El himno de la resistencia

Orquesta Filarmónica de Málaga

Finalmente, la Orquesta Filarmónica de Málaga celebró este jueves su concierto en la plaza de toros, ante sólo trescientos espectadores y bajo la estricta lupa de la Dirección General de Salud

La Orquesta Filarmónica de Málaga, este jueves, en la plaza de toros de la Malagueta.
La Orquesta Filarmónica de Málaga, este jueves, en la plaza de toros de la Malagueta. / Javier Albiñana

Málaga/Existe, por lo general, una mezcla de expectación, curiosidad y respeto cuando se va a hacer algo por primera vez. Este jueves, en la plaza de toros de la Malagueta, le correspondía debutar nada menos que a la Orquesta Filarmónica de Málaga, que se dice pronto. En la plaza de toros hemos podido ver casi de todo, pero nunca a la OFM en sus treinta años de historia. Y la jugada entrañaba algunos riesgos. Los de índole acústica estaban más que asumidos, pero con los precios populares de las entradas, a 15 euros, y con un destino benéfico señalado para la recaudación, digamos que convenía dar por bueno el envite al respecto. Al cabo, desde hace muchos años toda una pléyade de directores titulares, concejales y gestores culturales han reclamado la organización de conciertos de la OFM al aire libre, por aquello de ganar nuevos públicos a la causa, por más que la acústica no fuese la idónea. Para ello, quienes más empeño mostraron al respecto idearon toda suerte de estructuras, conchas, parapetos y remedios naturales como el Teatro Romano y la Alcazaba con tal de que la orquesta se sintiese lo más amparada posible en la exposición ante los elementos. Aquellas tentativas dieron al traste, pero ahora que el coronavirus invita a esquivar los espacios cerrados, la Filarmónica ha hecho de la necesidad virtud y ha encontrado en los conciertos al raso una alternativa razonable, deseable, menos sospechosa de rebrotes y, sí, del gusto del público: ya el repaso a Mozart y Beethoven rubricado el pasado 31 de julio en la plaza del Santuario de la Victoria dejó sensaciones bien positivas que apuntaban a una prolongación natural en la plaza de toros antes del comienzo de la temporada de abono en un Teatro Cervantes con el aforo reducido. Dicho y hecho: la OFM programó el ciclo Málaga en el Nuevo Mundo. ¡Que no pare la música! con un concierto propio y otro a cargo de la Joven Orquesta Barroca de Andalucía a celebrar en la Malagueta, respectivamente, el 11 y 12 de septiembre. Así que correspondía acercarse este jueves a la que además fue la presentación de José María Moreno Valiente como nuevo director titular de la formación, en clave festiva y popular, con un programa consagrado a la Sinfonía del Nuevo Mundo de Dvorak en su primera parte y a una selección de fragmentos de zarzuelas de Chapí, Bretón y Jiménez en la segunda.

José María Moreno, a la batuta.
José María Moreno, a la batuta. / Javier Albiñana

Pero hay que tener en cuenta otros riesgos. En la plaza de toros es relativamente fácil que un concierto, por muy bien que funcione la amplificación, resulte desangelado y un tanto fuera de sitio si no se da la conexión deseada entre los artistas y el público, algo para lo que el recinto, por su constitución, presenta obstáculos no precisamente pequeños. La cuestión es que la OFM programó los conciertos para un aforo de ochocientas personas, lo que respetaba de sobra los requerimientos del decreto ley vigente en materia sanitaria en lo que se refiere a distancias de seguridad y los protocolos ya bien conocidos. Sin embargo, ante el exponencial avance experimentado por la epidemia en los últimos días, y en virtud de una nueva orden publicada el pasado día 1, la Dirección de Salud Pública decidió exigir que se redujera el aforo a trescientas. Trescientas personas en un auditorio con capacidad para cinco mil. Mientras tanto, conforme se sucedían los días, caían declaraciones de las autoridades (entre ellas el consejero andaluz de la Presidencia, Elías Bendodo) contrarias a la celebración de los conciertos en la plaza de toros mientras la orden definitiva de clausura de la Dirección de Salud Pública parecía a punto de desprenderse en cualquier momento. Ante semejante panorama, digamos que es relativamente sencillo que un concierto acabe, ciertamente, desangelado, muy a pesar de Dvorak, de José María Moreno, de la ilusión y de las ganas. Sin embargo, el concierto de la OFM de este jueves tuvo mucho de ejercicio de resistencia, de demostración de que la eliminación de la cultura no es el camino a seguir, de que hay fórmulas válidas y capaces de inspirar una seguridad que, ciertamente, nunca puede ser total, pero sí suficiente. Recordaba poco antes el gerente de la orquesta, Juan Carlos Ramírez, que la reciente del Festival de Salzburgo se saldó con un 95% de ocupación y ni un solo contagio registrado. ¿Podía salir bien el concierto, en todo caso? Sí. Y salió bien.

Los maestros de la OFM siguen la dirección de José María Moreno.
Los maestros de la OFM siguen la dirección de José María Moreno. / Javier Albiñana

Y eso que, definitivamente, el ambiente no era el más propicio. Poco antes de la hora señalada nada invitaba a pensar en el entorno de la plaza de toros que se iba a celebrar un concierto. Ya una vez dentro, el público esparcido en un auditorio que decididamente resultaba demasiado grande y frío para la cita aguardaba parsimonioso y disciplinado que comenzara el concierto, con las mascarillas debidamente colocadas y el gel hidroalcohólico todavía pringoso en las manos. Se adivinaba la presencia de los incondicionales de la OFM, los que no se pierden una, pero también la de algunos otros que, tal vez, aprovechaban la coyuntura por primera vez, con lo que también entre el público hubo debutantes. A la hora señalada, sin excesivo retraso, cuando el frescor amenazaba ya con hacer necesaria una rebequita para llevar bien la velada, comparecieron los músicos en el escenario habilitado para el concierto también con sus respectivas mascarillas y con suficiente distancia entre ellos para evitar cualquier tipo de suspicacia: cuando de una orquesta se trata, los protocolos también son importantes bajo los focos. Poco después, José María Moreno ocupó su lugar frente a los maestros, también con su mascarilla, para actuar por primera vez como director titular de la Filarmónica ante el público. Desde su incorporación el pasado mes de junio, únicamente había tenido ocasión de ejercer en una grabación discográfica y en actuaciones grabadas para su emisión en televisión. Y no dejaba de resultar paradójico que su presentación se realizara ante un público tan forzosamente reducido en un espacio tan grande y deslucido. Como correspondía, el director y su orquesta pusieron sobre la mesa el mejor argumento posible para salvar la noche: la música. Y funcionó, claro, a base de oficio y convicción. Con momentos verdaderamente espléndidos en la Sinfonía del Nuevo Mundo que además permitieron cotejar en Málaga el estilo en la tarima de Moreno, muy expresivo, vibrante, entregado a los matices tanto o más que a la lectura general de la partitura.

"Son tiempos difíciles, pero vamos a hacer todo lo posible por subir al escenario", afirmó el nuevo director titular, José María Moreno, antes del concierto

Afirmó el mismo José María Moreno antes del concierto, en una intervención en la que agradeció a los espectadores su presencia en la cita “como muestra de apoyo”, que la OFM es “muy consciente de la situación tan difícil que atravesamos, pero precisamente por ello vamos a hacer todo lo posible por estar en el escenario, garantizando la seguridad de todos los que vengan a vernos”. Recordó Moreno que, aún así, “para todos los que no puedan hacerlo, esta temporada vamos a poder llevar nuestra música a sus hogares a través de la televisión”. Así es: dentro o fuera, en la casa, en el teatro o en la calle, la música se ha convertido en un signo de resistencia. Habrá que ganarse a pulso la victoria.

La JOBA toma el relevo junto a Barry Sargent

Tras el concierto de la OFM, la Joven Orquesta Barroca de Andalucía (JOBA), proyecto nacido en el seno de la misma Filarmónica hace una década, toma este viernes el relevo en la plaza de toros con un programa consagrado enteramente a Vivaldi y con la batuta de Barry Sargent, quien desde la misma gestación de la orquesta se ha convertido en uno de sus principales aliados artísticos. El sábado, la OFM regresará al Teatro Cervantes con un concierto dentro del festival de música de cine Movie Score Málaga (Mosma), y el próximo jueves 17 comenzará la temporada de abono también en el Cervantes.

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