La Noche en Blanco, ese lugar donde solo cabe la belleza
El público hizo suya la calle para reivindicar su posición protagonista en el encuentro más masivo y abierto entre la cultura y la ciudad
La cultura inunda Málaga
Cuando la noche todavía no era noche y el blanco había adquirido propiedades de naranjas, rojos, azules y verdes, el público hizo suya la calle para reivindicar su posición protagonista en el encuentro más masivo y abierto entre la cultura y la ciudad. Un sábado de tiempo excelente y ganas contenidas durante dos años provocaron que se cumplieran la expectativas del lleno absoluto.
Hubo colas en las entradas a los museos, plazas llenas para ver conciertos, piezas de danza o intervenciones, monumentos repletos de visitantes y móviles alzados para captar los mejores momentos. Reuniones familiares, quedadas con amigos y decisiones sobre qué hacer dentro de una extensa programación con más de un centenar de actividades.
Málaga celebró su Noche en Blanco y de ella supieron disfrutar miles de personas, muchos malagueños, pero también un buen número de turistas que mostraban su sorpresa o admiración en varios idiomas. Por eso de encontrarse una propuesta distinta en cada recodo, en cada plaza, y ver cómo todo un centro histórico se vuelca en el amor a las artes. Y si algunos eran nuevos en la experiencia, otros ya la conocían y tenían bien trazado el itinerario.
“Me gusta mucho el ambiente en la calle, encontrarte cosas en cada esquina, sobre todo vamos buscando las actividades que hay al aire libre, porque los museos están todo el año y la gente no los visita, sin embargo hoy hacen una cola de hora y media para entrar”, considera Ana, que acudió en familia.
La primera parte de su tarde fue una parada en la instalación de molinillos de viento que llenó de colores el cielo de la calle Echegaray. No fueron pocas las fotos que se hicieron junto al molinillo gigante a la entrada de la vía. “Después hemos pasado por la calle Alcazabilla y hemos podido ver el concierto de la Coral San Felipe Neri”, agregó Ana.
En esta calle, además, se reunían otros dos atractivos: El Teatro Romano y la Alcazaba, con sus puertas de par en par para enseñar sus vestigios a la luz de la luna. En la calle Císter, a pocos metros de allí, un piano de cola en la puerta del Patio de los Naranjos de la Catedral se dejaba acariciar por los ágiles dedos del pianista Alejandro Ruiz Pérez, alumno del Conservatorio Superior de Música de Málaga.
“Ahora nos vamos al concierto de la Orquesta Sinfónica, van a tocar bandas sonoras”, explicaba Ana. Para terminar, señaló, verían la instalación de la calle Larios, La historia como quinto elemento. Esta intervención de los alumnos de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Málaga llenó de lazos de verdiales la bóveda de la principal vía de la ciudad apelando a los tonos de los cuatro elementos.
Pero antes de bajar por Larios, en la plaza de la Constitución se convertía en punto obligado de parada. A las 21:00 comenzó el recital de la Orquesta Sinfónica Provincial de Málaga que interpretó un completo repertorio de bandas sonoras de películas internacionales.
Atentos a la interpretación de la orquesta estaban Lucía, Carla y Rodrigo, tres jóvenes de 16 y 17 años, alumnos de conservatorio y partidario de que la música salga a la calle en este tipo de actos populares. “El ambiente es un poco agobiante, hay mucha gente, pero está bien que se saque la música a la calle, porque muchas obras no llegan a un gran público, así tiene más visibilidad, que falta le hace”, apuntaban.
Para ser honestos, reconocían que no se habían enterado de que Málaga celebraba este sábado su Noche en Blanco. Al ver que la afluencia de público no era habitual, se informaron y, entre sus preferencias una vez echado un vistazo a la agenda de actividades, no pudo faltar el concierto de la Orquesta Sinfónica.
Mientras sonaba la conocida melodía de la Guerra de las Galaxias, Juan Carlos sostenía en brazos a su hijo Pablo para que pudiera ver algo entre tanta gente. “Sí que nos gusta venir a la Noche en Blanco, aprovechamos para entrar en algún museo que no solemos visitar, pero elegimos una actividad, porque si no es imposible”, comentaba.
Este año, la familia, después de esperar una hora a que el pequeño participara en una actividad infantil en el Soho de barcos teledirigidos, decidió entrar en el Palacio Episcopal. En sus salas pudieron ver dos muestras, la que enseña uno de los capítulos más cruentos contra la población malagueña de la Guerra Civil, la Desbandá por la carretera de Almería, y en la parte superior las fotografías del carismático artista Hubertus von Hohenlohe.
Pero también fuera había un motivo para dejarse emocionar. En la plaza del Obispo, la Fundación Musical de Málaga había organizado cuatro conciertos vinculados al fuego, al aire, a la tierra y al agua. El primero de ellos corrió a cargo del pianista Ángel Campos Mendoza, que interpretó la Sonata nº 2 de Rajmáninov para luego pasar a dos piezas de Albéniz. Le seguirían un sexteto de cuerda, el Orfeón Preuniversitario y el quinteto Málaga Brass. “Hay una animación inusitada después de dos años, la noche promete”, comentaron desde la Fundación Musical de Málaga al presentar su programa.
Y no solo prometía, cumplía también. En la plaza de la Marina, cientos de personas se agolpaban para ver la propuesta escénica Elements creada por Global Eventus Culture y Teatrapo Producciones. Danza, acrobacias, malabares con fuego y música se desplegaron delante de los móviles que guardaban los recuerdos de la velada.
Aunque, eso sí, solo los que estuvieron en las primeras filas pudieron observar bien el espectáculo, por lo que no faltó quien se dio media vuelta y sucumbió al olor de las castañas asadas. Igualmente, a juzgar por la larga cola, abundaron los que quisieron coger el autobús turístico gratis y pasear por la ciudad asomados por el techo del gran vehículo rojo bien entrada ya la noche.
Antes de que la luz del atardecer se apagara, el salón de la Sociedad Económica de Amigos del País se llenó para ver la obra El viejo celoso, en la que varios personajes del maestro del Siglo de Oro, Miguel de Cervantes, se relacionarían con los cuatro elementos gracias a los alumnos de teatro del Rincón de la Victoria.
En el vecino Museo Carmen Thyssen, además de todo aquel que quiso entrar para conocer los fondos de la pinacoteca, el público se encontró con que su patio y su plaza también fueron puntos de encuentro de diferentes manifestaciones artísticas. Para empezar, el coro de cámara femenino Voces del Sol interpretó What a Wonderful World y llenó de armonía el espacio desde los arcos de la segunda planta.
Mientras tanto, en la plaza de la Merced, graffiteros malagueños realizaban 14 murales inspirados en la temática de la velada y el Albéniz proyectaba cuatro películas también elegidas para la ocasión. No había tiempo para todo, pero sí para llevarse unas buenas pinceladas a casa y soñar con que la vida fuera siempre eso, un lugar en el que no cupiese nada más que la belleza.
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