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El escritor Luis García Montero sitúa en la Granada de 1963 su nueva novela, Alguien dice tu nombre, una obra de iniciación en el amor y en el compromiso, en la que el autor expresa su preocupación por "la indiferencia" que había entonces, similar a la que muestra ahora una parte de la sociedad española. "La indiferencia nos convierte en cómplices de la injusticia y del poder. Si en los años sesenta había ilusión en el futuro, ahora tenemos un futuro vacío, no se ven alternativas políticas ni económicas", afirma García Montero (Granada, 1958) en una entrevista con motivo de su nueva novela, publicada por Alfaguara.
Este libro es su tercera incursión en la narrativa tras Mañana no será lo que Dios quiera y No me cuentes tu vida. Y es que García Montero, uno de los poetas más destacados de su generación, distancia cada vez más sus poemarios porque tiene "miedo a repetirse". "Cuando uno se repite ensucia su propia obra", asegura el escritor, que publicó su primer poemario en 1980 y el último, Un invierno propio, en 2011. "Es posible", comenta, que el próximo año tenga terminado otro.
Su nueva novela traslada al lector a los años sesenta, cuando España era todavía "un país menesteroso en el que hasta los sueños eran pobres". Pero en esa "época gris", dice el autor, comenzó "la verdadera transición en España" y se produjeron "signos de transformación de las costumbres, más allá incluso de la política".
"En Granada se oían discos de Miguel Ríos, Paul Anka y los Beatles. Y perdía peso la copla tradicional que había acompañado todos los desconsuelos de la posguerra", comenta García Montero, que comprobó esos cambios en la tienda de música que tenían sus abuelos.
Aquella transformación le sirve para explicar que "debajo de cualquier tiempo gris hay momentos luminosos y que la experiencia humana sabe sacar de la vida cosas brillantes a través del amor, de la amistad, de la cultura". Los personajes de Alguien dice tu nombre asisten a "una nueva relación entre hombres y mujeres, una manera distinta de concebir el erotismo o de pensar en viajar al extranjero", comenta García Montero, que refleja su pasión por Granada en este libro.
En el verano de 1963, León Egea, el protagonista de la novela, tenía diecinueve años (nació el mismo año que Miguel Ríos) y llevaba ya un curso estudiando en la Universidad de Granada, huyendo del pueblo de Jaén donde había nacido y en el que mucha gente no se atrevía a enfrentarse al poder de los caciques. El joven sueña con ser escritor y "va uniendo el aprendizaje de la vida con el de la literatura". Descubre "la sexualidad, el amor, la política y el mundo laboral". Y descubre también la clandestinidad.
Su trabajo de vendedor de enciclopedias a plazos le deparará muchas sorpresas. Algunas de ellas no se conocerán hasta el inesperado final de la novela. García Montero reivindica "el sentido de la admiración" en su nuevo libro, algo muy necesario en "momentos de gran descrédito" como los actuales.
Ahora, "nadie cree en nada y el descrédito hace daño porque llena de tristeza la vida y porque hace invisibles aquellas cosas que son positivas", indica García Montero cuya novela está repleta de consejos para los aprendices de escritor.
León Egea admira profundamente a Ignacio Rubio, su profesor de Literatura, al que le gustaba Valle-Inclán y esas "series inolvidables" de tres adjetivos que utilizaba: "Madrid era absurdo, brillante y hambriento. El Marqués de Bradomín era feo, católico y sentimental".
Y admiraba también a Baroja, Galdós, Gorki, Tolstói, Jaime Gil de Biedma y Juan Marsé, dice García Montero que, como le sucede a su joven protagonista, sintió muy pronto la llamada de la literatura desde que en el colegió quedó "fascinado por García Lorca".
"Para mí, crecer fue, entre otras cosas, buscar la ciudad que había quedado borrada con el asesinato de Lorca", evoca este autor que le ha prestado experiencias autobiográficas a varios personajes. El protagonista de Alguien dice tu nombre dice con cierto cinismo que prefiere "la maldad a la indiferencia". Y García Montero afirma que "la indiferencia, la pérdida de valores y el someterse a la vida establecida siempre es un daño y es una responsabilidad". "Tendemos a criticar a los políticos que hacen cosas injustas pero no nos criticamos a nosotros mismos al renunciar al coraje cívico que debía castigar a esos políticos y a hacer posible una alternativa".
Del mismo modo que en los años sesenta se produjo "un cambio de ciclo" en España, ahora también hay otro: "el de una sociedad que confiaba en el progreso y está teniendo que acostumbrarse a las contradicciones del consumo, a los límites de la riqueza".
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