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"Mantengo el pulso eléctrico porque el rock es una resistencia aún necesaria"

Raúl Rodríguez. Músico

El artífice de 'Razón de Son' regresa hoy a La Cochera Cabaret junto al guitarrista Mario Mas para revisar su trabajo en clave reducida y dar a probar algunas de sus nuevas composiciones.

Raúl Rodríguez (Sevilla, 1974), con su tres flamenco, en una imagen promocional.
Pablo Bujalance Málaga

01 de abril 2016 - 05:00

La aparición de Razón de Son hace ya cosa de año y medio confirmó a Raúl Rodríguez (Sevilla, 1974) como gran renovador de las músicas populares de querencia sureña, una labor que este músico y antropólogo ya había desarrollado en el grupo Son de la Frontera (posiblemente lo mejor que le ha pasado al flamenco en las dos últimas décadas) y como escudero de figuras como Martirio y Kiko Veneno. Armado con su tres flamenco, Rodríguez amplió el abanico de lo que hasta ahora sabíamos de los palos de ida y vuelta, entre los cantes andaluces y los sones afrocaribeños, hasta revelar un patrimonio que, en gran medida, permanecía oculto. Hoy viernes a las 22:00, el genio regresa a La Cochera Cabaret dispuesto a darle otra vueltecita a Razón de Son (reconocido por numerosos medios especializados como disco del año, dentro y fuera de España) y a sacar punta a nuevas composiciones mano a mano con el guitarrista Mario Mas, dentro del ciclo MaF Málaga.

-¿Cómo ha sido el proceso puesto en marcha hasta dejar Razón de Son en sólo tres y guitarra?

-Ha sido una reducción en términos gastronómicos, a lo Pedro Ximénez. En realidad las canciones nacieron así, con la guitarra y con el tres, y fueron pensadas para que admitieran más instrumentos y, a la vez, para una defensa sólo a cuerda y a voz; es decir, para que pudieran adquirir elementos y despojarse de los mismos siendo ellas mismas, sin perder su esencia. Lo que hacemos ahora Mario Mas y yo es llevarlas a ese territorio en el que dos tocaores comparten oficio a base de amistad y complicidad, una escuela de la que ya dieron cuenta en su día Raimundo y Rafael Amador, y tantos otros. Las canciones recogen un amplio material del folclore que abarca desde el Caribe hasta Andalucía, y nos apetecía poner todo eso en una piel distinta.

-¿Ha cambiado mucho su relación con estas canciones en todo este tiempo?

-Los compositores suelen tener una relación bonita con sus canciones. Mi caso ha sido un poco especial porque, como sabes, antes me dedicaba a tocar las canciones de otros, iba de escudero de otros caballeros andantes, tocando música arrendada, y ahí no te planteas estas cosas, está todo más asumido. Pero cuando las canciones son tuyas todo es muy distinto, hay muchas emociones y muchas dudas desde el momento en que tienes una primera idea hasta que das por terminado un tema y decides enseñárselo a los amigos. Y luego está la magia que ocurre cuando el público hace suyas tus canciones. Ahora entiendo por qué los cantautores muestran por lo general menos vanidad que los intérpretes. Con la composición se te quitan muchas tonterías.

-Supongo que desde el lanzamiento de Razón de Son han llamado más canciones a su puerta. ¿Seguirán la línea emprendida con este trabajo?

-Sí, justo ahora atravieso ese periodo de crisis profunda que te invade cuando te sientas a componer. En Málaga vamos a presentar un tema nuevo que es una canción de amor, una cardiología emocional que revisa la evolución de este sentimiento, el saberse enamorado, la madurez, la decepción, la ruptura y el volver a empezar con un nuevo amor. Por primera vez, con 41 años, me vi escribiendo algo así; pero es que si en Razón de Son había una antropología histórica, en relación con los cantes de ida y vuelta, ahora me interesa una antropología mucho más emocional. En ésas estamos.

-Pero, ¿qué le impone más respeto a la hora de componer, las ideas y las vueltas de las músicas africanas que llegaron a Andalucía después de anidar en el Caribe, o las idas y las vueltas de las historias de amor?

-A estas alturas ya no me da miedo nada que sea verdad. En cuanto a lo que señalas de las músicas africanas, ten en cuenta que aproximadamente el 10% de quienes salieron de África durante el siglo XVI como esclavos se establecieron aquí, en Andalucía, y formaron comunidades importantes en ciudades como Sevilla. De ahí vinieron los negros curros, por ejemplo. Pues bien, en las zonas donde más población africana se acumulaba apareció la rueda de doce compases que luego se hizo habitual en palos como la bulería y la soleá. De hecho, el primero que incorporó esta rueda de doce compases fue la zarabanda, que es una música netamente africana. Durante muchos siglos hemos vivido de espaldas a esta riqueza musical, que nos pertenece y que en gran parte se ha olvidado. Siempre digo sobre esto que hemos perdido un tiempo precioso. Cuando aparecieron en Sevilla grupos como Veneno y Pata Negra, que mezclaban el flamenco y el blues, aquello se vio por lo general como una excentricidad, como una fusión rara. Pero, en realidad, su propuesta fue completamente natural por cuanto el flamenco y el blues comparten raíces negras.

-¿Percibe ahora una mayor disposición para que este patrimonio se perciba como algo propio?

-Sí. Si te digo la verdad, esperaba encontrar una resistencia mayor por parte del público hacia Razón de Son que la luego realmente encontré. Ahora ya no queda raro decir que el flamenco es deudor de todas las músicas que llegaron a los mayores puertos de la Edad Moderna, Cádiz y Sevilla. Yo me retrotraigo a aquellos tiempos, a los siglos XVII y XVIII, y lo que recibo allí es una pre-world music hermosa y muy inspiradora.

-Respecto a las idas y venidas, ¿qué balance hace usted de su reciente proyecto con Jackson Browne, Song y Son?

-Ha sido una experiencia preciosa. Conocí a Jackson Browne hace algunos años, cuando Kiko Veneno hizo una versión de su Take it easy que llamó Tú tranquilo. Desde entonces hemos mantenido muy buena relación, a imagen de la fascinación que históricamente se han profesado la Andalucía acústica y la California eléctrica, y que cristalizó de manera tan maravillosa en Diego del Gastor. Empezamos montando algunas canciones de Browne por soleá y a partir de ahí fuimos trabajando. Recuerdo con especial cariño el concierto en Nueva York; fue algo muy importante para nosotros porque sentimos que al fin se había roto un maleficio respecto a América: hasta ahora, parecía que los músicos sureños éramos incapaces de plantar un discurso musicalmente competitivo en la capital del imperio. Pero nosotros demostramos justo lo contrario. Con Jackson Browne he revivido lo que aprendí con Veneno y con Smash, lo que nace cuando compartes experiencias con otros músicos.

-De modo que América tampoco ha prestado mucha resistencia a Razón de Son. ¿Se siente aún más legitimado, por tanto?

-Todavía tengo pendiente presentar el disco en Latinoamérica, que es algo que me despierta mucha curiosidad. En cuanto a Nueva York, sí, me sentí legitimado, pero también por mis orígenes roqueros. Sigo siendo fiel a eso, mantengo el pulso eléctrico porque el rock representa una resistencia todavía necesaria. De hecho, con mi primer grupo hacíamos versiones de The Velvet Underground.

-Habría merecido la pena conocer aquello.

-Sí, además tocábamos en Huelva, imagínate.

-¿Qué ha aprendido gracias a Razón de Son?

-Que se puede confiar en la creatividad. Yo pensaba que no, que había una parte de mí que iba a quedar para siempre exenta de esto, que no iba a poder compartir mi obra. Pero resulta que sí. Y eso te da fe en la vida.

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