Odisea Brenan: el dolor y el silencio

Literatura | Gerald Brenan

La Biblioteca Gerald Brenan recupera con una nueva edición ‘La faz de España’, título esencial en la obra del hispanista británico

Gerald Brenan, en una imagen de juventud. / Málaga Hoy

Málaga/El 10 de febrero de 1949, Gerald Brenan y Gamel Woolsey partieron de su casa en Churriana con la intención de hacer un viaje por España que se prolongó hasta el 18 de abril. Fue la suya una odisea extraña, entre la alucinación y el dolor, en la que los autores tuvieron la oportunidad de comprobar hasta qué punto las heridas provocadas por la Guerra Civil seguían abiertas. El hispanista llegó a Granada con la intención de encontrar la tumba de Lorca y rendir al poeta su particular homenaje; su gesto resultó pionero, pero finalmente tuvo que conformarse con arrojar su flor, solitaria y silenciosa, al barranco de Víznar. En Córdoba, su propósito era el de hallar la huella más viva de Góngora, pero encontró a cambio una ciudad en la que el poeta era un desconocido, salvo para algunos contados estudiosos, a no ser que se hiciera mención a su fama de bebedor y mujeriego. Más fortuna tuvo Brenan con El Greco en Toledo y en El Prado, aunque igualmente pudo más el sabor en la boca de oportunidad perdida, de legado desaprovechado, de tesoro vendido por lentejas amargas. Tras su regreso a Málaga, Brenan reunió estas experiencias en su libro La faz de España, que ahora vuelve a ver la luz en una nueva edición dentro de la Biblioteca Gerald Brenan, que incorpora así su segundo título tras Cosas de España. La alianza entre la editorial Renacimiento y la Casa Gerald Brenan ha hecho posible el envite, que tuvo ayer su presentación en el mismo centro cultural que fue una vez la residencia del hispanista en Churriana. Su director, Alfredo Taján, firma el prólogo oportuno para los lectores contemporáneos.

El traductor y escritor Carlos Pranger, responsable de la edición. / Málaga Hoy

Tras la publicación original de La faz de España, la primera traducción al castellano llegó desde Argentina en 1952 (la obra de Brenan estuvo prohibida en España hasta en 1974, cuando se levantó el veto con Al sur de Granada) de manos del periodista, abogado y político vasco en el exilio Miguel de Amilibia. Y es ésta la misma traducción que ahora brinda la Biblioteca Gerald Brenan, con la revisión y las anotaciones (hasta cerca de doscientas notas a pie de página en virtud de los muchas referencias históricas, literarias y antropológicas que pone Brenan en juego) a cargo de su responsable, el traductor y escritor Carlos Pranger. “La faz de España viene a ser la tercera pata de un corpus en el que le preceden El laberinto español e Historia de la literatura española. Tras publicar estos dos libros, Brenan tenía la necesidad de comprobar sobre el terreno todo lo que había escrito sobre España, de ver hasta qué punto sus libros conectaban con la realidad del país. Esa fue su primera razón para hacer el viaje junto a Gamel Woolsey”, explica al respecto Pranger, quien añade: “Brenan escribió mucho más que un libro de viajes. Es también una obra antropológica, histórica y periodística. De hecho, el autor actuó en su investigación como un verdadero reportero, buscando información de muy distintas fuentes cuyo nombre, desde luego, ocultaba, ya que quien se atrevía a hablar sobre determinadas cuestiones podía pagarlo muy caro en la España de aquellos años”. A pesar del absoluto silenciamiento que sufrió La faz de España en el país hasta la Transición, únicamente quebrantado por el frágil mercado clandestino, Pranger destaca la influencia que el libro tuvo en los hispanistas extranjeros: “Desde su aparición, el libro se convirtió en una referencia imprescindible para todos los estudiosos de Góngora y Lorca. Es más, su publicación estimuló la investigación ensayística en torno a estas figuras, lo que contribuyó de alguna a forma a suavizar el ostracismo que la cultura española acusaba desde la Guerra Civil”.

Preguntado por la actualidad de una obra como La faz de España en un momento en que este ostracismo parece quedar negado, cuando no añorado, Pranger recuerda que Brenan “era muy crítico con el franquismo, pero como lo era con todo. Su mayor preocupación era la libertad individual. Por eso, como buen libertario, podía llegar a simpatizar con los anarquistas, pero nunca con los estalinistas, a los que repudiaba. En su momento llegó a escribir que a España le convenía pasar por una dictadura militar para lograr una estabilidad que desembocara en una monarquía parlamentaria con un partido socialista moderado en el Gobierno, lo que resulta difícil de asimilar para muchos por razones obvias. Pero, ante todo, Brenan odiaba los dogmas. Él mismo cambiaba de opinión a menudo. Así que lo mejor es acercarse a su obra sin prejuicios para que cada uno extraiga las conclusiones que considere oportunas”. El viaje continúa, claro. Con destino, ay, incierto.

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