Maurizio Cattelan en ocho (incómodos) pasos
Fue en 2011 cuando Maurizio Cattelan (Padua, 1960) colgó las botas, y no precisamente para dejar de ser un calciatore. Lo dejó a lo grande, con retrospectiva en el Guggenheim neoyorquino. Ahora, el CAC Málaga trae ocho obras procedentes de la Fondazione Sandretto Re Rebaudengo y nos acerca en ocho (incómodos) pasos a un artista que prescindió de la Academia, la rebeldía autodidacta. En la muestra pueden verse piezas como Lullaby (1994), la canción de cuna deudora del arte povera que tanto le influyó en sus comienzos: escombros de un atentado mafioso que me sugieren la imagen de Karla, el bebé nicaraguense criado en las calles, mecido en su moisés de cartón. Partidario de la risa, aborda temáticas palpitantes. Lo hizo en la performance Cesena 47-A.C. Forniture Sud 12 (1991), highlight del que queda un impactante documento fotográfico; aquel futbolín que echaron dos equipos, uno de ellos compuesto íntegramente por norteafricanos, en la Galería de Arte Moderno de Boloña. Tensiones de la inmigración que devienen en dramas como el de Lampedusa, una vergogna persistente. Cattelan le hace una peseta al capitalismo sin rostro humano en Untitled (2009): escultura con tacto de consolador que parece restar gravedad a la denuncia de unos mitones mutilados. No escapa al sarcasmo el divismo del artista posmoderno (en la instalación La Rivoluzione siamo noi, donde se caricaturiza a sí mismo), ni por descontado la Iglesia romana. La Estrella de Belén que ilumina Christmas'95 (1995) adopta el símbolo de las Brigadas Rojas setenteras, un neón que gasta mala baba sin prescindir del rojo navideño. En esta ocasión, teñido en sangre.
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