Pablo López convierte La Malagueta en su 'patio' más especial
El artista celebró un concierto para el recuerdo en el 101 Music Festival Costa del Sol coincidiendo con su décimo aniversario en la industria
Málaga vuelve a vibrar al ritmo de los Latin Grammy con Omar Montes, Morat y Pedro Capó
Málaga/Flotando en un mar de emoción, sentimiento y nostalgia dejó Pablo López a las cientos de almas congregadas este viernes noche en la plaza de toros de La Malagueta. El recital se preveía mágico. Y algo de eso hubo. Porque no todos los días se logra cuadrar el círculo con una actuación redonda justo cuando se cumplen diez años de trayectoria. Pero así fue. El artista malagueño se entregó por completo al público, haciendo añicos el cliché de que no se puede ser profeta en la propia tierra.
Había nervios. Se palpaban en el ambiente. Desde las colas para acceder al recinto hasta una vez ubicados en la pista. Fueron a más cuando Pablo López enfiló el escenario rumbo a su piano. Todavía a oscuras. Pasando de un discreto segundo plano al centro de todas las miradas. Luego empezó el ritual y el graderío rugió. "No veas...", dijo justo tras sentarse al piano.
Rompió el hielo No me arrepiento. Y de qué manera: impactando de lleno en el corazón de los presentes. Bastaron un par de temas para saber que todo lo que iban a necesitar, por lo que iban a vibrar hasta que el cuerpo se resintiera, estaba allí delante. Frente a ellos. Haciendo girar la otra mitad del mecanismo.
No fue un concierto de pompa, ni de cuarta pared. Lo fue de sensaciones: de conexión intimista con el público, como acostumbra a conseguir el malagueño. Incluso no siendo un formato precisamente reducido el del 101 Music Festival Costa del Sol, a diferencia de lo que viene sucediendo en la gira.
Fue tal la simbiosis con el público que el malagueño no dejó de hablar con él durante las más de dos horas de espectáculo. "La última vez que canté aquí -dijo nada más arrancar el concierto-...". "Gracias por mover vuestras vidas para que unos colgados hagamos música. Es lo más bonito que me ha pasado", añadió deshaciéndose en halagos.
Uno de los instantes más emotivos de la velada llegaría con El patio, que el público acogió con calidez, fundiendo sus voces con la que expelían los altavoces al grito de "Fuera, vete de mi casa / suéltame las manos / no soy más que un niño / con los pies descalzos". Ídem ocurrió con Suplicando, que hizo a La Malagueta levantarse de sus asientos y ponerse a saltar.
Cruzado ese Rubicón, no hubo vuelta atrás: buena parte de los asistentes permanecerían de pie, inasequibles al cansancio, el resto de velada. También hubo quienes se alzaron al menor rastro de hit, que fueron muchos. Salieron a relucir exponentes como Tu enemigo, El mundo o El abrazo más grande de todos los tiempos.
Las canciones salían solas de los labios y los besos entraban fáciles. No se puede decir, por motivos obvios, que se vieran pieles erizadas; pero, como ocurrió también con la magia, algo de eso había. Incluso hubo quien descubrió el material del que están hechos los sueños tras una arrimadita del cantante a las primeras filas. Pero de eso mismo se trata todo esto: de romper la cadencia de miles de corazones, de surfear a toda prisa la espuma de los días, de elevar a la máxima potencia lo que acontece.
Toda una montaña rusa de emociones a la que un fan que gritó desde su localidad lograría darle aún más vértigo. "¿Por dónde? ¿Qué has dicho? Porque la has pedido, venga", le respondió antes de entonar Tu bandera, el himno del Unicaja Tu bandera, Baloncesto. "¿Remontamos o no?", se preguntó el cantante, que puso a una multitud de cajistas de incógnito a cantarlo a pleno pulmón.
Cada acorde llegó hasta lo más hondo. Y los fans se vieron encandilados de principio a fin por la música del malagueño, que firmó un concierto de los que permanecen para siempre en el recuerdo.
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