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Mona Martínez | Nominada al Goya a la mejor actriz de reparto
Málaga/Malagueña residente en Madrid, Mona Martínez (1968) es una actiz de largo recorrido, especialmente en el teatro, donde ha trabajado a las órdenes de imprescindibles como Miguel Narros, Ernesto Caballero y Juan Carlos Pérez de la Fuente. En el cine, ha participado en los últimos años en películas como Intemperie, El Reino, Taxi a Gibraltar, Terminator 6 y Ana de día, de Andrea Jaurrieta, en la que fue su primera gran revelación en la pantalla. Este sábado aspira a ganar en su ciudad el Goya a la mejor actriz de reparto por su aclamado trabajo en Adiós, de Paco Cabezas, con el que ya ganó el Premio Asecan del Cine Andaluz.
-Es de imaginar que con los premios y nominaciones el rodaje de Adiós seguirá muy a flor de piel. ¿Cómo lo recuerda?
-Lo recuerdo todo de manera muy viva, a cada instante. Cada vez que escucho una música o encuentro lo que sea que me recuerde el rodaje estoy allí de nuevo. Sin término medio, de inmediato. No he podido salir del todo de aquel trabajo ni de aquellos días.
-¿Tiene algo que ver el hecho de que María Santos es uno de esos personajes que exigen a la actriz dejarse la piel, tal vez más?
-María Santos es, en muchos sentidos, un milagro. Un cúmulo de circunstancias maravillosas. Todavía me pregunto de hecho cómo alguien pudo escribir un papel así, tan cerca de mí, tan en conexión con cosas que he vivido y con mujeres a las que he conocido. Cuando leí el guión me pareció que interpretar a esta mujer iba a ser facilísimo, que no iba a tener que hacer nada, sólo recordar la Málaga de mi infancia y a aquellas mujeres que se reunían en la parroquia. El mundo de esas mujeres me toca muy de cerca. Es el mismo mundo del que forman parte muchas de nuestras madres, tías y abuelas. Por eso, nada más conocer al personaje sentí deseos de darle vida. Quería que fuese para mí.
-¿Qué claves le dio Paco Cabezas en el rodaje para interpretarlo?
-Las primeras claves me las dio la directora de casting, Laura Cepeda, que siempre ayuda mucho a los actores andaluces. Yo traía una propuesta para la prueba y ella me ayudó a perfilarla. Cuando hice la prueba, Paco optó por mí de inmediato. De hecho, canceló todas las pruebas que quedaban pendientes porque, según decía, ya había encontrado lo que buscaba. A partir de entonces, el trabajo con él fue muy enriquecedor. Sabe cómo dirigirte para que conduzcas bien la emoción. Hay momentos en los que el personaje parece a punto de desbordarse emocionalmente, pero con Paco llegas a contener esa emoción sin que desaparezca. La María Santos que aparece en la película es la que él quería.Y eso es una satisfacción enorme para mí.
-Un amigo director de cine me hablaba hace poco precisamente del milagro que supone encontrar el personaje que tiene un cineasta en la cabeza encarnado en un actor. Que cuando eso sucede, todo lo de después es más fácil. Aunque no sea un actor famoso ni mediático.
-Sí, eso es cierto. Pero también lo es que muchos directores se pliegan a las exigencias de las productoras a la hora de escoger sus repartos. Y las apuestas de las productoras se dan siempre en términos de rentabilidad, donde un actor o una actriz de cierta fama lo va a tener siempre más fácil. Precisamente, Paco [Cabezas] hizo en Adiós una apuesta distinta, muy personal. Se la jugó con la productora, directamente. Sé que detrás de mí esperaban hacer la prueba actrices que han ganado unGoya, pero no dio su brazo a torcer. Eso no es habitual, ni mucho menos. Recuerdo que después de hacer la prueba se me acercó y me preguntó: “Pero, ¿tú de dónde has salido?”. Y yo le respondí que llevo ya más de veinte años trabajando en la interpretación.
-¿Y no hay una injusticia, aunque sea pequeña, en el hecho de que el reconocimiento a su trabajo haya tardado tanto en llegar?
-Las cosas llegan en la vida cuando tienen que llegar. Ni antes, ni después. Creo, firmemente, en que los acontecimientos más importantes vienen cuando más van a ayudarte a crecer. Todo esto de las nominaciones y los premios trae consigo un aprendizaje muy profundo y no siempre sabes bien cómo vas a asimilarlo. Por eso creo que el reconocimiento llega cuando de alguna forma estás preparada para recibirlo de la mejor manera posible. Hoy sé con firmeza, te diría que incluso a un nivel espiritual, que el reconocimiento es bueno, no por ti, sino por el proyecto, por la película, por los compañeros, por todo lo que compartimos durante el rodaje. Y luego, claro, sentirte acogida y reconocida por la profesión reconforta, te hace sentir más parte de esto. Paco Cabezas me decía que en un principio temía que mi nombre se perdiera entre las nominaciones a los Goya, pero que se quedó muy tranquilo cuando vio que mucha gente de la profesión hablaba de mí con cariño y respeto. Y lo cierto es que el afecto que he recibido de los compañeros es enorme. Para algo así nunca es pronto ni tarde, se da cuando se da y ya está. Por mi parte, lo que más me gusta de este oficio es la posibilidad de aprender. Y quiero seguir aprendiendo.
-¿Su María Santos demuestra que hay una mayor sensibilidad desde el cine español a los papeles de mujeres de cierta edad? ¿Que la reivindicación de los últimos años en ese sentido empieza, al menos, a dar sus frutos?
-Creo que eso está ligado al contexto histórico de cada momento. El neorrealismo italiano está lleno de mujeres con mucho carácter porque es algo propio de la época en que se hizo. Pero sí es verdad que en el cine español lo femenino estaba relegado a cierto tipo de trabajo, condicionado por lo físico, y eso está empezando a cambiar. Este asunto siempre ha estado condicionado por el hecho de que la mayoría de los guionistas y autores son hombres, aunque ahora están empezando a escribir algunas guionistas maravillosas que se están abriendo camino a base de talento. Sin embargo, a veces son los hombres los que conciben un papel femenino más deseable. Lo que sí es cierto es que, afortunadamente, cada vez hay más directores y más directores de casting que exigen a las productoras un cambio a la hora de buscar actrices y de mirar al mundo de las mujeres. Así es como se va ampliando el foco. La mujer ha entrado en el mundo del cine para quedarse.
-¿Y con el acento andaluz, hay más aceptación en el cine español?
-Recuerdo que nada más llegar a Madrid alguien me lo dijo muy claro: "Nadie que te escuche hablar con acento andaluz te va a tomar en serio". Poco después, otra persona me advirtió: "Cariño, aquí no puedes hablar en andaluz". Yo puedo adoptar un acento neutro, sin problemas. Eso forma parte de mi trabajo. He hecho hasta de rumana, así que imagínate. Hay ocasiones en que entiendes que el acento neutro es más adecuado. Pero cuando entiendo que mi personaje puede expresarse en andaluz, lo hago. Lo consulto antes siempre, pero lo presento como opción. El andaluz es mi acento madre, con el que mejor y con más verdad me expreso. Y también soy consciente de que en mi acento neutro se filtran se remedio matices andaluces. Sobre si hay más aceptación, fíjate que cuando tres directores vascos deciden rodar una película sobre un topo de la Guerra Civil lo hacen en Andalucía, con actores andaluces que hablan con acento andaluz. La trinchera infinita es un ejemplo de normalización en este sentido.
-¿Dónde se siente más cómoda, en el cine o en el teatro?
-He tenido la suerte de trabajar con directores como Rodrigo Sorogoyen, o el propio Paco Cabezas, que dan mucho espacio a sus actores, que no atosigan, sino que aportan aire suficiente para hacer tuyo el personaje. Lo que pasa es que el mundo del cine es como es. Meryl Streep dispone de tres horas para preparar cada escena, y ya quisiera yo tener eso. El teatro es distinto: en los ensayos, pero especialmente en las funciones, tienes tu tiempo y tu espacio para ser el personaje. Para mí sigue siendo lo más parecido a jugar. Como ahora en Óscar o la felicidad de existir.
-¿Se presenta el 2020 con trabajo, venga o no venga el Goya?
-Con mucho trabajo, sí. Y eso ya es para celebrarlo.
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