El parqué
Álvaro Romero
Tono ligeramente alcista
Luz Casal (La Coruña, 1958) hace pequeñas pausas al otro lado de la línea telefónica mientras responde cada pregunta. Piensa, piensa y piensa; apurando la conversación todo lo posible dentro los límites del decoro. Pareciera, por su esmero, que hicese frente a una de las primeras entrevistas de su carrera, y no a una más entre cientos a lo largo de una dilatada trayectoria que ya alcanza las cuatro décadas. Algo de ese celo hay también en sus discos: precisos, cuidados, con todo en su sitio; y sólo publicados cuando están maduros. De hecho, desde su anterior álbum de estudio hasta el más reciente, Las ventanas de mi alma, pasaron cinco años completos. Ahora, los malagueños podrán disfrutar de su música en directo, sin más esperas, en el Festival Cueva de Nerja este jueves.
Llevaba cinco años sin publicar material nuevo. Se me ocurre que eso puede ser bueno pero también malo. ¿Ha vuelto más fresca o le ha costado engrasar la maquinaria artística?
Para mí la espera ha sido buena porque he tenido el tiempo suficiente para darle vueltas a todas las ideas. A veces, piensas algo que en un primer momento parece interesante, pero después va pasando el tiempo y pierde el atractivo, por lo tanto, en mi caso es importante tener un intervalo para reflexionar, volver a las canciones pasadas y ver si me siguen provocando las mismas emociones. Hago discos cuando tengo cosas que mostrar y compartir.
En ese impás también hemos afrontado una pandemia, asunto que usted aborda en Hola, qué tal, que escribió tras telefonear a 2.000 seguidores. ¿Cómo fue la experiencia?
Es muy compleja de resumir. Cada persona pasaba por unas circunstancias distintas. La canción lo que refleja es el acto en sí: "hola, qué tal, me han contado que quieres charlar, llamo para saber cómo estás...". Pero todo de una manera ligera, sin entrar en elementos como el miedo, la ansiedad, la soledad. Fue una experiencia humana con muchos matices. De cada llamada podría haber sacado una canción.
Acostumbra a componer las letras al alimón. Tras darle varias pasadas, no le encuentro las costuras. ¿Esa redondez es buscada?
Es un proceso natural. Me he acostumbrado a tener cierta compañía y, aunque también hago letras solas, tengo varios colaboradores a los que se las envío para que me digan qué les parecen: si son pésimas, si son una porquería, si están bien, si están genial... Me gusta tener feedback de gente a la que aprecio y que a la vez son buenos escritores y buenos poetas. También es una forma de relacionarme con mis colegas.
En Antes que tú lanza un cuchillo hacia arriba en forma de verso: “Pronto seré la nada y el olvido”, dice. ¿De verdad no le importa su legado o es una provocación?
Es más bien una acción provocativa, sí, incluso sarcástica, como la propia canción. Nace de cómo concibo el éxito, de lo fugaz que es, del sinsentido que es creer todo lo que la gente te dice en momentos dados. Es un juego.
Siempre se ha considerado rockera, sin embargo, no cumple con los cánones del género. Ni estéticos ni musicales. ¿De dónde le viene este espíritu transgresor?
Soy un espíritu libre que no se aferra ni a la estética ni al género musical. Me parece que hay actitudes que son mucho más importantes al respecto: maneras de estar, formas de ser y de mezclarse con la vida. Es de tontos poseer una cualidad determinada y alardear de ella. No tengo por qué vestirme de una manera para considerarme tal. A mí lo que me gusta es ponerme colores imprevisibles. Lo que más me interesa de la música es relacionarme con los demás a través de ella, y eso puede hacerse de mil maneras. Hay infinidad de formas de estar en la música.
Aboga también por el feminismo. ¿Cómo se contribuye a una causa tan politizada desde la música?
A través de las letras, de las interpretaciones, de la forma de estar en el escenario... En realidad, hay ciertas cosas que para mí no son obligatorias sino que son parte de mi carácter. Soy mujer, llevo tres cuartas partes de mi vida dedicándome a la música, he vivido situaciones muy variadas, he tenido que defenderme... Para mí lo fundamental es mi libertad individual, sentirme sin ataduras por encima de todo. Es normal que muchas mujeres piensen parecido a mí o yo parecido a como lo hacen ellas.
¿Piensa que puede hacerse a través cualquier estilo?
Sí, mira La Lupe. Ella en los cincuenta y sesenta ya era una mujer transgresora, absolutamente demoledora, por cómo cantaba, por cómo se movía. Eso es mucho mas impactante que decir una frase determinada. La actitud es lo que cuenta.
Suele hablar del edadismo. En televisión hay muchas mujeres que a partir de los 40 años dejan de recibir papeles. ¿Existe ese borrado en la industria?
Es una obviedad. Son escasísimas las mujeres que mantienen el tipo pasada una determinada edad.
¿Con toda esa experiencia sobre las tablas qué le queda por hacer?
Como toda pesona que tiene ilusión por lo que hace, pienso que me quedan muchísimas cosas por probar. Nunca me bajo del escenario creyendo que lo que he hecho es perfecto. Eso implica seguir preparándote, pulir algunos aspectos.
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