismo desarrollo del sector tecnológico: "No se trata de poner puertas al campo del progreso, pero sí de lograr que sea el hombre, y no las máquinas, el que lo controle". La evidencia se pone, cada vez más, de su parte.
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