Machado regresa a Castilla

Para conmemorar el centenario de 'Campos de Castilla', la editorial Cálamo publica una edición especial de la obra del poeta sevillano · Las pinturas de J. M. Díaz-Caneja acompañan el poemario

J. A. Arias Toribio / Sevilla

09 de agosto 2012 - 05:00

Los Campos de Castilla cumplen su centenario de traslaciones alrededor del Sol y la inmortalidad. Cien primaveras deshojadas desde que don Antonio Machado derramara magistralmente su tinta e iniciara el deleite con Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla... Durante unos 36.525 días, el poemario ha sabido cultivar a generaciones dispares de España. Cita imprescindible esta obra atemporal que, desde 1912, ha recorrido escuelas, museos, pueblos, ciudades, otoños, manos de intelectuales, luces de reflector en la alcoba, el mundo...

Editoriales diversas han amparado estos versos machadianos, la última, Cálamo, sello de Palencia, en plena onda expansiva de los paisajes evocados en el libro. Su editor, José Ángel Zapatero, valora el trabajo realizado para festejar la efeméride centenaria: "Esta es la edición fijada y definitiva de Campos de Castilla. Se trata de un libro que desde hace un siglo se ha ido completando con otros poemas".

En la nueva edición, a Machado lo escoltan las pinturas de Juan Manuel Díaz-Caneja, artista palentino que murió en 1988. Las obras de Caneja, un total de 70, se amoldan, ensamblan y acompasan con los poemas a la perfección: "Las pinturas de Díaz-Caneja representan el poder del paisaje castellano. Es una pintura cubista, impresionista, muy paisajística, con muchos tonos ocres... Supo representar escenarios típicamente castellanos", aprecia Zapatero. Curiosamente, aún se conserva un ejemplar de la primera edición de Campos de Castilla que el propio Antonio Machado dedicó al abogado, político y escritor Juan Díaz-Caneja, progenitor de Juan Manuel, un puente entre creadores que "quizá condicionó la concepción artística y la perspectiva del hijo".

Señala la crítica que el poeta acertó a conjugar el paisaje como espejo intimista y melancólico con una vocación cívica y cercana a los españoles. Belleza y compromiso. Un siglo después, la lectura sigue gozando de una absoluta vigencia. La vida avanza y los tiempos se remozan, pero los sentimientos y la naturaleza suelen mantener su esencia primigenia. Tal vez por ello, el dolor por la muerte de Leonor, joven esposa de don Antonio, permanece inalterable; al campo castellano todavía lo pueblan flores verdiamarillas, centenos y trigales, malezas y jarales, zarzas y cambrones; y España... continúa siendo España. Abrir el libro es fundar un viaje En tren,sentir Una noche de verano y desembocar en un Amanecer de otoño, partir A orillas del Duero, vivir Los olivos andaluces, escrutar La saeta... Desde Soria, marchar con la mente hacia donde conduzcan los Caminos.

El 7 de junio, en la Fundación Díaz-Caneja de Palencia, una lectura poética a cargo de periodistas y escritores locales sirvió para presentar la publicación, cuyos secretos detallaron miembros de la fundación y la editorial. El itinerario de promoción, tras haberse posado sobre las citas de Valladolid y, ayer, Soria, culminará su trayecto este agosto en Madrid.

Cálamo, que también conmemorará este año el centenario del nacimiento del escritor Ramón Carnicer, ha querido incluir en la edición especial de Campos de Castilla la palabra de otro artista de la comunidad: "En el libro hay un prólogo muy luminoso que ha hecho Fermín Herrero, un poeta soriano. Queríamos tener la mirada de un autor de la tierra sobre los campos castellanos un siglo después", explica el editor, quien valora la amplitud de "miradas para complementar no solo Campos de Castilla como obra, sino como un conjunto de escenarios reales de la zona".

Publicado por vez primera por la editorial Renacimiento en abril de 1912, poco antes de la muerte de Leonor, el autor fue ampliando en posteriores ediciones este poemario, que, en un principio, parecía inimaginable más allá de la estancia en tierras sorianas.

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