Análisis
Santiago Carbó
Algunas reflexiones sobre las graves consecuencias de la DANA
El arte rupestre prehistórico tiene en la muerte uno de sus centros de atención, y en Málaga uno de sus máximos exponentes. Los rituales funerarios que se celebraban hace siete mil años incluían en sus tumbas ejemplos de arte esquemático que los arqueólogos han localizado en al menos diez yacimientos. El Neolítico convierte así a la provincia en un enclave "único" en lo que a estas manifestaciones se refiere, al considerarse "las más extensas y mejor estudiadas del sur de la península ibérica", recuerda Pedro Cantalejo, director de la Red de Patrimonio Guadalteba, que mañana pronuncia una conferencia al respecto en la sala Ámbito Cultural de El Corte Inglés. El acto forma parte del ciclo VI Cita con la Arqueología y coincide con la inauguración de la exposición La otra cara de la vida, con más de un centenar de piezas arqueológicas funerarias originales de todo el Mediterráneo y que pretenden dar a a conocer la evolución de la cultura mortuoria desde el Paleolítico a la actualidad .
Estos ejemplos de grafía esquemáticos -"previos a los jeroglíficos" apunta el experto- se plasmaron primero en cuevas, después en dólmenes y más adelante en hipogeos -necrópolis construidas en galerías subterráneas o pasajes excavados- hasta llegar a las cistas o monumentos megalíticos funerarios individuales de la Edad de Bronce. Málaga conserva aún hoy en diez enclaves vestigios de este arte asociado a la muerte. Así, la Cueva de La Pileta, el Dolmen de la Giganta, el complejo Las Palomas, la necrópolis Las Aguilillas, la Cueva de Ardales, la Sima Murciélagos, el Dolmen de Viera, la Cueva de la Victoria y la Cueva de Nerja dan buena cuenta de estos rituales.
A este respecto, Cantalejo subraya la necesidad de desmitificar el matiz religioso que se les suele adjudicar "desde los últimos 60 ó 70 años", apunta. El arqueólogo se inclina más por subrayar el aspecto social que implicaba la realización de estas expresiones artísticas alrededor de los fallecidos. "Era una forma de legitimizar la propiedad privada y el uso comunal de la tierra. Al no existir los notarios venía a decir algo así como aquí han vivido mis antepasados y la tierra es mía", argumenta Cantalejo. Y como ejemplo recurre al Dolmen de Menga (en Antequera). "No se entendería su construcción desde otra posición que no fuera la comunal, solo podría haber sido obra de un pueblo", añade. Se trataría así de una especie de derecho al uso del terreno "frente a las invasiones de otros pueblos", matiza. De ahí el papel que jugaba la muerte en la sociedad neolítica. "En el origen de estos rituales funerarios subyace una cuestión socioeconómica importante", recalca el conferenciante.
Las pinturas esquemáticas halladas en los citados enterramientos reproducen escenas humanas, de la vida cotidiana, juegos, danzas "como lo que se ve después en Egipto", puntualiza Cantalejo. Desde su punto de vista, este tipo de vestigios deberían tener su correspondencia en un museo arqueológico "donde haya un intermediario que explique su trascendencia en el contexto histórico y donde se puedan distinguir bien con puntos de información", comenta. En este sentido el arqueólogo insiste en la necesidad de que Málaga cuente con un museo de este tipo "se ponga donde se ponga", del mismo modo que existen "espacios donde difundir el arte pictórico", recuerda.
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